El señor Moretti era un hombre extraño. Demasiado guapo y demasiado peligroso para mirar más allá de su rostro atractivo, su billetera llena y su vida hecha mierda, como la mía, pero con más de cientos de dólares en su cuenta bancaria.
La primera impresión que tuve al entrar a su oficina fue… ¡Wau! Que hombre. Sí, no estaba demasiado orgullosa de actuar como una chiquilla, pero cuando el señor Moretti dejaba su carácter prepotente en su oficina de Gerente General, aparecía El Alemán, frío con el hielo y un verdadero zorro astuto, nunca dejaba que sus socios mirarán más de lo que debería, un mentiroso sin escrúpulos, mujeriego por despecho y un tanto cruel. Con eso ya no sonaba tan atractivo como al inicio, toda esa euforia se convertía en: …sáquenme de aquí.
Escuchar su propuesta me sonó descabellado, pero firmar el documento se convirtió en parte fundamental para mi misión.
Tentarle con mis ojos y ser la primera en cortar nuestra relación profesional solo requería fuerza de voluntad y un baso de cerveza, lo suficiente para dejar que me tomara de las piernas y caminara conmigo hacia el sofá amplio del despacho, a lado de un estante de libros qué juraría estaban de adorno.
Hacerlo en la oficina no era un fetiche, pero verle con su traje de trabajo, su mirada de señor prepotente y su bulto presionando mi intimidad, me prendía de una extraña manera.
No me esperaba un sexo lento ni romántico, no después del beso hambriento que habíamos tenido a solo segundos, y aunque Ángelo besaba mis labios con un toque y colocaba su mano sobre mi pecho —para que me acostara en el sofá—, su rapidez al abrir mis piernas sin pudor delataban el sentimiento que deseaba ocultar de mí.
Sus ojos observaban dentro de mí con un fuego raro en sus pupilas, no estoy segura de si fuera deseo o lujuria.
Al llegar al sofá soltó una de mis rodillas y su mano empezó a bajar con lentitud, era exasperante. Abrí los ojos al sentir su toque y una oleada de energía que recorrió todo mi cuerpo, cerré los ojos y dejé escapar un agudo y débil gemido.
—Tu coño es hermoso —escuché la voz de Ángelo, quién parece saborear sus palabras.
Me hubiera encantado responder a ese comentario, no obstante, lo único que pude hacer es pensar en lo bien que se sentía sus dedos tocándome, no me hacía raro que supiera exactamente qué punto tocar para hacerme sentir bien, usaba una técnica, presionaba mi clítoris por unos segundos y luego continuaba masajeando otras partes. No se detenía ni daba mucha atención a un solo lugar.
Bajé la mirada al no sentir más toques, y mis ojos observaron su rostro entre mis piernas y su mirada de tigre hambriento qué me destrozaban en su mente.
Nos quedamos prendados un momento, yo intenté entender que quiso decirme con su expresión, no debería ser difícil adivinar con solo bajar la mirada a sus dientes apretados y un bulto cada vez más grande dentro de sus pantalones, se lo que quería, y mi mejor respuesta fue separar un poco más mis muslos. Continúa, le susurre.
Empieza lentamente a besar mis muslos y al llegar a mi intimidad muerde cada pliegue de mi entrepierna, chupa mi coño y gruñe cuando froto mi cadera contra su cara. Chupa mi clítoris de una manera exquisita y con cada lambida siento una electricidad que recorre mi cuerpo.
Necesito más fuerza.
En un segundo cambio de posición con él y empiezo a cabalgar en su cara.
Él se sorprende, y lo demuestra con el gruñido excitado que callo sin demora.
—Ah, ¡ah!, ohm. ¡Joder si!
Carajo donde aprendió a ser tan bueno con su lengua, no puedo separarme de su lengua, me estoy volviendo loca. Tal vez fuera la falta de intimidad, la excitación acumulada o la maravilla de lengua que se cargaba Ángelo, que me ponía hasta el cien y mi interruptor de calentura estaba a punto de estallar.
Él sabía exactamente dónde tocar y en qué momento hacerlo, y eso me jodía.
Pero su lengua se detuvo.
—¿Qué pasa? —pregunto agitada— ¿No te está gustando? —interrogo un poco curiosa. Si Ángelo decidiera que fue una perdida de tiempo hacer este contrato, entonces no me quedaría de otra que buscar una nueva alternativa.
—No es eso —responde un poco perdido, con sus ojos nublados y su barba mojada—. Estoy ansioso por sentirte más a fondo.
Él desabrocha su cinturón y deja al descubierto su miembro totalmente erecto. El miembro de Ángelo no era demasiado grande ni demasiado pequeño, era gorda, con una cabeza más ancha que su tallo y un color para nada virgen.
Era perfecto.
Ya fuera su desespero, su miembro se frotaba contra mi coño pero su expresión se mantenía apacible.
—Maldición, ponlo adentro —no puedo contenerme más, necesito que me folle duro.
Utiliza una de sus manos para atrapar mi pecho derecho y se lo introduce en la boda con rapidez, empieza a succionar y hacer círculos en mi pezón.
—¡Mm¡ Espe- Uhhh.
Empieza a follarme con sus dedos hasta tocar una parte, mis ojos se ponen en blanco cuando frota con cada embestida que hace sus dedos y al final coloca el pulgar en mi clítoris.
Pierdo la habilidad de ver y escuchar cuando las olas del orgasmo chocan contra mí y me pierdo en el placer, en el calor de su cuerpo y el aroma de su colonia.
Mi pecho sigue agitado e intento descansar luego del clímax, pero Ángelo se posa sobre mí aún con su mano puesto en mi pecho. Puedo sentir el peso y el calor de su polla contra mi estómago y aunque estoy cansada como para ir por una segunda ronda no puedo ser la única en correrse si no quiero parecer egoísta.
Le rodeo la cadera con mis piernas y él levanta una ceja con interés.
—Tómatelo con calma, te acabas de correr y-
—Te quiero dentro de mí —interrumpo. Aunque Ángelo trate de parecer todo un caballero que no prioriza su propio placer, su cuerpo está al limite como su polla dura—, necesito sentir tu polla palpitar contra mí… necesito sentir cómo te corres dentro de mí.
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Editado: 15.06.2025