Los días habían pasado, y la semana comenzó con una sorpresa en el colegio: la profesora de arte anunció que cada curso prepararía una obra teatral para divertirse un poco antes de terminar el año. El tema era libre, pero el grupo no tardó en decidir.
—¿Y si hacemos La Bella y la Bestia? —propuso una de las chicas con los ojos brillando.
Hubo un murmullo de emoción. Algunos se reían, otros ya imaginaban quién haría de la Bestia. Ricardo estaba en silencio, distraído, sin darle importancia.
Los demás rieron, y la profesora aprovechó el momento:
—¡Entonces haremos La Bella y la Bestia! —anunció—. Hoy haremos las audiciones y mañana comenzarán los ensayos.
La sala se llenó de ruido y nervios. Algunos practicaban líneas, otros se miraban al espejo. Margarita, aunque no lo decía, estaba muy emocionada.
—No participaré —murmuró Ricardo, balanceándose en su silla y mirando por la ventana.
—Qué raro, el “valiente del grupo” con miedo a decir unas líneas —bromeó José, uno de sus amigos.
—No es miedo, es falta de ganas —replicó él.
La profesora comenzó a llamar a cada uno.
Margarita esperó su turno, con las manos temblando un poco, pero cuando subió al frente y empezó a leer, su voz sonó cálida, natural y llena de emoción. Todos la miraron sorprendidos. Incluso Ricardo la observaba con atención.
—Muy bien, Margarita —dijo la profesora al terminar—. Tienes una dulzura natural que encaja perfectamente con el papel de Bella.
Algunos aplaudieron, otros suspiraron. Margarita bajó del frente, algo sonrojada.
Luego fue el turno de los chicos. Algunos exageraron tanto que parecían príncipes perdidos en lugar de bestias. José lo hizo bien, pero sin mucha pasión.
Finalmente, la profesora levantó una hoja.
—Bien, ya tengo mi decisión —dijo con una sonrisa—. Para el papel de Bella… ¡Margarita!
Los alumnos aplaudieron.
—¿Y la Bestia? —preguntó Catalina, la amiga de Margarita.
—Qué tal si....Ya que Margarita será Bella, que Ricardo sea la Bestia, ¿no? —bromeó José, molestando.
—¿Te volviste loco? —respondió Ricardo, molesto.
Los alumnos empezaron a asentir y a decir que, como estaban comprometidos, quedaría más genuino. Y la profesora también sonrió.
—Sí, me parece buena idea. Ricardo será la Bestia.
—¿Yo? ¡Pero si ni siquiera hice la audición! —protestó él.
—Precisamente por eso —respondió la profesora—. Eres el prometido de Margarita, y además creo que el único que puede lograr esa mezcla de carácter fuerte… y corazón oculto.
La clase estalló en risas y aplausos. Margarita la miró con una mezcla de enojo y vergüenza.
—Eres una mala mujer —le dijo a Catalina entre dientes.
Pero su amiga solo sonrió traviesa.
Ricardo suspiró, cruzándose de brazos.
—Esto va a ser un desastre…
Al terminar la clase, Margarita y Ricardo volvían a casa.
—Solo te pediré una cosa, Ricardo —empezó ella.
—¿Qué? —preguntó él con los brazos detrás de la nuca.
—No lo eches a perder.
Ricardo se quedó confundido, pero solo siguió caminando. Al llegar a casa, se cambió y se sentó a la mesa. Margarita fue directo a su habitación. Y Ricardo le dijo a la familia lo que había pasado en el colegio.
—Así que esta vez Mar va a hacer el papel de Bella —comentó Matías con una sonrisa.
—¿Cómo que esta vez? —preguntó Ricardo, confundido.
—Sí, es que ella hizo de la Bestia en el preescolar —dijo Isabel, acercándole un álbum de fotos—. Mira.
—pero no está mal —admitió él mirando la imagen.
Mientras tanto, en su habitación, Margarita sonreía al espejo.
—Al fin… cuando esta en preescolar no pude rehusarme, pero ahora esta vez voy a representar a Bella como siempre lo eh querido —susurró ilusionada.
Al día siguiente comenzaron las preparaciones. Margarita estaba practicando, aunque Ricardo aún no había llegado; estaba recorriendo el campus sin ganas.
—Quiero irme —dijo Margarita, suspirando practicando una de sus lineas.
—Que no te irás —respondió Brahian, entrando a la sala de golpe.
—¡Que, Brahian! ¿Qué haces aqui?
—Estoy representando mi papel de Bestia, mi bella flor de primavera.
—Los de tercero no pueden —dijo Margarita.
—¿Quién lo dice?
—Mi curso. Se supone que son obras por separado.
—Lo sé, a mi curso le tocó Romeo y Julieta, pero no importa, yo ya estoy para representar mi papel de bestia a tu lado mi flor. —replicó él, acercándose más.
Justo entonces entró Raphael. Que al verlos, se detuvo.
—¡Hola, hola, chicos! —dijo alegremente, pero al verlos juntos apretó los dientes—. ¿Interrumpo? …
—Sí —respondió Brahian sin dudar.
—Bueno, tampoco era del todo una pregunta —dijo Raphael con sarcasmo, mirando a Margarita—. Hola, Saurita —agregó burlón.
—¿Qué haces aquí? —replicó ella, con confianza.
Él sonrió de medio lado.
— Vine a traerle su lonch a mi prima. Te acuerdas de ella ¿no? Además como escuche que este muchacho entro gritando quise ver que estaba pasando. — respondió y luego agregó —¿por cierto qué están haciendo aquí?
—Ensayando —dijo Brahian.
—¿Ensayando? —repitió Raphael, arqueando una ceja.
—Así es, yo seré pareja de Margarita.
—¿Ah, sí? Entonces puedo hacerlo yo también verdad —dijo Raphael con una sonrisa retadora.
En ese momento, Ricardo apareció en la puerta.
—Bueno, ya llegué, Margarita —dijo con los ojos entrecerrados.
—Mendoza —replicó Brahian, molesto.
—¿Tú? —dijo Raphael, sorprendido.
—Ah, hola. No sabía que había compañía. Qué bien acompañada estás, Margarita —bromeó Ricardo.
Margarita frunció el ceño y se acercó a él.
—No molestes. Escuchen yo ya tengo a mi Bestia, y es Ricardo —dijo ella dirigiéndose a Raphael y a Brahian.
Hubo un silencio tenso.
—¿Escuchas lo que estas diciendo Margarita? —dijo Brahian molesto—. ¿De verdad este tipo puede actuar?