Destino o Casualidad
La semana pasó, tenía que usar la bota ortopédica una semana más, así que acá ando, subiendo y bajando escaleras en la escuela, solamente cuando estoy de suerte y el ascensor está vacío subo por ahí, pero es un plomo tener que subir las interminables escaleras con esta bota de mierda, si fuera por mí me la sacaría y fue, pero mi mamá me obliga a usarla. Desde entonces no pude asistir a la clase de baile ni pude ensayar con Ren, así que tenía que quedarme por algún lugar mientras que los talleres terminaban.
En ese momento estaba en la cafetería hablando con las chicas hasta que las náuseas me invaden, fue algo que me tomó por sorpresa ya que venía bien y en ningún momento sentí ningún tipo de malestar. Les avisé a las chicas y ellas me acompañaron al baño por si necesitaba ayuda. Y la necesitaba.
—¿No comiste algo que te hizo mal?—pregunta Cloe sosteniendo mi pelo. Negué muy segura.
Salí del cubículo y me miré en el espejo. Estaba muy pálida. Más de lo normal.
—¿No estarás...?— insinúa Cassie mientras me echo agua en la cara.
—No.— dije como si hubieran hecho mención de un demonio.
—¿Segura? Mirá que no podés descartar esa opción.—sigue Cloe.
Me quería matar porque hace una semana yo...
—Chicas, no puede ser. Es imposible porque yo... Siempre me cuidé con Juan.
—¿Pero volviste con él?
—No.—respondí de nuevo a la defensiva por la pregunta de Cassie. Ambas se quedaron calladas para no ponerme más nerviosa.
Salimos del baño después de que Cassie me retocó el maquillaje para que la palidez de mi cara no sea tan notoria y ellas querían volver a la cafetería, pero el olor a comida me revolvía el estómago así que me separé de ellas, no estaban tan seguras de dejarme sola pero las convencí.
No descartaba la posibilidad del embarazo porque la última vez que estuve con Juan no nos cuidamos y yo me quería matar, no literalmente pero estaba demasiado alterada.
Cuando salí de la escuela fui a comprar un test de embarazo. Quería estar segura de todo.
No quería esperar más tiempo, no sabía qué hacer si daba positivo. Lo único que quería era que la tierra me tragase. Si daba positivo... mi hermano me iba a matar, estaba segura de eso. Y de Juan... Ni me imaginaba qué podía hacer con él. Si a mí me mataba, ¿qué quedaba para mi ex? O novio... O lo que mierda sea en ese momento.
«El padre de tu hijo»
Responde mi conciencia burlándose. Si llegaba a tener depresión y escuchaba a mi indeseable subconsciente acabaría por pegarme un tiro.
Llegué a casa y me hice la prueba, esperé unos minutos hasta que estuviera. Estaba nerviosa, y sabía que necesitaba el apoyo de alguien pero no quería decirle a nadie de mi familia, no estaba lista para eso.
«Las chicas me dijeron que te sentías mal, ¿cómo seguís?»
Sonreí por el mensaje de Renzo, y por un momento pude sentir paz, y miedo también.
«Sí, estoy mal pero ahora me siento mejor, gracias por mandarme... sentir que te preocupás me hace bien»
No quería decirle lo del test, de solo pensar en eso me crecía un nudo en el estómago.
Si bien quería decírselo pero algo dentro de mí me hace sentir mal, como si no pudiera decírselo por alguna razón en particular.
«¿Cómo no me voy a preocupar? Somos amigos y para eso estoy»
Sonreí ante su mensaje y me fijé la hora, tenía que sacarlo. Fui al baño y escuché que sonó el timbre, no me preocupaba por eso porque estaba Pedro con su novia en el living.
Salí del baño con el test en la mano, iba a ver el resultado en la intimidad de mi cuarto y para lo único que tenía cabeza era para desear que todo esto sea una pesadilla, cuando abrí la puerta del baño, la figura de Renzo en el pasillo me hace soltar el test provocando que caiga al suelo. Él me mira y después a lo que se me cayó, lo levanta y ve el resultado, cuando sus ojos vuelven a encontrar los míos, el brillo que tenía en ellos se apagó. O eso intuí.
—¿Estás embarazada? — pregunta con la voz apagada, un nudo se hizo en mi garganta dificultándome tragar. No puedo creer que haya dado positivo.
Agarré la prueba en mis manos y la miré, no...
Empujé a Renzo hasta mi cuarto y cerré la puerta. Él no dejó de mirarme —. Hoy a la mañana estaba descompuesta, estaba...—mi voz estaba temblorosa y empecé a tartamudear —. Las chicas me dijeron que era una posibilidad pero les mentí porque estaba segura de que no, pero después me acordé que hace una semana...— dejé el test en el escritorio, mi mano temblaba y él posa la suya sobre la mía.
—¿Quién es el padre?—pregunta con la voz un poco extraña.
—De Juan. No sé qué hacer, me quiero morir...
—Todo va a estar bien. — empecé a llorar mientras tenía mi cabeza en su pecho izquierdo y mis manos en su espalda.
Nos quedamos abrazados por un rato hasta que me calmé, después le pedí que por favor no le diga a nadie, ni a las chicas ni mucho menos a mi familia, que después iba a ir al médico para ver si el test no salió mal. Renzo se ofreció a acompañarme, recibí su ayuda porque con la bota en el pie se me era difícil ir en bici o colectivo y no quería decirle a mi mamá porque por el momento es algo que quería reservar para mí, y bueno, para Renzo.
Ni siquiera sabía si decírselo a Juan.
Todavía no puedo creer que esté embarazada y que Juan sea el padre, tiene que ser una pesadilla, no lo del bebé, porque un bebé es una bendición y obvio que lo voy a tener, pero no puedo creer que sea Juan el padre. Yo que no quería saber nada más de él, y ahora estoy atada de por vida.
Eso me pasa por involucrarme de nuevo con ese estúpido. Pero no podía echarle toda la culpa, el error lo cometimos los dos.
Renzo ese mismo día me acompañó al médico, estuvimos esperando media hora para ser atendida y no podía dejar de temblar, mi acompañante lo nota y pone su mano sobre mi rodilla, me regala una sonrisa cálida. En ese mismo instante en que su mano tocó mi piel me tranquilicé un poco.