En esta historia no
Hay veces que la felicidad está en las cosas simples, en los momentos únicos, cuando tenés ganas de llorar, siempre tenés a esa persona especial que te hace reír, con un simple chiste o con una sonrisa ya te iluminó el día. No hace falta que diga nada porque con una simple mirada te lo dice todo. En poco tiempo aprendí a descifrar a Renzo, es un chico sencillo, dulce, capaz de todo para cuidar a los suyos, y es una de las personas que más bien me hizo. Estuvo, con una llamada, un mensaje o una visita, de alguna manera siempre estuvo.
Él logró algo que en mucho tiempo no supe hacer: sonreír. Me hacía reír y olvidarme de todo, Nahu y Kev no se quedaban atrás, son unos chicos increíbles, capaces de todo para hacernos reír a las chicas y a mí.
Nahuel estaba muerto de amor por Cloe, eso se notaba a kilómetros, Kev parecía más tranquilo, por ahí un amor escondido tenía, pero quién sabe.
Renzo estaba con Cassie, y yo... bueno, poco a poco iba aflojando con Juan, él también estuvo. De vez en cuando iba a casa y en ocasiones se quedaba a dormir y otras tocaba el timbre pasadas las diez de la noche. Estaba en la cafetería con los chicos que en un ratito se iban al entrenamiento, Renzo lo retomó, eso me hacía muy feliz por él. Estaba contento porque dentro de poco el entrenador iba a anunciar al nuevo capitán y él esperaba con ansias serlo. La verdad es que se lo merecía.
Cuando ellos se fueron al campo, nosotras nos fuimos a caminar por ahí ya que nos quedaban quince minutos antes de la clase especial. Mientras caminábamos al patio de la entrada, suena el teléfono de Cassie.
—Hola ma... estoy en recreo, ¿por?... ¿cómo que...? Está bien, venime a buscar... dale, chau.
Suspira y se dirige a nosotras —. ¿Todo bien? — pregunta Cloe.
—Sí, ahora mi mamá me viene a buscar porque mi abuela Josefina se enfermó. — yo apretó los labios en una línea.
—Tranqui, todo va a estar bien. — digo acariciando su brazo.
Ambas la acompañamos a que vaya a buscar su mochila y vamos a la entrada, saludamos a su mamá, Julia y después seguimos caminando para matar el rato.
Cuando tocó el timbre fuimos a la clase de literatura.
La profe nos pidió que escribamos un poema, que salga de nosotros, de nuestros sentimientos, puede ser de cualquier cosa, era libre. Yo escribí el mío, algo que tenía atragantado en la garganta sin poder decirlo, me salió en versos y poemas.
—¿Qué escribiste? — me pregunta Cloe en un susurro.
Le pasé mi hoja y lo leyó para ella.
Miro por la ventana, esperando que todo en algún momento pase, miro por la ventana y es imposible no imaginarme una historia, de esas donde todo es más fácil, donde vos me querías.
Miro por la ventana y te veo a vos y a mí en un universo paralelo donde todo es más fácil, donde vos no estás con ella, un universo paralelo en el que yo soy tu cielo, y vos mi estrella, donde me invitás a caminar por la orilla del mar a mirar el horizonte.
Un universo paralelo donde escribís mi nombre en la arena y yo el tuyo en mi corazón. Aunque para tenerlo tatuado en este órgano vital, no necesito un universo paralelo...
Te quiero en silencio, en secreto, te quiero en canciones y poemas que reservé para mí, te quiero en la oscuridad de mi cuarto callando todo lo que siento. Te quiero, no sé si mucho o poco, pero sí sé que nunca llegué a querer así. Te quiero en las buenas y en las malas.
Mi corazón atesora en lo más profundo de él todos los besos y los te amo que nunca voy a llegar a decir, porque vos estás allá, y yo acá... Los dos en distintos mundos, mientras ella es el tuyo, yo me ahogo en el mío, esperando tenerte.
Me mira con la boca en "o", totalmente sorprendida. ¿Qué le pasa?
Terminó la hora y salimos con el sonido del timbre.
Desde que leyó mi escrito no paró de preguntarme para quién era, dijo que para Juan no podía ser porque según ella, él moría por mí y que no había otra. Literalmente sus palabras fueron:
—Sé que es para un pibe ajeno porque queda claro en el escrito.
Tres millones de veces le dije que lo hice porque me salió la inspiración, no porque me pasara a mí. Y es verdad, los escritores no todo lo que escriben lo viven, simplemente les salió la inspiración. Quiero creer que es así.
—Dale amiga, decime. — me pide en tono caprichoso.
—No sé qué querés que te diga si ya te lo dije todo. — respondí con una sonrisa.
— Quiero la verdad. — seguimos peleando así un rato.
Yo intentaba sacarle cualquier tema de conversación pero de lo que le hablaba, siempre volvía al mismo tema. Que frustración, cómo hacía para responderle eso si ni siquiera yo sabía por qué o quién lo había escrito.
Fuimos hasta el pasillo de los lockers porque el bullicio de gente nos hacía ir para allá.
Llegamos y estaban Renzo con otro chico peleando.
—¡Julián soltalo! — pidió Nahuel pero fue en vano.
Se estaban pegando mucho, con Cloe nos acercamos e intentamos separarlos, igual, no sé que tanto podríamos hacer si ni sus amigos pudieron.
—Basta Renzo. — le dije atrayéndolo a mí.
—Sara, no te metas.—me empuja Kevin fuera de la pelea, y sabía bien por qué lo decía. Me solté de su agarre y volví a Renzo. Lo agarré del brazo y lo saqué de ahí antes de que venga el director, primero quería curarlo y después que vaya a verlo.
Le avisé a Cloe que yo me encargaba de él y ella se quedó con Julián. Lo dejé en la sala de profesores y fui a la enfermería para buscar con qué limpiarlo.
Llevé algodón, alcohol y Lucy me dio una crema antiinflamatoria. Cuando volví a la sala estaba sentado arriba del escritorio esperándome, suspiré y saqué las cosas.