Un cuento que es de otra
—¿Qué te gusta más? ¿Nena o nene?—pregunta Cassie emocionada tocando mi vientre.
—No sé, nunca me puse a pensar qué me gustaría, porque sea del género que sea lo voy a amar igual.—respondí mirando para arriba.
Estábamos en una plaza sentadas abajo de un árbol, hace unos días les había contado y cada vez que nos veíamos me hacían preguntas, como estas por ejemplo. Al principio reconozco que estaba asustadísima pero ahora me entusiasmaba la idea de poder sentirlo, sentir sus latidos, mamá y Teresa ya empezaron a comprar ropita, conjuntitos o zapatillitas, me moría de la ternura.
—¿Pensaste nombres? —la voz de Cloe llama mi atención.
Puse cara pensativa —. Si es nena me gustaría ponerle Emma y si es varón me gustaría que se llame Agustín, era el segundo nombre de papá. — ambas ponen sus manos en mi rodilla en señal de apoyo.
Seguimos hablando un rato más y cuando se hicieron las cinco de la tarde fui para mi casa y ellas para las suyas, cuando llegué estaba la familia Lozano, hice un suspiro pesado y saludé a todos, incluida Carolina.
Después de disculparme subí las escaleras y me encerré en el cuarto. No la quería ver, me enfermaba con solo verle la cara de forra que tenía.
Me saqué la ropa quedándome solo en ropa interior y me miré en el espejo de cuerpo completo. Estaba hinchada, no gorda pero si se notaban los cambios en mi cuerpo. Pero pese a eso y a lo incómoda que a veces me quedaba la ropa, estaba feliz. Una pizca de felicidad después de todo existía.
Me puse un pantalón deportivo color arena y un top blanco que me quedaba holgado así estaba más cómoda.
Me senté en la cama y veo a la puerta abrirse lentamente, sonreí al pensar en quien podría ser, pero al ver a Juan entrando y cerrando la puerta hizo que de a poco vaya borrando la sonrisa de mi cara. No quería desilusionarme con su presencia, pero esperaba a alguien más.
—¿Cómo estás?—dice una vez sentado en mi cama frente a mí. Hizo un ademán de tocar mi rodilla y como vio que no me aparté, la posó sobre ella.
—Bien, pero no es necesario que hagas esto.—frunce el ceño.
—¿Qué cosa?
—No es necesario que te hagas cargo.—dije con la cabeza gacha viendo los dedos de mis manos.
—Lo voy a hacer porque quiero, porque me hace feliz; vos y este bebé en camino.
Levanto mi cabeza apenas hasta encontrarme con su mirada, él acerca su cara y une nuestros labios, creo que de verdad lo extrañaba, y reconozco que también extrañaba sus besos, cuando los volví a probar después de mucho tiempo, supe que lo deseaba como cuando estábamos juntos.
Sus labios suaves sobre los míos, me hicieron sentir un poco mejor.
Me dolía, me dolía todo lo que pasó, me dolía que él me haya traicionado, y a la vez me dolían sus besos. Él me dolía y a veces, me curaba, como ahora.
Nos separamos y besa mi frente.
Mientras estaba con Juan, una pequeña imagen de Renzo besándome me apareció en la cabeza, me besaba con ternura, me curaba las heridas, en cada beso que me daba me hacía tener una sensación de paz indescriptible, que, aunque no haya pasado, la paz la podía sentir con solo imaginarlo conmigo.
No, ¿qué estoy pensando?
—Perdón, sé que la cagué, y si me das otra oportunidad, te prometo que voy a hacer las cosas bien, y que no te voy a fallar.—dice todavía con su mano en mi cara y nuestros ojos viéndose con la oscuridad de mi cuarto. Haciéndonos compañía.
—Juan, sé que querés lo mejor para el bebé, lo veo en tus ojos. Veo el brillo que tenés cuando le hablás a mi vientre. Y aprecio mucho eso, de verdad.—dije sincera—. Pero me dolió lo que me hiciste, si de verdad querés que yo te perdone, dame tiempo.
Sus ojos se iluminaron—. Yo te amo. Y no hay nada en el mundo que me haría más feliz que el que estemos juntos.—besa mi frente—. Tengo que irme, mi mamá me mandó a comprar la cena y me desvié para verte.—sonreí.
Él se fue y me dejó sola otra vez en la oscuridad de mi cuarto.
Mi teléfono sonó minutos después.
«¿Cómo te sentís?»
El mensaje de Ren iluminó mi pantalla y mi corazón.
«Bien, creo que voy a salir a tomar aire porque el estar encerrada me está matando»
Me mordí el labio esperando su respuesta que para mí tardó como una eternidad.
«Te espero en la catedral, ¿querés? Así no andás sola y queda cerca de tu casa»
«Dale»
Respondí y solté el teléfono en la cama para buscar un abrigo así salía. Eran las seis de la tarde pero todavía no estaba oscuro así que podíamos hacer algo antes de que anochezca.
Salí de casa sin que me vean porque me iban a llenar de preguntas que no tenía ganas de responder. Caminé hasta el punto de encuentro y lo vi, llegó muy rápido, ¿y cómo no? Estaba apoyado en la moto. Apenas su mirada cruza la mía, se acerca y me sonríe.
—¿Cómo estás?—pregunta besando mi cachete.
—Bien, necesitaba respirar un poco de aire fresco.—dije con una sonrisa.
—¿Querés que dejemos la moto y caminemos por algún lugar?
—No, vamos en la moto. Elegí el lugar.
Agarra el casco y me lo pasa por la cabeza, todo sin despegar sus ojos de los míos. La química y el contacto visual eran innegables e imposibles de evitar.
—¿Confiás en mí?—pregunta agarrando mis manos.
—Más que en nada.—nos sonreímos, todo parecía de película, el momento, las miradas. Me ayuda a subir a la moto para después subirse él y encenderla.