Me sorprendió todo de ti,
de blanco y negro a color me convertí
Amar con los ojos
Los rayos de sol alumbraban mi ventana, me removí en mi lugar antes de abrir los ojos y ver a través de las cortinas de que el día estaba precioso, con el sol radiante ya se notaba. Me levanté con una sonrisa y me miré en el espejo mientras me despojaba del pijama, acaricié mi vientre y sonreí.
Me mordí el labio mientras pensaba en esos ojos dulces, su mirada puesta en mí, la noche...
¿Cómo algo que estaba mal, podía sentirse tan bien?
Me di una ducha rápida y me vestí con un vestido blanco, corto y unas medias del mismo color que me quedaban a las rodillas para amortiguar el frío. Y en los pies unas zapatillas Converse blancas. Me peiné el pelo y lo dejé suelto. Maquillaje usé únicamente un poco de rubor para darle color a mis pómulos y labial rosa oscuro un poco difuminado.
Cuando bajé las escaleras empecé a escuchar ruidos en la cocina y fue a donde me dirigí, apenas entré vi a Juan hablando y riendo con Carolina y sentí un nudo en el estómago. La odio, y a él... También.
—Hola, hermosa.—me dice Gina y se acerca para saludarme, le devolví el beso y después rodeé la mesada para saludar a mi hermano.
—¿Qué hacen ustedes dos acá?—pregunté intentando no ponerme nerviosa.
—¿Yo? Vine a buscarte para ir a la escuela.
—¿Y ella?—la señalé con la cabeza mientras estaba cruzada de brazos.
—¿Yo? Llegué recién porque vine a visitarlos. Y de paso vamos juntos a la escuela, como en los viejos tiempos.—dice contenta.
Las ganas de agarrarla por los pelos eran incontables.
—Andá con ella si querés. Me voy sola.—mi hermano y mi cuñada me miraron.
—Vos sola no te vas ni a la puerta de entrada, que te quede claro.—me ordena mi hermano.
—Mi amor, vení conmigo.—me ruega Juan.
—”Mi amor” estuvo de más porque vos no tenés ningún derecho de llamarme así.—lo apunté con el dedo.
—Está bien—interviene Gina.—Si no quiere irse con ellos la llevo yo en el auto.—me agarra la mano y salimos de la casa.
Me subí en el asiento del acompañante y Gina prendió el motor. Apoyé el codo en la puerta y mi cabeza en el puño.
—Ayer...—arranca diciendo y yo la miro—. Ayer yo sí entendí lo que dijiste.—fruncí el ceño, me dedica una mirada rápida y vuelve al frente.
—¿Qué entendiste?
—Lo que dijiste de que te metiste en un cuento que es de otra.
—¿Yo dije eso?—asiente.
—¿Te enamoraste de alguien con novia?
—No.—negué al instante—. No me enamoré de nadie, no. Simplemente lo habré dicho porque lo habré visto en alguna película.—dije por decir.
—¿En qué película?—pregunta con una sonrisa y no supe qué decir.
—No lo sé, en alguna que habré visto.—dije fingiendo que no me importaba.
Dejamos el tema ahí y seguimos todo el trayecto en silencio. Le di un beso antes de bajar del auto y la vi irse.
Después de cuatro horas seguidas me faltaba una para irme a casa, ahora teníamos treinta minutos de recreo. Fui al pasillo de los lockers y saqué mi libro de Italiano, cerré la puerta y sentí dos dedos en mis costillas haciéndome cosquilla. Me removí y me di la vuelta para encontrarme con Kev.
—Hola.—dije con una sonrisa de orea a oreja.
—Hola, bonita, ¿estás bien?—pregunta dándome un beso en el cachete.
—Bien, no sé por qué, pero me levanté bien, y la vida me sonríe. ¿Y a vos?
Frunce los hombros—. Ahí ando.
Hablamos un rato riendo pero mi sonrisa y mi alegría se esfumaron cuando Juan apareció en escena. Kev tenía su mano en mi hombro y Juan carraspea su garganta para que la saque.
—Mucha manito, me parece.—rodé los ojos y vi al pobre de mi amigo sacar su mano nervioso.
—Nos vemos después, bonita.—dice dándome un beso pero antes de irse se detiene en seco con su mano en mi hombro.
—¿qué pas...?—me di la vuelta para ver qué le pasaba y vi lo mismo que él, al menos que estuviera viendo a Renzo besándose con Cassie en pleno pasillo de escuela.
Y estaba bien..., estaba bien porque ella es su novia. Me quedé como estúpida viéndolos, con Kevin también paralizado a mi lado y con su brazo rodeando mis hombros. Lo miré y pude ver sus ojos... ¿Llorosos? Él estaba...
Y sin decir nada se fue. Acaso a él le gustaba... ¿ella?
Juan me agarra del brazo y me gira para encararme.
—¿Qué te pasa?—pregunta con el ceño fruncido.
—Nada, ¿qué me va a pasar?—levanté los hombros. Vi como Carolina se acercaba a su locker que quedaba justo al lado del mío y nos miraba de reojo.
—Decime qué te pasa, ¿te gusta ese flor de imbécil? ¿Es eso?—me agarra de las muñecas. Se estaba pasando y no me gustaba para nada esos arrebatos que tenía.
—Dejá de decir estupideces y soltame.—intenté zafarme de su agarre pero me apretaba mucho.
—¡¿No la escuchaste? Te dijo que la sueltes!—Renzo lo empuja contra los casilleros.
—¿Estás bien amiga?—pregunta Cassie y asiento agarrando mi muñeca.
—Estoy bien, amiga. Ren, gracias.—le dije por haber intervenido.
—No le hice nada, estábamos hablando.—Renzo agarra mi mano y se la muestra.
—¿Esto es hablar para vos?—tenía la muñeca un poco roja. Pero iba a estar bien.
Miré a Carolina y le pedí que se lo lleve a “su amante”.
—Quiero que hablemos.—dice Juan acercándose a mí, pero los chicos se lo impidieron.
Y en ese momento, al mirar a Cass me acordé de algo: Kev.
Los dejé a Renzo y a Juan para que maten sus diferencias y me fui a buscar a mi amigo. No sé si era lo que me estaba imaginando, pero vi el dolor en sus ojos cuando Renzo y Cassie se besaron.
Todavía quedaba algo de recreo, lo encontré en el patio sentado en un banco de cemento, me acerqué y me senté a su lado, puse mi mano en su hombro y besé su cachete.