Amar a Lucifer

17. Condenada a no poder morir

Escucho un goteo constante que zumba por mis oídos con tanta claridad como si estuviera dentro de mi cabeza, muevo los dedos y repiqueo lo que está debajo de mi con ellos, no tenía idea de lo que pasaba. Quería con todas mis fuerzas abrir los ojos, pero no podía.

—Oh simplemente no quieres hacerlo.

Esa voz de nuevo, era él. Siento como me toman del cuello y me sacuden hasta que mi espalda se estampa contra una superficie dura, solo ahí consigo que mis ojos se abran de golpe. Frente a mi esta Miguelo, con las manos descansando detrás de él, no se miraba muy feliz, aunque la última vez tampoco lo estaba.

Esta vez el lugar no es una asfixiante e infinita oscuridad, era un sitio blanco que emanaba tranquilidad. Me levanto de donde me encuentro recostada, escucho de nuevo el goteo incesante, dándome cuenta que el suelo está lleno de un agua cristalina que no moja nada de lo que se hunde en ella.

Mis pies sienten la frialdad, pero si los levanto siguen secos. Me distraigo intentando entender. Miguelo vuelve a carraspear la garganta para llamar mi atención, que en un suspiro ya se encuentra con él.

—¿Por qué me trajiste aquí?

—Para salvarte.

—No he pedido que nadie me salve.

—Sin embargo, si has pedido que te maten. —me rio de manera socarrona.

—¿Y has venido a cumplir eso? adelante, que sepas que no tengo intensiones de correr. —abro los brazos en una sutil invitación para mi muerte.

—La muerte te persigue Lilith, pero no para arrebatarte nada. Todo lo contrario, busca darte lo que perdiste.

—Ese es el problema, que no he perdido nada. No siento amor por Lucifer, no me siento parte de ustedes los celestiales y lo que es peor aún, no siento empatía por los demonios. Si su mundo desaparece no cambiara nada de mí, yo regresaría a la tierra y moriría años después, porque ese es el ciclo de la vida, nacer para morir. Todos buscan una clase de sacrificio de mi parte, pero se están equivocando de persona.

—Eres inconfundible. De pies a cabeza eres la imagen de un celestial.

—¡No lo soy! —grito enojada y cansada de que todos quieran que yo tome ese lugar como si lo hubiera pedido— Y si lo fuera, no tendría intensiones de meterme en su lucha. Por qué volver a ese lugar, con esas personas que lastimaron tanto a ese ser.

Mis lagrimas brotan como ríos en mis ojos, en una clase de tristeza y rabia guardada. Un sentimiento que sale de mí, pero se siente tan ajeno a la realidad de esta Lilith. Como si el daño fuera mío, pero no estaba en mi mente esos recuerdos.

—Estas en todo tu derecho de negarte.

—Pero no de elegir ¿Cierto? Todos buscan que me una a su lado, porque eso les asegura una victoria. Pero lamento decepcionarlos, no tengo poder, no tengo recuerdos, no tengo la convicción. Y si todo lo que me une con tanta fuerza a ella es mi parecido. Comprenderás que prefiero que mi cuerpo sea destruido, no voy a sacrificarme por alguien que no soy.

—Dices que no quieres sacrificarte por ella. Sin embargo, insistes con morir para que tu cuerpo no sea usado.

—Lo hago porque estoy cansada, de mi vida en la tierra.

—Penes que querias a Asmodeos y la vida que tienen juntos.

—Lo hago, pero no puedo borrar el dolor que me causaron los demás, la infinidad de golpes, las palabras, el frio de la soledad. Mi mente ya se siente cansada de resistir y se siente lista para descansar en la eternidad.

—Te he observado estoy últimos años, me alegro saber que estabas bien.

—Para quien estaba bien yo, tú no sabes nada de mí.

—Entonces cuéntame de ti.

LILITH

Mi cuerpo mancillado y roto, posiblemente desde que tenía uso de razón. Las palmas de mis manos se estrujan cada vez más sobre mis oídos, pero no era suficiente, aun escuchaba todo claramente. Me meto bajo las mantas para sentir un poco de su calor, escucho vidrios rotos y gritos que van de una persona a otra.

Esta era mi realidad diaria, morirme de hambre, de frio y soledad. Papá adormecía su desgracia con el alcohol, las drogas y placeres que no podía pagar, por eso las palizas que recibía nunca se acababan. Él apenas tenía veinticinco años, yo no había pedido nacer cuando ellos aun no tenían la edad legal. Eso era un hecho que me repetía a mí misma cada día.

—Tú no pediste nacer Lilith, no te sientas culpable por ellos.

Decidieron tenerme a pesar de que no tenían los recursos suficientes para coexistir ellos y mucho menos conmigo. Llevaba así siete años de mi vida, al menos los primeros cinco no había tenido el suficiente entendimiento, pero los dos que les siguieron le dieron un golpe de realidad a mi mente, entendía los gritos, los golpes me dolían genuinamente.

Podía oír mi estomago rugir de hambre y mi cama nunca se había sentido tan fría y desolada como lo hacía últimamente. Tenía la percepción de que mamá también hacia lo posible por seguir luchando contra esta cruel vida, pero su amor a mí, su carne, su sangre, no fue lo suficientemente fuerte. Eventualmente se cansó del maltrato, las carencias y todas las prohibiciones que no teníamos el lujo de pagar porque ni siquiera había para comer.




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