Cuando él, Darius, subió al mando de su organización, conoció a un gran hombre, prepotente sí, pero fiel en todos los sentidos.
Cuándo ese hombre le propuso unir sus organizaciones Darius creyó que estaba loco, pero el estuvo más loco al aceptar. Si el hubiera tenido un hijo, o al menos una hija, ese hombre y él hubieran sido familia y una de las organizaciones más poderosas en la lista. Los rusos pasarían a segundo plano y ellos hubieran cumplido su deseo de extenderse por el Asía continental.
Pero cuando murió Baldini Moretti todo dejó de avanzar. Sus tratados se volvieron hostiles cuando la heredera de Baldini ocupo lugar, y se destruyó cuando su nieto, Ángelo, tuvo la osadía de romper no solo la unión de sus organizaciones, sino lo único que le ataba a su amigo.
Él no tenía hijos, y si alguna mujer decía que eran suyos solo eran mentiras, pues la falla estaba en él. Su primera esposa murió un año después de su matrimonio, y su segunda mujer fue asesinada por ser una infiltrada, sus padres fallecieron cuando el era un adolescente y nunca tuvo un hermano. Al único que podría llamar su familia era a un joven al que cuido desde niño, Hector. Pero él también pereció. Parecía que el mundo conspiraba para quitarle todo lo que valoraba.
Darius observo el cielo grisáceo, con nubes oscuras que avecinaba una tormenta. Al frente de él estaba el cuerpo inerte de Héctor, lleno de sangre y totalmente pálido. Cuando encontraron su cuerpo ya estaba sin vida.
Miró con tristeza los ojos abiertos de su hijo adoptivo, y desvío la mirada de su cabeza atravesada por una bala.
Él había visto cosas peores, pero nunca podría dejar de sentir ese vacío dentro de sí al ver a un muerto.
[...]
El viaje fue largo y silencioso. Sabrina observó el paisaje pasar por la ventanilla del vehículo, sintió que cada kilómetro la alejaba más de su destino. Pero, finalmente, llegaron a un aeropuerto privado donde un avión los esperaba.
Sabrina y Ángelo fueron llevados a bordo y el avión despegó. Sabrina no tenía idea de hacia dónde se dirigían, pero no era loca para no mantenerse en alerta. Después de lo que pareció una eternidad, el avión aterrizó en Alemania, en un lugar que Sabrina no reconocía.
Fueron llevados a una mansión imponente, rodeada de jardines y con una fachada de aspecto antiguo. Sabrina fue separada de Ángelo y llevada a una habitación donde la dejaron encerrada.
El silencio era horrible, y Sabrina sentía que el tiempo se detenía. ¿Qué iba a pasar ahora? Ella miro por la ventana, observo los jardines oscuros y sintió que había vuelto a su pesadilla, solitaria y sin nadie más que su preocupación por el dinero.
[…]
—No creí que volverías por tus propios pies, primó.
Una risa fuerte se escuchó como eco en la enorme sala de estar.
—Al menos yo volví cuerdo, no lleno de drogas hasta en el culo.
Las risas pararon y un silencio lleno la habitación.
—Vulgar como siempre, Ángelo.
Ángelo lo miro en silencio, observo la cara gorda de su primo y su cuello blanco como la leche. Ese hombre nunca saldría de ahí, y mientras no lo hiciera se llenaría de comida y se quedaría pálido por no recibir el sol.
Ángelo subió la mirada hacía más escaleras cuando sintió la presencia de otra persona.
Era un hombre de cabellos rubios con un poco de canas, su cara era muy masculina y su porte demasiado aterrador, pero el bastón que sostenía su peso le quitaba esa aura asesina que tenía de joven.
Cuando aquel hombre llegó hasta abajo, Ángelo lo miró en silencio.
—Bienvenido, sobrino —dijo el hombre.
Ángelo gruño dentro de sí.
—¡Suéltenme! —gritó mientras quitaba sus brazos bruscamente de las manos que lo sujetaban. Los hombres retrocedieron y él se paró firmé —No me gusta tu hospitalidad, querido tío.
—Esa es la idea, Ángelo.
Ángelo no contuvo su expresión y mostró hastío en su rostro.
—¿Pero que se siente volver a casa?, mis subordinados decían que te veías… ¿Destrozado? ¡A no!, con el corazón roto —soltó una risita pequeña que no trató de ocultar —. ¿Qué se siente pasar de un cazador, a un hombre cazado? Vamos Ángelo, piensa, ¿no te nombraban el lobo que atrapaba a todas las ovejitas?, ese que comía tres platos y nunca se saciaba. Un domador único en su especie —dijo con burla.
Ángelo apretó su puño, su cuerpo se tensó como si estuviera listo para saltar hacia su enemigo, no le importaba si sus heridas se abrían o si moriría en el proceso. Nadie se podía burlar de Ángelo Moretti.
—Se nota que me extrañaste, tío, tu charla emotiva me llegó hasta aquí —indico a un costado, su tío y su primo miraron confundidos—. Ósea, hasta nada —finalizo mientras se daba la vuelta.
—Ángelo —llamó uno de los hombres, el más joven—, mi padre te trajo aquí por la desastrosa acción que hicisteis.
—Esas son mis decisiones y por lo tanto, MI problema.
—Pues tu problema nos está afectando a todos. Quieras o no —exclamo el joven.
Ángelo no cambio su expresión, se mantuvo quieto pero firme en su decisión.
—Esa mujer —Ángelo volteó volteo su rostro—, no se parece nada a Lilith Winters, y si no es como es ella, ¿por qué está a tú lado desde hace meses?
Ángelo lo miró con tranquilidad, no evadió su mirada y no cambió algún movimiento en su cuerpo.
—No me digas que el lobo otra vez fue domado —se burló el más joven.
—Deja de decir disparates —por fin contestó Ángelo.
—Sea como sea —interrumpió su tío—. Tu cuerpo está dañado y un jefe herido es un blanco fácil para nuestros enemigos, ocuparé tú lugar —Ángelo frunció su ceño con amargura—. Yo me haré cargó —finalizo con un tono que no permitía objeciones.
—Ángelo gruñó con rabia, sé volteo con rudeza y su vista se nubló, fue ahí cuando callo en cuenta de la herida abierta que llevaba un tiempo desangrándose.
Ángelo cayó al suelo en un ruido sordo y lo último que pudo pensar fue en una maldición.
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Editado: 11.06.2025