Amar A PuÑo Limpio

CAP 3 ¿todavía sugue?

Margarita y Ricardo caminaban hacia el colegio. Ricardo, con ojos aburridos, caminaba por las murallas de las casas, y Margarita lo seguía desde abajo. En eso, Ricardo soltó un bostezo estirándose.

—¿Uh, qué te pasa? ¿Acaso no dormiste bien? —dijo Margarita.

—No. Tuve puras pesadillas.

—Entonces te pido que no te acerques a mí en todo el día.

—¿Uh, por qué?

—No me gusta estar cerca de un hombre con ojeras.

—Ah, pues mira, yo tampoco quiero estar cerca de una chica marimacha.

Dijo antes de sacarle la lengua.

Margarita gruñó y también le hizo lo mismo, solo que estirando uno de sus ojos hacia abajo.

—Oye, hazlo otra vez, te ves graciosa.

—Pues tú te ves como un tonto, por cierto.

—Uy, la marimacha está mostrando su verdadero ser.

—¡Ay, ya cierra la boca! Llegaremos tarde por tu culpa, tarado, camina.

Margarita aceleró el paso y Ricardo la seguía.

A medida que se acercaban, distinguieron la silueta de alguien parado cerca de las rejas.

—Eh... ¿quién es ese? —preguntó Ricardo, entrecerrando los ojos.

—Ah, es Brahian —respondió Margarita con un tono incómodo.

—¿¡Qué!? —soltó Ricardo.

Apenas cruzaron las rejas de entrada, Brahian se adelantó y los interceptó con una expresión intensa.

—¿Qué pasa contigo? ¿No me vas a dejar en paz? —refunfuñó Ricardo.

—No te creas tan importante, tonto. No estoy esperando por ti —le contestó Brahian con desdén, antes de ignorarlo por completo.

Sin previo aviso, Brahian saltó al frente de Ricardo, lo esquivó con agilidad y se plantó frente a Margarita. Le tomó las manos con una sonrisa exageradamente dramática.

—Mi hermosa flor, ¿cómo amaneciste? Te ves tan radiante como el sol en primavera...

—¡No me toques, Brahian! —le dijo Margarita, apartando sus manos de golpe—. Ya déjame en paz, por favor.

Sin darle tiempo a responder, lo esquivó y siguió caminando hacia la entrada del colegio, dejando a Brahian con las manos en el aire... y a Ricardo conteniendo la risa.

Al entrar a clase, todos los ojos se clavaron en ellos como si fueran celebridades de un reality show.

—Miren, ya llegaron los tortolitos —bromeó un compañero desde el fondo.

—¿¡Qué dijiste!? —saltaron Ricardo y Margarita al unísono.

—N-nada, nada —respondió el chico, tragando saliva.

Ricardo estaba a punto de contestar algo más cuando el profesor entró golpeando dos veces las palmas.

—Bueno, basta de teatro. Ya comenzó la clase, siéntense.

El profesor comenzó con la lista.

Mientras tanto, Margarita intentaba enfocarse, pero algo en Ricardo la molestaba.

Ya en el receso, Margarita fue a caminar por el campus con su amiga, mientras Ricardo iba a jugar un poco de partidos.

Brahian, sentado cerca de unos bancos que rodeaban un árbol, comiendo un helado, estaba planeando cómo vencer a Ricardo para quedarse con Margarita. En eso, Mateo se acerca a su lado.

—¿Qué haces?

—Nada que te importe.

—Uh —dijo Mateo, tratando de descifrar hacia dónde tenía la mirada posada. Brahian estaba mirando a Margarita.

Mateo agarró la tapa de un bote de basura y le golpeó la cabeza a Brahian.

—¿Ya despertaste? Ya deja en paz a mi hermana.

—Eso me dolió mucho, Mateo Velásquez. Pero no lo haré, no es culpa mía que esa joven sea tan bonita y con un carácter tan fuerte. Es difícil resistirse.

—Ay, eres un caso perdido, me voy —dijo Mateo dándose la vuelta para irse.

Ricardo estaba jugando partido ya; cuando descansaban, fue a tomar un poco de agua.

—Oye, Ricardo —dijo uno de sus compañeros.

—Uh.

—Juegas muy bien, ¿dónde aprendiste a jugar así? Lo haces estupendo.

—Ah, solo fue suerte.

Mateo estaba caminando por ese lugar, escuchó lo que le dijeron y se acercó. Le dio un pinchazo con el palillo del chupetín que estaba comiendo.

—No seas modesto, Ricardo, te están haciendo un cumplido.

—Jajajaja, no importa, igual gracias.

En ese tiempo sonó el timbre de entrada al aula, así que todos se dirigieron a sus clases.

Volviendo a clase, Ricardo vio desde una ventana a Brahian entregándole una flor a Margarita, quien la recibió rápidamente, luego siguió mirando la flor. Sentía algo extraño al mirarla, sentía tristeza.

En eso, Ricardo gritó desde la ventana:

—Oye, si no te apresuras, te quedarás afuera.

Cuando él gritó, Margarita lo miró y se apresuró.

Luego de unas horas más de colegio, Margarita y Ricardo volvieron a casa.

—Ya volví —dijo Margarita.

—Ya llegué —dijo Ricardo.

—Bienvenidos —dijo Matías desde la cocina preparando la cena.

Las madres de ambos estaban jugando trucos (barajas).

—Bienvenidos —dijeron las dos.

Margarita fue a cambiarse para ir a golpear un poco su saco de box; Ricardo se le adelantó y fue al salón donde estaba la bolsa de box para descansar. Margarita entró.

—¿Qué haces aquí?

—Haikue ndaikatui piko ni ape aí (ay, ¿qué acaso ni puedo estar aquí?).

—No nahaniri (no, no puedes).

—Ash —dijo Ricardo.

Luego entró Mateo con su celular en la mano.

—Mira, Ricardo, este mensaje me lo pasó Brahian, léelo.

—¿Uh? —Ricardo tomó el celular y comenzó a leer—. Y dale la mula al trigo, qué este tipo no se cansa.

—¿Qué dice? —dijo Margarita.

—Dice que quiere verme mañana a las 4 de la tarde, dice que para una revancha.

—Bien, ¿y irás? —dijo Mateo.

—Por supuesto que iré, no soy un cobarde.

—Bien, yo ya cumplí con avisarte —dijo Mateo antes de irse.

—Oye, Ricardo, ¿en serio irás? —dijo Margarita.

—Claro que sí.

—Eres un tonto, Brahian no se rinde con nada. Si lo vuelves a vencer, te seguirá molestando.

Margarita se levantó y comenzó a golpear el saco de box.

—¿Pero qué le puedo hacer? La pelea está en mis venas, soy un imán para ellas.

—¿O es que estás así porque ese bobo te dio una flor y te dijo unas cuantas palabras bonitas?



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En el texto hay: romace comedia drama

Editado: 01.09.2025

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