En una pequeña ciudad costera, donde el horizonte se unía con el mar, vivía Elena, una artista que siempre buscaba la belleza en su entorno. Cada día, caminaba por la playa con un cuaderno de dibujos, tratando de captar la esencia de la naturaleza.
Un día, mientras practicaba, notó a un hombre observándola desde la distancia. Era Marco, un arquitecto que se encontraba en la ciudad para un proyecto de restauración. Intrigado por la forma en que Elena pintaba, se acercó y comenzó a conversar con ella. La conexión fue instantánea.