Amar A PuÑo Limpio

CAP 18:RECUERDAME YA.

Capítulo 18 – El secreto del “Dulce Olvido”

El doctor Joaquín cerró el libro con firmeza y miró a ambos con gesto serio.

—Sí… no hay duda. Ese caramelo era el Dulce Olvido.

Margarita frunció el ceño.

—¿Y qué se supone que significa eso, doctor?

—Es un dulce extraño, muy antiguo —explicó Joaquín, ajustándose los lentes—. No se consigue fácilmente. Se dice que fue creado por una anciana hace siglos. Ella quería que la gente olvidara lo que les molestaba o inquietaba… pero el caramelo se salió de control. Poco a poco, quienes lo probaban comenzaron a olvidarse de todo… incluso de su propio nombre. Por eso, al ingerirse, borra recuerdos específicos. Todo depende de la intención con la que alguien lo entregue. Aunque… no estoy seguro de si lo de perder completamente la memoria aún sigue vigente.

Ricardo apretó los puños.

—¡Lo sabía! Esa Dahiana lo planeó todo.

Margarita lo miró extrañada.

—¿Dahiana? ¿La chica con la que peleé?

Él asintió con rabia contenida.

—Te dio el caramelo a propósito… para que me olvidaras. Y si no recuperamos el antídoto rápido, vas a olvidar hasta cómo leer.

Margarita se quedó en silencio. Llevó una mano a su pecho.

—Eso… no puede ser.

—¿Recuperar el antídoto? —repitió Joaquín.

—Así es. —Ricardo respiró hondo—. Antes de venir, fui a ver a Dahiana. Ella me mostró un chocolate envuelto en un papel cristalino y me dijo que era el antídoto… pero lo destruyó.

—¡Qué cosa! —dijo Joaquín, sorprendido.

—Así es.

—¿Y por qué lo hizo?

—Porque está obsesionada conmigo. Quiere que la acepte para darme el antídoto, aunque sea solo para devolverle la memoria a Margarita. Pero prefiero morir antes que aceptar algo así. Además… está medio loca. Es capaz de todo.

—Deviste aceptar es por un bien mayor… —murmuró Joaquín.

—Doctor, ¿hay alguna otra forma de revertirlo? —preguntó Ricardo, con un dejo de desesperación.

Joaquín suspiró pesadamente.

—Sí… aunque ese chocolate era el antídoto más fácil de usar, existe otra opción. Según este libro, lo creó un hombre poco antes de morir. Sin embargo, todavía hay un atajo. El antídoto puede prepararse de nuevo, aunque no será sencillo.

—¿Qué necesitamos? —apresuró Ricardo.

—Un ingrediente especial: el néctar de luna. Solo se obtiene de una flor que florece una vez cada cien noches y luego muere. —El doctor revisó la fecha en su celular y levantó la vista con asombro—. Y mañana será una de esas noches.

Ricardo abrió los ojos con fuerza.

—Entonces hay que ir a buscarlo.

El doctor negó con la cabeza.

—No es tan fácil, muchacho. La flor crece en lo alto del Cerro Corá.

—¿Tan lejos? —dijo Ricardo.

—Así es. El camino está lleno de trampas naturales… y de guardianes.

—¿Guardianes? —preguntó Margarita, confundida.

—Sí —respondió Joaquín con seriedad—. Criaturas mágicas protegen la flor para que no caiga en malas manos.

Ricardo esbozó una sonrisa de medio lado.

—No me importa. Si eso es lo que hace falta para que ella al fin me recuerde, voy a conseguirlo. Y no solo por mí… tampoco quiero que olvide a tu familia.

Ella lo observó con una mezcla de sorpresa y ternura.

—No entiendo por qué harías tanto lío por mí… si apenas… bueno, ni siquiera sé quién eres.

Ricardo bajó la mirada, dolido, pero enseguida apretó los dientes y se armó de valor.

—Porque no es divertido cuando no me recuerdas.

El silencio llenó el consultorio. Afuera, el cielo comenzaba a oscurecer, y el canto de los grillos presagiaba el inicio de una noche distinta. Una de esas noches raras, en que la Flor de Luna estaba por abrir sus pétalos.

Y con ella, comenzaba la verdadera prueba.

De regreso a casa

Al despedirse del doctor Joaquín, Ricardo y Margarita caminaron hacia la casa.

—¿Por qué me estás siguiendo? —preguntó ella.

—Vivo por aquí —respondió él, serio.

Al llegar, Margarita entró primero y Ricardo detrás de ella.

—Ya llegué —avisó.

—¡Hola, Ricardo! ¡Hola, Margarita! —dijo Matías, cargando un cesto de ropa limpia.

Los demás también los recibieron.

Margarita, confundida, preguntó en voz alta:

—¿Ustedes tambien conocen a este chico?

—uh si respondieron todos

—Ricardo, ¿qué le hiciste hoy a Margarita para que esté tan enojada contigo? —habló Mariana.

—¡Nada! —respondió él, incómodo.

—Lo digo en serio… ¿quién es este muchacho? ¿Y tú también quién eres? —insistió Margarita.

—Ya en serio, Ricardo, ¿qué le hiciste? —repitió Mariana.

—¡Nada! —gritó él.

Margarita los miró a los dos, confundida.

—¿Quiénes son ustedes?

Mateo intervino.

—Margarita, es Ricardo. Y Mariana vive aquí desde hace meses.

—¿Estás bien? —preguntó Isabel—. ¿Por qué no recuerdas a Ricardo ni a Mariana?

Ricardo, con el corazón encogido, comenzó a contarles todo desde el principio: el caramelo, Dahiana, el antídoto perdido y la única oportunidad que les quedaba.

Isabel lo escuchó con el rostro serio.

—Con que eso pasó…

Mariana lo miró con reproche.

—Siempre tienes que ser tu.

De pronto, Isabel se acercó a Ricardo y lo tomó del hombro con fuerza.

—¡Ricardo, tienes que hacer TODO lo posible para encontrar esa bendita flor! ¡Porque si no lo haces, te prohíbo la entrada a esta casa! —gritó con furia.

—Sí, lo haré —respondió Ricardo, temblando—. Iré ahora mismo. Solo tomaré mi mochila y mi ropa.

Subió las escaleras apresurado, pero antes de salir, Héctor apareció en el pasillo.

—¿A dónde vas?

—¿A dónde crees?

—Escuché lo que dijiste.

—¿Y qué?

—Iré contigo.

—¡Te volviste loco! No dejaré que vengas.

—¿Por qué no?

—Porque no.

—La verdad no me importa si quieres o no. Voy a ir de todas formas. No dejaré que Margarita esté en tus manos.

—Eres un…

—Ya, camina. —Héctor lo interrumpió—. Vamos.



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En el texto hay: romace comedia drama

Editado: 11.10.2025

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