Amar A PuÑo Limpio

CAP 19: TODO VOLVIÓ A LA NORMALIDAD

—¡Que me dejes! —gritó Margarita, alejándolo con fuerza y tirándolo al piso—. ¡No me toques, atrevido!

—¡Ay! —se quejó Ricardo desde el suelo, adolorido—. Qué tosca eres… ¿Por qué me tratas así? ¿Ahora qué hice?

—Es lo que estabas haciendo lo que me molesta. Ya sé que no te recuerdo, ¡y ya basta! —respondió ella, con la voz quebrada de enojo.

—Eres mala, ¿lo sabías? —replicó él, levantándose poco a poco—. A ti no se te puede acercar ni una mosca porque la matas.

—¡Cállate!

—¿Por qué, si estoy diciendo la verdad? Eres demasiado tosca… —su voz se endureció—. Eres malhumorada… y además fea.

Cada palabra fue como un golpe. Margarita se quedó quieta, sintiendo cómo esas frases le retumbaban en la cabeza. Algo en su interior se estremeció. Esa forma brusca, esas discusiones… era como si ya lo hubiera vivido antes.

Se llevó una mano a la cabeza, como si le dieran golpes.

—¿Qué… qué me está pasando? —susurró.

Imágenes borrosas comenzaron a aparecer en la mente de ella: discusiones pasadas, momentos juntos, una voz que la llamaba de la misma manera. Cada insulto de Ricardo parecía abrirle una grieta a su memoria perdida.

—¡Cállate ya, Ricardo! —gritó Margarita, dándole un golpe fuerte que volvió a tirarlo al piso.

Ricardo se quedó allí, mirándola desde el suelo.

—¿Qué es lo que te pasa? —gritó—. Uh ¿Acaso ya me recordaste? —exclamó con esperanza en los ojos.

—¿Cómo podría olvidar tu estúpida cara, imbécil?

Ricardo se levantó emocionado y la abrazó.

—¡Qué bien que ya me recuerdas!

—¡No me toques, imbécil! —dijo Margarita, apartándolo de un empujón y saliendo de la habitación.

Ricardo, aún emocionado, corrió al comedor y les contó a todos que Margarita lo había recordado.

Al día siguiente, ya con todos reunidos en el comedor…

—Margarita —dijo Isabel.

—Dime, mamá.

—¿Ya recordaste a ellos dos?

—¿A quiénes? ¿A la tía Mariana y a este imbécil?

—¡Ay, mi niña, al fin regresaste! —dijo Isabel, abrazando a Margarita.

Luego de unos minutos, Margarita, Ricardo y Mateo fueron hacia el colegio. Solo que Mateo se adelantó, y Ricardo y Margarita pasaron primero por el consultorio del doctor Joaquín.

—A ver, déjame revisar tu cabeza, Margarita —dijo Joaquín, tocando suavemente la frente de la muchacha—. Y dime, Ricardo, ¿cómo dices que Margarita te recordó?

—Pues… estaba diciéndole unas cuantas cosas y ella me golpeó.

—Ah, ya veo… —respondió Joaquín, acomodándose frente a Margarita—. Dime, Saura, ¿cómo te sentiste al pelear ayer con Ricardo?

—¡¿Qué?! ¡No peleamos, doctor! —interrumpió Ricardo, alterado.

—Bueno, bueno… Margarita, responde.

—Pues… no sentí nada raro, solo que me dieron como puntadas en la cabeza.

—Ricardo, ¿no habías conseguido la flor, verdad?

—No, no la conseguí.

—Entonces el caramelo que te dio esa chica no hizo todo el efecto que debía.

—¿Qué? —dijeron ambos al mismo tiempo.

—Según este libro —explicó Joaquín, mostrándolo—, se necesitan de siete a ocho días para que el caramelo haga por completo el borrado de la memoria de lo específico claro. Por eso Margarita pudo recordarte otra vez. Ya está fuera de peligro. Ahora lo que tienes que hacer es cuidarte más de lo que comes, Margarita. No dejes que nadie te meta cosas en la boca si no sabes lo que son.

Ricardo asintió, aliviado, mientras Joaquín se despedía de ellos.

Margarita caminaba relajada unos pasos adelante, y Ricardo, detrás de ella, con la cabeza baja pero con una sonrisa ensanchada.

—Aunque sea… otra vez me recordó. Me alegra que me haya recordado —susurró para sí mismo—. Ahora ya no será aburrido.

—¿Dijiste algo? —preguntó Margarita, girando la cabeza.

—Uh… no, nada —respondió Ricardo, apresurando el paso para caminar a su lado.

Y así, ambos se dirigieron al colegio.



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En el texto hay: romace comedia drama

Editado: 11.10.2025

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