Amar a Lucifer

21. Días pasados: el quebranto de una trinidad Pt.1

Esas dos personas que brillan con tanta fuerza me miran de pies a cabeza, trato de mantenerme de pie impecable. Sus ojos verdes llaman a mi curiosidad, una pequeña sonrisa se desprende de sus labios pequeños y rojos. El hombre de cabello blanquecino y canoso a su lado le tiene una mano en el hombro. Y mantienen una postura aún más impecable que yo.

Mis ojos se pasean por sus rostros, por sus cuerpos y por todo el lugar que me parece desconocido, pero lo sentía tan mío. El señor pasa de mi con la mirada.

Le susurra algo al oído y luego deja la sala en total silencio, solo ella y yo quedamos dentro. Retrocedo algunos pasos cuando ella empieza a caminar en mi dirección. Trata de quedar lo más cerca posible de mí. Detallándome de pies a cabeza.

—¿Quién eres? —le pregunté.

Tratando de sonar tranquilo, aunque todo esto me parecía extraño, no tenía conciencia de nada, de un momento a otro simplemente abrí los ojos y ellos estaban delante de mí. Mi cuerpo no se sentía vivido, caso contrario a mi mente que tenía todo el conocimiento digno de una larga vida. Su voz cálida me despabila de mis incógnitas.

—Me llamo Lilith. —respondió ella, con una voz que era agradable a los oídos— Y tú, ¿cómo te llamas?

Esa pregunta me hace dudar, no había una palabra que me pareciera adecuada, posiblemente porque no tenía uno de esos nombres. Mis mejillas se tiñen de rojo por la extraña sensación que experimento.

—Vergüenza. —mi mirada sube rápidamente a ella.

—¿Vergüenza?

—Así se llama lo que experimentas ahora.

—Lo siento. —me apresuro a disculparme— creo que no tengo un nombre.

—Yo debería ser quien se disculpe, mi padre recién te ha creado. Era evidente que no tendrías nada de eso. ¿Me dejas elegir tu nombre?

Asiento torpemente, ella divaga por su mente con la mano apoyada en la barbilla. Pasan minutos largos hasta que su mirada se vuelve más brillante e intensa.

Sus ojos son filosos, como los de un depredador, pestañas largas y negras como la noche, dignas de cortinas finas de ocultan por instantes esos hermosos ojos verdes que parecen luz en la oscuridad. Era fácil quedar atrapado en ellos y difícil dejar de verlos.

—Lo tengo, tu nombre será... Adamo. ¿Te gusta?

—Adamo —repetí, sintiendo un poco de orgullo al decir mi nuevo nombre— Me parece bien.

Lilith sonrió y se acercó un poco más a mí para ofrecerme su mano. Pequeña, frágil, blanquecina y fina. Esas fueron las características que desde un inicio se plasmaron en mi mente acerca de sus manos.

—Es un placer conocerte entonces Adamo. He estado esperando tenerte.

Lo dude por un instante, pero acepte tomar su mano y desde ese momento mis cadenas se ataron, mi destino se decidió y mi existencia tuvo el motivo por el que fue concebida.

Tenía el cuerpo y la mente de un niño de diez años cuando el creador me hizo para ser compañero de su hija. Nunca me falto nada al lado de Lilith, había buena comida, todo lo material lo conseguía con solo pedirlo en su nombre. A su lado no había rechazo ni sentimientos de inferioridad de parte de los demás. Pensé.

Todos me llamaban un trofeo, no sabía lo que era. Nunca tuve la curiosidad de preguntar y si eso lo decían todos, era porque seguramente era algo maravilloso, porque nada ni nadie en los cielos era llamado así a excepción de mí, entonces significaba que era el único y me encargaría de ser el mejor.

No me di cuenta del paso del tiempo, mi cuerpo antes de niño ya se había quedado atrás hace diez años, me había desarrollado mejor, no solo en físico, también en mente, Lilith se encargó de enseñarme todo sobre los cielos, sobre la tierra que tanta curiosidad le daba. Dejé de ser un niño a su lado y me convertí en el hombre que fue creado para ella.

Alguien instruido para saciar todos sus deseos y caprichos. Era excitante dejar de verla hacia arriba y empezar a hacerlo por debajo de mi hombro, si en algo le ganaba era en altura. Me encantaba saber que ahora ella era quien me veía hacia arriba, llego un punto en que fuimos iguales, pero no duro mucho, el tiempo periódicamente te hace subir o bajar y a mí me hizo lo primero, quería quedarme para siempre en lo alto. Porque inevitablemente estaba destinado a quedarme siempre atrás, siendo su maldita sombra.

Nunca lo hubiera pensado así, pero los golpes te abren los ojos y a mí me los abrieron más de un par de veces.

—¿Que pasa bonito trofeo?

El siguiente empujón me manda al suelo donde me quedo con la mirada clavada en el suelo. Su pie se aprieta contra mi pecho y me retiene en el suelo.

—Mírate, un bonito trofeo que brilla tanto como un celestial, pero sin alas, sin poder, sin nada más que una linda repisa donde ser exhibido. Dime, como se siente ser una sombra rastrera atrás de ella. Sin duda lo disfrutas, después de todo, fuiste creado para eso, como una recompensa, un trofeo para ella ¿Por qué? por el simple hecho de ser la hija del creador y su existencia ya es un gran logro. Pero cuando ya no le sirvas de entretenimiento te mandara a morir en su nombre, así son ellos. Cuando tienes el poder de crear, destruir se vuelve un placer.

—Eso nunca pasara. —Me defiendo aun con la cabeza contra el suelo.




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