Amantes en Silencio

Capitulo XXI

—¿De verdad, tío? —dijo con tono burlón mientras avanzaba lentamente hacia el centro de la habitación—. ¿Intentando comprar a Isabella? Sabía que eras astuto, pero esto... esto es un nuevo nivel de desesperación.

El tío de Ángelo, en lugar de verse intimidado, le devolvió la sonrisa, aunque más fría, más calculadora.

—Desesperación no, sobrino. Lo llamo pragmatismo. Algo que claramente no comprendes.

Ángelo se río suavemente, el sonido lleno de desprecio mientras tomaba asiento en un sillón cercano. Isabella, aún de pie, se encontró atrapada entre la confrontación de estas dos fuerzas opuestas. Pero no podía apartar la mirada de Ángelo.

—Pragmatismo —repitió Ángelo, acomodándose como si estuviera disfrutando de un espectáculo teatral—. ¿Y cuál es el plan, tío? ¿Ofrecerle una cantidad obscena de dinero para que me traicione? Deberías saber que Isabella tiene más integridad que eso. ¿O creías que todos son tan baratos como tú?

El rostro del tío de Ángelo se endureció.

—No subestimes mi inteligencia, Ángelo. Sé exactamente lo que estoy haciendo. El problema aquí no es Isabella ni su lealtad, es tu incapacidad para liderar. El clan Moretti necesita un líder fuerte, alguien que entienda cómo funcionan las cosas. Y, francamente, tú no encajas en ese perfil.

Isabella observaba la escena, incapaz de intervenir. La tensión en el aire era palpable, una batalla silenciosa de voluntades entre los dos hombres. Pero había algo en Ángelo, una chispa de desafío en sus ojos, que la fascinaba.

—¿Y tú sí? —preguntó Ángelo, inclinándose hacia adelante, su voz goteando sarcasmo—. ¿De verdad crees que tienes lo necesario para liderar? Porque desde donde estoy sentado, solo veo a un hombre que usa trucos baratos para intentar ganar poder.

El tío de Ángelo golpeó la mesa con el puño, su calma finalmente quebrada.

—¡Esto no es un truco barato, Ángelo! Esto es supervivencia. El clan está al borde del caos y tú estás demasiado ocupado con tus... distracciones para darte cuenta.

Ángelo se levantó lentamente, su sonrisa desapareciendo. Isabella sintió un escalofrío al ver el cambio en su expresión. La diversión había dado paso a algo más oscuro, más peligroso.

—Escucha bien, tío —dijo Ángelo con voz baja, pero llena de autoridad—. No tienes idea de lo que estoy haciendo ni de lo que soy capaz. Crees que puedes venir aquí y exigirme que te entregue el mando, pero déjame dejar algo claro: el clan Moretti es mío. Y lo será hasta el último día de mi vida.

El tío de Ángelo lo miró con desprecio.

—Eso, sobrino, es exactamente lo que temo. Que destruyas todo lo que hemos construido con tu arrogancia y tus malas decisiones.

—¿Malas decisiones? —replicó Ángelo, su tono aumentando en intensidad—. ¿Qué sabes tú de decisiones? Has pasado toda tu vida al margen, esperando que alguien más haga el trabajo sucio por ti. Yo, en cambio, he luchado, he sangrado por este clan. Así que no te atrevas a cuestionar mi capacidad.

La confrontación se volvió un intercambio feroz de palabras, cada frase cargada de reproches y resentimientos acumulados. Isabella, aunque incómoda por la intensidad, no pudo evitar sentirse atraída por la fuerza de Ángelo, por su determinación inquebrantable.

Finalmente, el tío de Ángelo se puso de pie, mirándolo directamente a los ojos.

—Esto no ha terminado, Ángelo. Puedes fingir que todo está bajo control, pero sabes tan bien como yo que el tiempo se acaba. Y cuando todo se derrumbe, no será a mí a quien culpen.

Con eso, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando atrás un silencio pesado. Isabella miró a Ángelo, quien seguía de pie, inmóvil, como una estatua.

La habitación de Isabella aún estaba impregnada por la tensión del enfrentamiento entre Ángelo y su tío. La figura de Ángelo dominaba el espacio como un espectro oscuro e implacable. Su mirada fija en la puerta tras la salida de su tío no reflejaba furia, sino algo mucho más peligroso: una calma calculada que, como una tormenta en espera, prometía devastación.

Isabella apenas se movió. Aunque había presenciado muchas confrontaciones, lo que acababa de ocurrir era diferente. Ángelo tenía un aire de poder absoluto que la inquietaba y fascinaba al mismo tiempo. Y esa presencia se volvió aún más palpable cuando él se giró para mirarla.

—Isabella —dijo con una voz grave y cargada de intensidad—, este juego acaba de empezar.

Ella asintió, sabiendo que, detrás de esas palabras, se escondía una realidad mucho más oscura.

—Esta noche —continuó—, necesito que vengas a mi habitación. Hay un asunto que debemos discutir. Algo importante, y tú serás parte de ello.

Isabella lo miró directamente, sin mostrar dudas.

—Estaré allí.

Ángelo mantuvo su mirada sobre ella por un momento más, como evaluándola, antes de girarse y salir de la habitación. El aire quedó pesado tras su partida, y Isabella sabía que la noche que se avecinaba no sería sencilla.

Horas más tarde, cuando las sombras de la mansión ya se habían extendido completamente, Isabella siguió a Ángelo hacia el comedor. Sabía que estarían enfrentándose nuevamente a las intrigas familiares, pero esta vez, algo era diferente. Podía sentirlo en la manera en que Ángelo caminaba, con un peligro palpable que parecía expandirse con cada paso.

Al cruzar el umbral, Isabella notó la hostilidad en las miradas que se dirigieron hacia Ángelo. Su tío y sus tres hijos estaban sentados, las expresiones de desprecio y arrogancia marcando cada línea de sus rostros. Entre ellos estaba Sairy, la ex-francotiradora, a quien Isabella ya conocía. Aunque la mujer no mostró animosidad, su postura rígida y profesional le recordaba que la situación estaba lejos de ser un asunto casual.

Ángelo se detuvo al lado de la mesa y, con un movimiento deliberado, tomó asiento. Su presencia era como la de un depredador que había entrado en territorio enemigo sin miedo. Isabella ocupó el asiento a su lado, manteniendo su postura firme.




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