Amar a Lucifer

15. Tú no puedes oírme sufrir

Justify — The Rasmus

Tiro todas las cosas a mi paso, está ira que me consume es como una enfermedad que solo se expande y no tiene tiempo de detenerse. Maldito Miguelo, toda la existencia estando a su estúpida sombra. Porque simplemente no se hace a un lado y deja que tome todo lo que me pertenece, por lo que he luchado.

Tenía la intención de ir a mis aposentos, pero mi cuerpo camina por si solo, cruzo pasillos y subo escalones que no tienen un punto final. Termino en las puertas de la torre del olvido, dos guardias se encuentran custodiando la entrada. Se sorprenden al ver a una visita en este lugar, la última vez que posiblemente vieron a alguien queriendo entrar sería ese día que encerraron a los últimos prisioneros.

—Señor Adamo. —ambos se rigen en una perfecta postura.

—Quiero entrar.

—Lo lamento señor, nosotros no otorgamos el permiso para entrar, solo el General Miguelo y el Creador pueden hacerlo.

Ese maldito de Miguelo de nuevo, escuchar su nombre me hacía querer destruirlo todo. Siempre estaba estorbando en mis planes. Suelto una sonora carcajada, los dos guardias se miran entre si, extiendo la mano y con el poder de mi mente atraigo la lanza de uno de ellos a mis manos. si este era mi miserable habilidad que ni por asomo era igual de poderosa que la de los demás, la iba a aprovechar.

Canalizo mi poder y levanto al segundo guardia a la distancia, lo lanzo contra el muro, el primero al verse desarmado solo es capaz de hacerme frente en una lucha cuerpo a cuerpo, en el primer segundo que se lanza sobre mi lo atravieso con su propia lanza y lo dejo incrustado contra el suelo y el arma.

El otro se recompone rápidamente y se lanza para apuñalarme, pero de nuevo lo levanto por los aires y dirijo su lanza para atravesarlo y dejarlo caer. Un mechón de cabello castaño me cae por la frente, lo pongo en su lugar y de igual manera arreglo mi capa sobre mis hombros. Veo los charcos de sangre que se forman abajo de los cuerpos de esos guardias que poco a poco están perdiendo su vitalidad.

—Gran torre del olvido muéstrame lo prohibido, todo aquello que está condenado a perderse en el abismo.

Recito la clave para que se abra, pasan unos segundos y de las grandes puertas se escuchan varios mecanismos siendo abiertos hasta que se abren por sí solos y me ceden el paso a su interior.

Hace mucho tiempo atrás, cuando Lilith había desaparecido del cielo y todo en mi existencia parecía ser un caos, el Creador me dio dos regalos, como compensación de lo que su hija me hizo. Si, solo había sido un gesto de lastima hacia mí. Pero no importaba, porque sus regalos no fueron simples baratijas.

Se me fue concedido la inmortalidad, para que gozara de una vida larga y pacífica, después de todo, no fue mi culpa lo que hizo Lilith yo no tenía por qué sentirme culpable de vivir más allá de lo que ella logro hacerlo. Pero una larga vida no sonaba como un verdadero regalo, no cuando eso significaba pasar la eternidad cargando con la sombra de dos celestiales que tuvieron un trágico final.

Un final del que todos me culpaban.

Tal vez el creador vio en el interior de mi alma o posiblemente me miraba tan patético a simple vista que mi segundo regalo fue, una compañera. Una esposa, alguien que debería siempre su vida a mí, alguien que fue hecha para amarme hasta el final de uno de los dos.

Creada de mi cuerpo, a imagen y semejanza de mis gustos. Ella debía ser mi creación, después de todo yo elegí cada cosa puesta en ella. El color de sus ojos, el de su cabello. El tono de su voz, fue difícil. Quería encontrar la perfección en la boca de alguien más, que cuando digiera mi nombre sonara tan bien que hiciera amarme más a mí mismo.

Pero las cosas pueden ser tuyas, pero no sentirse de tu propiedad. Aunque si no eran mías, no serían de nadie más. Fueron creadas para mí y prefería destruirlas que verlas escapar de entre mis manos.

Y así fue como mi esposa, mi creación, mi compañera, Evandria. Eligio de nuevo, a alguien más por sobre mí. No estaba dispuesto a repetir la historia de Lilith.

Evandria estaba llena de curiosidad por el nuevo mundo que le presentaba, aunque eso no impedía que toda su atención fuera mia, estaba hecha para amarme sin excepción, a estar de acuerdo con lo que decía, si era necesario, ella debía dar su vida por la mia.

Pero un cambia formas con la apariencia de una sucia serpiente la sedujo de forma vil y asquerosa, y aunque quise, no la pude proteger a tiempo, se la llevo. Hice todo lo que pude para encontrarla, pidiendo poder recuperarla, pero al verlos juntos, me di cuenta que ella quería esto.

Que lo quería a él, y que su abandono fue con toda la conciencia posible. No quiso lo que yo le di y lo que le daría si me lo pedía, de nuevo volvían a elegir a alguien que no era yo.

Una sombra de vacío se posa en mi rostro, mis pasos resuenan por ese único y frio pasillo de la torre del olvido, a cada paso que doy, las últimas dos celdas se ven con más claridad, casi vuelvo a perderme en el mar azul que eran sus ojos, aunque esa expresión de felicidad de antaño ya no era la misma. Después de todo, los dos ya habíamos perdido el propósito de nuestra creación.

—Adamo.

La voz que yo mismo elegí para escuchar decir mi nombre, ahora no me producía más que rabia que solo incrementaba con ese cambia formas frente a mí.




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