Die for you — Starset
Mis tropas de demonios comienzan la defensa desde lo terrestre. Esta guerra debía tener lugar aquí y ahora, pedir más tiempo era absurdo. No había nada que la detuviera y eso era algo que ambos bandos lo sabían, aunque con todo el razonamiento de la creación, tanto el cielo como el infierno quisieron aplazarla todo lo que se pudieran.
Pero parece que cien años evitando el final no fueron suficientes. Esta vez me aseguraría de ganarla por ella y sobre todo para ella. Esta vez sería capaz de darle el cielo y el infierno para que solo ella eligiera como vivir, sin ataduras, sin castigos y sin un creador que nos postre a sus pies. Haría que su castigo no fuera en vano.
Y si nosotros no podemos ganar entonces esos falsos celestiales tampoco lo harían, tengo el poder suficiente para hacerles frente y si he de morir me encargaría de llevarme a todos conmigo, yo ya sobreviví cien años sin ella y eso era todo lo que mi alma podría aguantar, una vida más sin Lilith a mi lado era una condena que no estaba dispuesto a cumplir de nuevo. De ser así, prefería la muerte divina.
Esta vez ya no habría una segunda reencarnación, otros mundos o profecías, este sería nuestro verdadero final. No importa si quedamos de pie o en cenizas, todo lo que pasara media vez fuera a su lado sería tocar la gloria.
La barrera de poder que cubre como un domo el territorio poblado tiene grietas por las que algunos celestiales logran entrar y batirse en duelo con los soldados malditos. Vuelo por los aires con mi cetro en mano, bueno...
Las consecuencias nos habían alcanzado y debíamos aceptarlas.
Lo único que hacia la barrera era realentar la matanza, pero no la acabaría, eso solo lo harían nuestras manos e instintos. Bajo hasta quedar hombro a hombro con Leviatán y Ammón. Debíamos darle prisa a la urgencia y que fuera lo que... Dios quisiera.
—Abriremos la barrera, de una u otra forma entraran y es mejor que seamos nosotros quienes los invitemos a morir.
Ellos dos me miran como si me hubiera vuelto loco, mis otros hermanos también se reúnen con nosotros. Ya no había más opciones ni salidas a donde correr, el tiempo nos había alcanzado inevitablemente.
Planto la vara de mi cetro con fuerza en el suelo y el rayo de poder que proviene de su gema roja apunta a la barrera en lo más alto, su poder me invita a levitar sobre el, cada uno de mis hermanos se suma a mí en el aire, con esto ya teníamos a seis intentando abrir la barrera.
—Seis guardianes. —gruñe Belcebú.
—Hay que intentarlo.
Digo y levanto mis manos al cielo para empezar abrir la barrera, siete demonios la crearon y sellaron y siete demonios deben abrirla. Pero no había tiempo para preocuparnos por la cantidad, tal vez las grietas que ya le habían hecho nos facilitarían abrirla.
Mis hermanos levantan sus manos y los seis damos nuestro poder para que se vaya disipando, pero el proceso es lento. Más celestiales se escabullen por donde pueden. Pero una horda de ellos aun aguarda su turno pegados a la barrera.
Otro rayo de poder de color verde me pasa por un lado y cuando mi cabeza se gira a mi izquierda veo a Asmodeos subir sus brazos junto con nosotros.
—Lo siento. —susurra.
No lo entendí los primeros segundos, pero luego su imagen me sacudió la mente tan fuerte que no sentí cuando la barrera se abrió por completo dándole paso a los celestiales. Trato de tomar a Asmodeos del hombro, pero una fuerza impacta contra mí y me arrastra varios metros junto a ella por el suelo.
No había tiempo de ir por nadie, la verdadera guerra había empezado, ruedo unos metros más cuando la fuerza que me impacta me suelta. La repentina sorpresa hace que se me dificulte pararme. Cuando levanto la mirada me impacta saber que al que tengo cara a cara es a Miguelo.
—¿Que estás haciendo?
—Tomando el lugar que me pertenece. No sabes lo bien que se siente tenerte postrado ante mí.
Nunca fuimos amigos, pero tampoco enemigos. Nunca ansió mi caída ni mi victoria, sus ideales simplemente estaban atados a lo que él creía justo, y me atrevía a decir que en algún punto de mi existencia yo le parecí justo.
Por qué luchar contra mi cuando ninguno de los dos tenía suficientes razones de peso.
—No está en mis planes matarte Miguelo, así que no te metas en mi camino. Mi pelea no es contra ti, es contra él. Tus soldados no merecen morir por la crueldad del creador, pero sin embargo para que mis súbditos vivan tengo que acabar con los tuyos.
Me pongo totalmente de pie y extiendo mis alas, el creador las tiño de ese color a modo de recordarme mi vergüenza, mi derrota. Pero hoy más que nunca las luciría, en símbolo que la maldad no se puede mitigar solo potenciar.
Me sacudo algunos escombros de la piel, solo tenía pequeños rasguños por la arrastrada, mientras que Miguelo se veía intacto, su habitual armadura no presentaba ningún golpe. Invoco mi cetro de nuevo a mí.
—Esto no será como la última vez, no voy a parar, así que vete con los tuyos antes de que ya no los quiera perdonar.
—Siempre tan arrogante. Para ser un demonio tan patético. Estúpidamente crees que puedes ganar.