—¿Qué tan peligroso puede llegar a ser una casa? —preguntó Sabrina acercando su muslo a la entrepierna de Angelo.
—Más de lo que piensas —contestó—, siempre hay un lobo hambriento acechando y en cualquier momento podría devorarte —continuó Angelo inclinando su cabeza para quedar a la altura de Sabrina y hablarle mientras sus ojos estaban a la par.
—No se preocupe, señor Moretti —dijo Sabrina, y con sutileza acercó sus labios a la oreja de Angelo—. Sé defenderme, — y se alejo un poco, lo suficiente para sentir su respiración— ademas, creo que el lobo podría ser mi presa.
Angelo sonrió de forma sexy, mordiendo su labio inferior mientras una esquina se elevaba y sus ojos se dilataban de excitación, mientras su mano derecha se dirigía lentamente al cuello de Sabrina.
—Sabes, Isabella, me encanta tu rebeldía —sus ojos bajaron sin sutileza al escote de Sabrina, y sin esperarlo, dijo:— Haces que se me ponga dura la polla.
Sabrina estaba un poco sorprendida de las palabras de Angelo, quién sin pudor seguía recorriendo su mirada por todo el cuerpo de Sabrina.
—Señor Moretti, no sabía que podía ser tan desvergonzado, acas...
Angelo la callo con un beso salvaje, esos besos con lengua que recorrían tu paladar y chocaban diente, con saliva filtrando por tus labios y dolorosos mordiscos en ellos, y entre ese momento Angelo sonrió, sintiendo el cuerpo de Sabrina en sus brazos y sus manos que la recorrían.
Angelo levantó a Sabrina y la colocó sobre la isla de la cocina, dejándola así a la altura de su cintura, e inmediatamente introdujo sus manos por debajo de la fina tela de la pijama de Sabrina, acariciando sus pechos con frenesí y sintiendo como, con cada rose, sus pezones se calentaban y se hacían duros.
—El color de tus pezones es jodidamente sexy —dijo Angelo, antes de introducir uno de los pecho a su boca.
Sabrina gimió al sentir el frío de su lengua, y una sensación de escalofrío y electricidad recorría su cuerpo una y otra vez haciendo que sus piernas se sujetarán alrededor de la cintura de Angelo y sus manos entierren su cabeza más a su pecho .
—Ah, espe... ah —Sabrina intentaba hablar pero Angelo callaba sus palabras una y otra vez, con pequeños besos rápidos y apretones en sus pezones.
Angelo devoraba su cuello con ansías, como sí hubiera esperado demasiado, lo cuál para Sabrina era extraño
Angelo se separó de Sabrina y comenzó a desabrochar el cinturón de su pantalón y a bajar la cremallera, el bulto que resaltaban en su pantalón de vestir y el color más oscuro como si lo hubiera mojado, mostraba más que evidente su excitado miembro. Angelo agarró a Sabrina de las piernas y la atrajo hacía él dejándola acostada sobre la isla, totalmente dispuesta para poder penetrarla
—Espera, —detuvo Sabrina— alguien podría vernos.
—No puedo esperar, necesito entrar ya mismo.
—Cualquier persona puede entrar y vernos —intento convencer.
Angelo un poco fastidiado, resopló sin paciencia.
—Eso no va a ocu...
Y justo antes de Angelo pudiera terminar la frase, se escuchó el sonido de unos pasos que se dirigían hacia la cocina.
Sabrina empujó a Angelo y se bajo rápidamente de la isla, Angelo con un poco más de calma acomodaba su ropa, fueron solo unos segundos para que una de las sirvientes apareciera en la cocina.
La sirvienta al ingresar a la cocina de percató de la presencia de Sabrina y Angelo, y un poco nerviosa por las miradas serias de ambos, se encogió en su lugar.
—Buenas noches señor y señorita, ¿necesitan algo? —pregunto en voz baja.
Angelo y Sabrina se miraron y sin darse cuenta respondieron al unísono.
—No
—No
Se miraron un momento y entonces Angelo se quedó en el silencio y Sabrina continúo hablando.
—Gracias pero ya nos íbamos.
Y sin esperar a que Angelo la siguiera, Sabrina salió de la cocina con calma, pero sus orejas se colorearon debido a la vergüenza.
Angelo de igual manera salió de la cocina, pero dirigiendo una mirada amenazadora a la sirvienta, quién tembló de miedo.
*****
—Planeamos viajar a Alemania esta noche— soltó de sorpresa Angelo, quién ignoró la mirada fija de Dimitri.
—Creía que te quedarías hasta el cumpleaños de Larisa —inquirió Dimitri con frialdad, nada alegre con la noticia.
—Cariño —Larisa coloco su mano en el brazo de Dimitri, y con ojos suplicantes intento evitar un posible enfrentamiento.
Dimitri al notar su mirada paró de hablar, y con un suspiro prosiguió con tomar su café.
Sabrina pudo notar como la señora Krasnov y su esposo compartían esa intimidad que solo mostraban las parejas que llevaban años de entendimiento.
Esa misma tarde Angelo recibió una llamada inesperada y que estaba fuera de sus planes.
—¿De qué coño me estás hablando?
Escuchó Sabrina, observando el comportamiento tensó y nada habitual al carácter de Angelo.
«Fueron hace pocas horas y la entrega a los comparadores Franceses fue convertida en una emboscada. Nos... nos robaron la mercancía»
—¿Quiénes fueron?
Sabrina pudo notar la cólera contenida.
«Estaban todos cubiertos, señor, y no pudimos identificar a ninguno, además...»
—¡Joder! —interrumpió Angelo, no solo con un insulto sino también con el golpe fuerte que provocó el cenicero al chocar con la pared— Dadme un maldito nombre o te juro por dios que tu cabeza va rodar.
«Señor.., sos-sospechamos que fueron los Benedit o los Winters, pero no estamos seguros.»
Sabrina noto las manos de Angelo que se apretaban en un puño.
—Cuando llegué espero que me tengas noticias o sino, ni tú madre te va a reconocer con lo que te haré.
Angelo se dejó caer en su silla y con cansancio masajeó el lado izquierdo de su cabeza, intentando calmar una punzada incómoda. Y, a un con la mirada cerrada, se dirigió a Sabrina en un tono decidido.
—Cambio de planes, nos vamos a Nueva York.
Sabrina lo miró un instante, no con preocupación, solo con duda.
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Editado: 15.10.2025