Amar A PuÑo Limpio

CAP 16: EL CARAMELO ENVENENADO O ALGO ASI

Al día siguiente, Ricardo volvió a despertar con la misma pesadilla. Cada vez era más frecuente. Se levantó sudoroso y fue directo a ducharse.

Margarita ya estaba abajo desayunando con la familia cuando Ricardo bajó.

—Hasta que despiertas —dijo Mariana.

—Si fuera por mí, no me hubiera levantado —respondió Ricardo, cansado.

—Se nota —murmuró Margarita.

—¿Qué dijiste? —preguntó él, frunciendo el ceño.

—Nada… —replicó ella, bajando la mirada.

—Por ahora tienes ojeras, Ricardo. ¿Acaso no duermes bien? —preguntó Isabel, preocupada.

—No es eso… es que… tengo insomnio, nada más —contestó Ricardo.

—Bueno, yo ya me voy —dijo Mateo levantándose.

—¡Oye, esperame! —exclamó Margarita, tomando su mochila y siguiéndolo.

—¡Oigan, espérenme! —añadió Ricardo corriendo tras ellos.

Cuando llegaron al colegio, Dahiana ya estaba allí. La chica linda del otro día.

Ricardo, al verla, volvió a entrar en pánico. Ella corrió hacia él, lo abrazó y le dio un beso en la mejilla. Luego, con una sonrisa desafiante, miró a Margarita.

Margarita no mostró emoción alguna, aunque en el fondo algo la incomodaba.

—¿Qué hacés aquí? —preguntó Ricardo, nervioso.

—Vine a verte. Me mudé al colegio de aquí cerca. No pude entrar en el tuyo, pero al menos… puedo venir a visitarte —dijo ella sonriendo.

Luego, giró hacia Margarita.

—Eres Margarita, ¿verdad?

—Así es —respondió ella con calma.

—Te reto a un duelo. Aquí y ahora.

—¿En serio tú a mí? Por favor, no me hagas reír —dijo Margarita, cruzándose de brazos.

—¿Crees que bromeo? —replicó Dahiana con un tono burlón.

—Sí.

—La que gane se quedará con Ricardo. Y la que pierda tendrá que dejarlo.

—Ay, querida… te lo regalo en bolsa de regalo si querés —dijo Margarita con ironía.

—¡Margarita, ayúdame! —suplicó Ricardo, escondiéndose detrás de ella.

—¿Qué, acaso tenés miedo? —molestó Dahiana.

Margarita la miró fijamente.

—¿Miedo yo a ti? Claro que no. Bien… acepto tu duelo.

En ese instante sonó la campanilla de entrada.

—En el receso vendré a buscarte. Que te quede claro —dijo Dahiana, girándose.

—Aquí estaré —respondió Margarita entrando al aula.

—Gracias por no dejarme solo —murmuró Ricardo.

—No lo hago por ti… sino porque esa chica me molestó.

—Igual, gracias.

En la clase de química, Margarita estaba distraída. Su orgullo estaba herido: ¿cómo se atrevía Dahiana a desafiarla? Ella no quería admitirlo, pero algo la picaba por dentro.

Cuando llegó el receso, un compañero avisó:

—Ricardo, hay una mujer en la entrada preguntando por ti.

Él pensó que era Mariana, pero al llegar vio a Dahiana corriendo a abrazarlo. Ricardo la esquivó.

—¡Ya basta, Ferreira! No te acerques. ¿Qué es lo que querés de mí? ¡Creí que había quedado claro con lo que me habías dicho! —gritó.

Recordó el pasado: Dahiana había sido su compañera en la escuela anterior. Él le confesó sus sentimientos, pero ella lo rechazó cruelmente al descubrir su secreto. Después, quiso acercarse, pero ya era tarde. Ricardo había decidido alejarse.

—Sí, te rechacé… pero pensé bien las cosas. Ricardo, yo te quiero. Lo que tenés no es nada… —balbuceó ella.

—¡Cerrá la boca! ¡No quiero escucharte! Alejate de Margarita y de mí —gritó Ricardo con furia.

Dahiana lo miró con ojos encendidos.

—Ya hice un duelo, y lo voy a cumplir. Ricardo, vas a ser mío. Ella no se interpondrá más.

Y salió corriendo hacia la cancha.

Margarita ya la esperaba sentada en el pasto con Peter, el conejo, en brazos. Cuando la vio llegar, lo dejó a un lado y se levantó.

—Escucha, alejate de Ricardo. Por tu culpa no me acepta —escupió Dahiana.

—¿Estás loca? Yo no estoy con él por gusto, sino por el compromiso.

—Si tu no existieras, ese compromiso no estaría. ¡Me voy a deshacer de ti!

Ambas se lanzaron a pelear. Peter intentó ayudar, pero Dahiana le dio un codazo que lo dejó inconsciente.

Margarita atacaba con furia, pero Dahiana era rápida, esquivaba y contraatacaba. Entonces sacó de su bolsillo una bolsa de caramelos envueltos en papel dorado.

—¿Caramelos? ¿Qué pretendés con eso? —dijo Margarita con desconfianza.

Dahiana sonrió maliciosamente.

En un movimiento veloz, saltó sobre Margarita y le metió un caramelo en la boca. Margarita no lo trago pero Dahiana le dio un golpe qué hizo a Margarita tragarlo, de pronto, todo se volvió negro. Y sucuerpo cayó al suelo, inerte.

—Ya no te metas en mi camino. Ricardo es mío, siempre lo fue y siempre lo será… porque yo lo conocí primero —dijo Dahiana alejándose triunfante.

Peter despertó minutos después y, asustado, trató de mover a Margarita.

Ricardo, bajo un árbol, pensaba que Margarita ya habría derrotado a Dahiana. Pasaban los minutos, llegó la hora de volver a clases y ella no estaba. Pensó que estaría en el sanitario, pero al pasar un rato que no regresaba, algo en su interior lo inquietó.

Pidió permiso y salió corriendo. comenzó a buscarla, llamándola por los pasillos.

—¡Margarita! ¿Dónde estás?

El miedo crecía.

—Eres una tonta… si se te hacía difícil, debiste rendirte… —susurró, apretando los dientes.

Finalmente, al abrir la puerta que daba al patio, la vio. Margarita yacía en el suelo.

Ricardo corrió hasta ella, la sostuvo en sus brazos y apoyó su cabeza contra su pecho.

—¡Margarita, despertá! ¡Despertá, por favor! —dijo, moviéndola suavemente.

Su voz temblaba.

—¡Rosaura Margarita! —gritó con desesperación—. ¡Abre los ojos, maldita sea!

La escena lo quebró. Por primera vez, Ricardo entendió cuánto le importaba.



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En el texto hay: romace comedia drama

Editado: 18.09.2025

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