Luego de la brutal lucha contra Raphael, Ricardo cayó desmayado.
Margarita, con el corazón latiéndole a mil, lo cargó como pudo hasta la enfermería.
El tiempo pasaba despacio, pero poco a poco Ricardo fue recuperando la conciencia. Su respiración se estabilizó y entreabrió los ojos, aún aturdido.
Lo primero que percibió no fue la luz ni las voces, sino un aroma intenso que lo envolvía. Un olor dulce, embriagante, como a flores mezcladas con miel.
Ricardo parpadeó varias veces, confundido.
—¿Qué… qué es este aroma? —pensó—. Es tan fuerte… tan cálido… ¿flores? ¿perfume? No… es distinto, es… —Sintió las orejas arder.
—¡Ricardo! —la voz de Margarita lo sacó de sus pensamientos—. ¿Estás bien? —preguntó con genuina preocupación, inclinándose hacia él.
Él la miró, y el aroma se intensificó aún más. Trató de no mostrar nada, pero su rostro se enrojeció apenas.
—Sí, sí… estoy bien —respondió atropelladamente, incorporándose demasiado rápido.
—¿Seguro? —replicó Margarita, alzando una ceja.
—Claro, claro… no es nada —dijo, rascándose la nuca, nervioso.
Por dentro, no podía evitar pensar:
"Demonios… ¿por qué huele así? ¿Desde cuándo?"
—Oye, Margarita… ¿qué perfume te pusiste? —preguntó disimulando.
—¿Perfume? Ninguno. Seguro lo que hueles es el desodorante de ambiente.
—Ah… claro, debe ser eso —mintió, cada vez más intrigado—. ¿Podrías darme un poco de agua?
—Sírvete tú.
—Ay, porfis.
—Está bien… —dijo, girándose hacia la mesa.
En ese instante, Ricardo se inclinó ligeramente hacia ella, solo para comprobar si el olor provenía del ambiente o de ella. Le bastaron dos segundos para confirmarlo.
El aroma era suyo.
—Toma —dijo Margarita, entregándole el vaso.
—Gracias —respondió, bebiendo rápido mientras intentaba calmarse.
"El olor es de ella… pero no usó perfume. Entonces, ¿por qué?"
El collar de Ricardo brilló levemente. Él lo cubrió con la mano.
"¿Acaso mi olfato se agudizó?…" pensó, algo mareado.
—Ricardo, ¿seguro que estás bien?
—¿Eh? Ah, sí, sí… estoy bien. Oye, ¿y el festival?
—Ya terminó —dijo ella sonriendo—. Estuviste inconsciente bastante rato. Ya son las seis de la tarde.
—Perdón… no te divertiste por mi culpa.
—Tranquilo, solo ya vámonos —dijo Margarita, dirigiéndose a la puerta.
Ricardo se tambaleo un poco pero se mantuvo para caminar
— ¿Y las mochilas?
— Aquí están, aquí esta la tuya. vamonos Matías ya me llamo como 3 veyes
—Sí… ya voy.
Esa noche, ya en casa, cenaron con los demás. Margarita parecía tranquila, pero Ricardo no podía dormir. Su olfato estaba demasiado sensible: podía oler absolutamente todo… pero lo que más lo perturbaba era el aroma de Margarita.
Se levantó, salió a la terraza y apoyó los brazos en el barandal, mirando las estrellas.
—Esto seguro es temporal —susurró, tocando el collar—. Sí… temporal… pero si no lo es… ese olor va a volverme loco.
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La mañana siguiente llegó con un cielo despejado.
Ricardo seguía despierto, mirando el collar sobre su pecho.
El aroma de Margarita seguía flotando en el aire, mezclado con recuerdos del día anterior.
"Esto no puede ser normal… Solo ella tiene ese olor. Nadie más."
Se levantó y bajó a la cocina.
Margarita ya estaba allí.
—Buenos días, Ricardo. ¿Dormiste bien?
—Sí… sí, muy bien —respondió, aunque no había dormido ni un minuto.
—Genial —dijo ella sonriendo.
Peter, el conejito blanco de Margarita, apareció saltando entre ellos.
—¡Ay, Peter! ¿Dónde te habías metido? —dijo Margarita abrazándolo.
—Ese conejo otra vez… creí que ya lo habían disecado —bromeó Ricardo.
Peter lo miró con furia y saltó directo a su cara.
—¡Oye, quítamelo de encima! ¡Margarita, si no quieres que lo lastime, haz algo!
—¡Ya, ya, Peter! —dijo riendo.
Peter se quedó quieto, serio, en brazos de Margarita.
En ese momento, Mateo entró emocionado.
—¡Oigan muchachos, ya oyeron sobre el parque que van a abrir aquí cerca! — habló mostrando un foyeto.
— ¿Un parque? —Preguntó Margarita.
—Sí, hoy mismo. ¡La entrada es gratis por la inauguración!
— Yo iré mis amigo me invitaron.
—Qué suerte por ti— dijo Margarita.
—¡Ey Matías quieres ir! grito mateo
— ¡Donde! — Respondió Matías.
—Al parque.
— Si termino de limpiar antes iré.
— ¿Mamá tía van a ir? —pregunto mateo.
—Claro, no hay nada de divertido quedare en casa además, es viernes.
— Como quisiera ir —suspiró Margarita.
— ¿Y porque no vas? Preguntó Matias
— Tengo tarea.
— Lo haces mañana yo te ayudo.
Margarita se quedó pensando un poco.
A Peter se le ilumimaron los ojos y salto de los brazos de Margarita y se fue
—¡Peter! — dijo Margarita — A donde va.
Tal vez al baño — dijo Ricardo con los brazos detrás de la cabeza.
Luego de unos minutos apareció hector
—Hola Margarita —Saludó Héctor de manera amigable.
— ¿Uh? hola.
— Sabes, escuche de un parque que inauguraran hoy, ¿ quieres ir conmigo?, yo pago todo.
Margarita se sorprendió — Héctor.
—Qué dices.
—No lo sé, que tal si luego del colegio te doy mi respuesta, Esque ya tengo que irme.
— Esta bien —sonrió Héctor.
—Qué está tramando— pensó Ricardo.
—Bueno ya me voy —dijo Margarita saliendo de la casa.
—Esperame dijo— Ricardo seguido de Mateo.
Al llegar al colegio el chisme del parque nuevo ya estaba por todos los pasillos. Brahian quiso invitar a Margarita pero esta lo rechazo de una.
Mia también quizo invitar a Ricardo pero este también le dijo que no.
Cuando ellos iban caminando hacia la entrada apareció Dahiana. Ella se apuro para golpear a Margarita pero Ricardo se interpuso
—Hola mi amor — habló dahiana refiriéndose a Ricardo.