Amar A PuÑo Limpio

CAP 1 ASÍ COMENZÓ TODO.

El cielo estaba oscuro, como si algo anunciara que ese día no sería normal.

Margarita se revolvió entre las sábanas, murmurando palabras que ni ella entendía. Estaba atrapada en un sueño. Un sueño con fuego, una criatura oscura... y una voz extraña.

—No lo controles... o te destruirá —susurró la voz.

Despertó de golpe, sudando frío.

—¿Otra vez soñando tonterías? Estoy mal —gruño,
Dejandoce caer nuevamente en la cama.

Se puso de lado y vió el despertador que estaba en la mesita de noche, ya eran las ocho de la mañana y rapidamente se puso de pie

Se cambió la ropa rápido y fue directo al cuarto del fondo, donde colgaba su bolsa de boxeo. Necesitaba sacar toda esa tensión. Como siempre.

Ahí, entre golpe y golpe, apareció su madre con una cara muy particular.

—ah aqui estas Margarita ¿podrias venir a la sala un momento?

—Si ya termino y voy.

Margarita entró a la sala secándose el sudor de la frente con una toalla. Apenas escuchó lo que su madre le dijo, pegó el grito en el cielo.

—¡¿Qué es lo que te ocurre, mamá?! ¡No me casaré con alguien que ni siquiera conozco!

—Tranquila, cielo, solo es cuestión de que se conozcan —respondió su madre con calma.

—Sí, Margarita, solo eso —agregó Matías, su hermano mayor.

—¡Callate, no te metas! Seguro también estás involucrado en esto —Dijo Margarita, sin faltar al respeto, pero visiblemente molesta.

—Mamá… ¿aunque sea lo conocés?

—Jajaja... no —respondió la madre, con una sonrisa nerviosa.

En otro lugar, a varios kilómetros, Ricardo corría por la calle.

—¡Ricardo, vulve aqui! —gritó su madre, persiguiéndolo.

—¡No lo haré!

La pelea comenzó. La madre de Ricardo era fuerte; lo había criado sola desde la muerte de su esposo, y eso la había hecho dura.

—¿¡Cómo pudiste comprometerme sin preguntarme nada!? —exclamó Ricardo, empujándola.

Ella Se mantuvo de pie.

—Volveré a Ciudad del Este —dijo Ricardo, colgándose la mochila al hombro—.Tu quedate si querés —añadió, dándose la vuelta para irse.

Pero su madre lo tomó del cabello, ese cabello negro semilargo que le caía hasta el cuello.

—¡Ayyy!

—Vas a venir conmigo, quieras o no —dijo firme, y con un movimiento rápido… ¡zas!, lo noqueó con un solo golpe.

—Ya basta de dramas —murmuró, arrastrándolo con ella como si fuera una valija.

De vuelta en la casa de Margarita, ella seguía indignada.

—¡Esto no puede estar pasando!

Mateo, su hermano del medio, se le acercó con un vaso de agua.

—Oye… si es feo, lo dejás —bromeó.

—¡No ayudas, Mateo!

Matías apareció con un trapo al hombro y el delantal puesto.

—Ay, hermanita, escuchá… Las intenciones de mamá son buenas. Además,.. como sabés, alguien tiene que encargarse del negocio.

—¡Pero Matías, yo podria hacerlo perfectamente sola!

—Lo sé, eres muy capaz. Pero también es pesado. Hacemos de todo, pero buscar la leña, cortarla, atender el negocio… todo junto, es difícil.

—¡Pero están ustedes!

—Yo nunca voy a pisar ese lugar, Margarita y tu lo sabes bien. Me gusta estar en casa. —dijo Matías, sin vueltas.

—¿Y Mateo?

—Sabés muy bien que él no es de ese bando. Le gusta más dibujar, hacer decoraciones… dudo que lo haga —contestó Matías.

—Es verdad… —murmuró Margarita.

—Escuchá, Margarita —dijo Mateo con su voz suave—. A mí no me interesa mucho lo del negocio, soy más de ilustraciones. A Matías le gusta lo de la cocina, pero no quiere ir. Además, tu todavía vas a la escuela. Estás en primer curso, y yo en tercero. Aun eres una niña. Por eso mamá lo hizo, quiere que tengas a alguien que te ayude.

—Pero yo...

Ding-dong.

El timbre sonó. Margarita tragó saliva.

_uh?

—¿Quién podrá ser...? —murmuró Matías mientras se acercaba a la puerta.
Al abrir, se encontró con una mujer de unos 40 años, de buen físico, ojos marrones que casi parecían azules, y una larga melena negra. Cargaba en la espalda a un chico de cabello negro semi largo recogido en una coleta. A su lado había unas maletas grandes.

—Pasen, por favor —dijo Matías, sorprendido pero amable. Luego, giró hacia el interior de la casa—.
¡Mamá! ¡Llegó una mujer!

La mujer recostó a su hijo en el sofá de la sala. Al ver a doña Isabel bajar las escaleras, se levantó con una sonrisa.

—¡Hola, Isabel! ¡Tanto tiempo! —saludó con alegría.

—¡Ay, Mariana! ¡Qué gusto que estés aquí! —respondió Isabel emocionada.

Acto seguido, presentó a la visitante como Mariana Carla de Mendoza, su mejor amiga de la infancia.

—¿Y tu hijo? —preguntó Isabel.

—Ahí está —respondió Mariana, señalando al joven que seguía inconsciente en el sofá.

Margarita se acercó en silencio, se sentó frente a él y lo observó con seriedad.
Entre ceja y ceja, lo analizó como si ya no le hubiera caído bien.

Mientras tanto, en la cocina, Matías sirvió tazas de café para las dos mujeres y vasos de agua para él y su hermano Mateo.

—¿Ya se lo dijiste? —preguntó Mariana.

—Así es… Pero no lo tomó muy bien —suspiró Isabel.

—Es normal. Ricardo tampoco lo tomó bien. Tuvimos un altercado de camino —respondió Mariana, llevándose una mano al cuello.

—Ay no… Espero que no nos estemos equivocando con esto —dijo Isabel preocupada.

Ambas suspiraron al mismo tiempo, mientras, en la sala, Ricardo comenzaba a recuperar la conciencia.

—Mamá… Tía … ya despertó —avisó Margarita, sin apartar la vista del muchacho.

—¡Qué bien, ya despertó! —dijo Mariana, acercándose.

Ricardo se incorporó poco a poco, llevándose una mano a la cabeza con un gesto de dolor.
Sus ojos rojos recorrieron el lugar con confusión.

—¿Dónde… estoy? —preguntó frunciendo el ceño.

—En la casa de tu futura esposa —respondió su madre, con una sonrisa como si todo fuera completamente normal.

Ricardo la miró como si hubiera dicho una locura. Luego, giró lentamente la vista hacia Margarita, que lo miraba desde el sofá, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.



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En el texto hay: romace comedia drama

Editado: 03.08.2025

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