No abras esa puerta
Llegué a casa después de un día demasiado agitado. Hoy habíamos empezado con las clases de baile con la nueva profesora y parece que ella no se cansa nunca. Nos hizo hacer de todo. No lo pensé y me tiré al sillón como si llevara el mundo entero cargado en mi espalda, revoleé la mochila en el suelo sin importarme nada y me relajé unos minutos boca abajo.
Mierda... me dolían hasta los pelos de las pestañas.
—Que lindo recibimiento le das a tu hermano.—levanté la cabeza del sillón al escuchar esa voz a mis espaldas.
¿Estaba soñando? Giré la cabeza y lo comprobé, mi hermano estaba de brazos cruzados a mis espaldas. Me levanté y fui a abrazarlo.
—¡Cam!—grité de felicidad y él me gira en los aires.
—¿Para la abuela no hay un abrazo?—una vez él me bajó, vi a mi costado y estaba parada mi abuela con los brazos abiertos esperando por un abrazo.
Fui y la abracé—. ¡Abuela!
—Mi amor, preciosa. Te extrañé, princesa.
—Yo también los extrañé, abu. Mucho.
—Sari, te quiero presentar a alguien.—por primera vez visualicé a una chica rubia, él la agarró de la mano y la acercó a mí—. Ella es Gina, mi novia.
¿Mi conciencia qué decía? ¿Saco mi lado de la hermana tóxica?
«¿Y si él puede por qué vos no?» confirma ella.
Fruncí el ceño—. ¿Tu novia?—él asiente entendiendo mis intenciones—. Sos muy chico para tener novia.—ella y mi abuela rieron mientras mi hermano me tiraba una mirada de odio.
—¿Perdón?—dice él acercándose a mí.—Acá la pendeja sos vos.—me señala.
—¿Cómo se conocieron?—la miro a ella—, te pregunto a vos porque él es hombre y seguramente no se acuerda ni de tu nombre.—me arranca los pelos y yo le pego en la nuca.
—Quietos los dos.—nos reprende mi abuela—. Se comportan, por favor.—Gina solamente reía. ¿Esa chica solamente sabe reír?
—Contame, mocosa, ¿y el boludo de tu novio?—pregunta poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
—El boludo de mi novio, ahora es mi ex-novio.—le aclaré.
—Me alegra, porque por más que sea el hijo de los amigos de mamá, además nuestros tíos postizos, es un pelotudo con todas las letras mayúsculas.—¿quién soy yo para discutirle eso? Porque el boludo de mi hermano tenía razón.
Nos vamos a la cocina y empecé a preparar café para todos.
—Y contame, hija, ¿algún príncipe encontró el corazón de esta princesa?—reí por la exageración de mi abuela.
Mi teléfono sonó y un mensaje de Renzo iluminó mi pantalla. Sonreí inconscientemente.
«¿Cómo te sentís?»
Pregunta porque en el taller de música y danza, mientras probábamos unos pasos me mareé y parecía preocupado.
«Mucho mejor. Gracias por preocuparte» respondí y mordí mi labio reprimiendo una sonrisa.
—Me parece que ahí tenés tu respuesta, abuela.—responde Gina.
—¿Perdón? ¿Con quién hablás?—pregunta el tóxico de mi hermano.
—Con nadie que te importe.—respondí intentando evitar que lea mi chat—. ¡Salí!—dije riendo mientras lo empujaba por el pecho.
Me acerqué a mi abuela y le di un beso en el pómulo—. Voy a salir.
—¿A dónde vas, mocosa?—le saqué el dedo del medio.
—A caminar un rato. Necesito tomar aire.—les tiré un beso y salí de la casa.
La música empezó a sonar desde los auriculares, iba caminando por la calle para pasar el rato y olvidarme de todo un poco, no quería pensar porque sino iba a enloquecer y necesitaría ir a terapia. Si es que ya no lo necesito. La verdad es que últimamente estaba rara, no es que lo estaba en mi forma de ser, aunque eso no lo podía decir yo, pero sí algo dentro mío lo sentía raro.
Estuve caminando unos minutos y cuando volví a cruzar la calle hacia la plaza por encima de la música se escucha una bocina y la voz de alguien gritando mi nombre, me saqué los auriculares y de un segundo a otro un cuerpo cae sobre mí en la acera de la plaza.
Lo veo a los ojos y ahí me quedé un rato, perdida.
—¿Estás bien? — su voz dulce como siempre me hace una especie de brujería.
Solamente asentí porque en ese momento me olvidé hasta de cómo hablar. Seguía encima mío con sus manos a los lados de mi cabeza y sus ojos en mí. Aunque el marrón chocolate y el azul no tienen nada que ver un color con el otro, en ese momento era la combinación perfecta.
Se da cuenta que sigue sobre mí y se levanta para después extenderme la mano. Apenas apoyé los pies correctamente, un dolor me invade el tobillo derecho.
Hago una mueca y él lo nota —. ¿Te lastimaste?
—Aparentemente. — respondí sin apoyar del todo el pie derecho.
Se pone al lado mío y me agarra de la cintura enviando un escalofrío por toda mi espina dorsal, yo pongo mi mano sobre su hombro y me ayuda a caminar.
—Tenemos suerte de que estaba en la moto y no a pie. — me informa. Lo miré y sonreí.
—¿Qué hacés acá?
¿Cómo es que siempre terminamos encontrándonos? Siempre que necesito a alguien, él aparece.
—Nada, había terminado de hacer unos trámites para mi mamá y justo estaba yendo para mi casa, mientras me ponía el casco te vi pasar y tuve suerte de llegar a tiempo.—me mira de una manera rara— . ¿Por qué te quedaste parada viendo como el auto se te acercaba?