Amar Después de Amar I

13

No intentes con un dedo en ir a tapar el sol
no intentes ser más fuerte que la paz y que el amor
porque este amor no está perdido
tú ya sabes que este amor nos encontró...

 

 

Atropello de palabras no tan erradas

 

Sus besos, su aliento sobre el mío, caemos a la cama y todo parecía desvanecerse. Se saca la remera y después me ayuda a despojarme de la mía. Despega nuestras bocas y besa mi cuello.

«Sos hermosa. Sos... buena, dulce, hermosa en tus días buenos y malos, me gusta ser yo quien te consuela cuando estás triste.» ;

Estaba a punto de hacer el amor con Juan y esos pensamientos aparecían en un momento inoportuno, mi mente me estaba jugando una mala pasada, estaba perdiendo la partida. No podía concentrarme en el momento que estaba viviendo. Cerré los ojos y empujé a Juan un poco para que se aleje, salió de encima y se sentó al lado mío, me levanté de la cama y me puse la remera.

—¿Qué pasa? — pregunta confundido.

—Nada, simplemente que... no me siento bien, nada grave pero... prefiero dejarlo para otro día. Debe de ser por el embarazo o algo de eso.

Agarré el teléfono y salimos del cuarto.

Estaba totalmente nerviosa, suspiré disimuladamente para que él no note mi inquietud, pero no sé cuánto tiempo podía seguir fingiendo que nada pasa.

Entramos en la cocina y estaba vacía, lo cual me parecía raro porque siempre estaban Cam y Gina cocinando. Me siento en la banqueta y él se pone de pie frente a mí y me mira con dulzura. Se la devuelvo. Mirándonos así, siento las ganas de abrazarlo, extiendo mis brazos hacia él y lo atraigo hacía mí, enredé mis brazos en su cuello y él en mi cintura. Aunque algo se haya arreglado... Una parte de mí estaba triste y vacía, no sé cuál era, pero... La necesidad de un abrazo me dejaba ver lo rota que estaba.

Papá ya no estaba, Juan..., sí pero había algo que faltaba completar, no es lo mismo que cuando estábamos juntos. Todavía no formalizamos pero él quería que volvamos.

Nos alejamos cuando el ruido de unas risas acercándose se hace presente, cuando miré para el lado de la puerta, entraban mi hermano y Gina.

—¿Qué capítulo de la historia nos perdimos? — pregunta él con una sonrisa de total confusión y sus cejas fruncidas.

—Ninguno. — dije dándome la vuelta para estar frente a la mesa. Juan se sienta al lado mío.

Empezamos a hablar con ellos un rato, Juan les dijo que volvimos, yo no quería decirle a nadie todavía pero él se me adelantó. Mientras hablaban entre ellos, yo estaba en otra, no quería estar ahí, mientras mi hermano le hacía preguntas a Juan y lo amenazaba con que lo iba a cagar a palos si me lastimaba, sonreía de una manera triste por los dos chicos, Gina se me unía, nomas que su sonrisa era más auténtica.

Me levanté diciéndoles que iba al baño y cuando subí las escaleras me apoyé en el umbral de la puerta de mi pieza y me quedé ahí, pensando, necesitaba estar sola, aunque a veces la soledad me jugaba en contra.

Mi corazón me pedía a gritos pensarlo, aunque sean unos minutos muy cortos, pero la razón me advertía que no lo haga. Que pensarlo era prohibido, sin embargo, la razón advierte y el corazón traiciona. Pensarlo me mataba, su sonrisa me hacía soñar despierta, sus ojos eran tan adictivos que luchaba contra la razón para verlos todo el tiempo.

«Cuando lloro me abrazás ¿no?»

Necesitaba pensar en otra cosa, en otra persona, pensar en Juan me haría bien, pero cuando lo intento... no... No me viene a la mente ni siquiera su imagen, como si intentara ver la cara de alguien que no conozco e imaginármela, no sé si algo de eso tiene sentido pero está mal, porque se supone que Juan es mi novio, o algo de eso, él tiene que estar en mis pensamientos todos los días, todo el tiempo. No alguien que conozco hace dos meses, ese chico que me ayudó, me consoló, estuvo cuando pensé que la soledad era mi mejor compañía, pero él me demostró que no, estuvo cuando creí que no necesitaba de nadie...

La semana se me pasó lenta, las ganas de no ir más a la escuela eran inevitables ya que no quería ver a nadie, bueno, a él justamente, cuanto más lejos, mejor era para ambos.

El sábado, vinieron las chicas a merendar a casa, quería hacer planes pero ni a la puerta tenía ganas de salir, así que les dije que si querían y les gustaba el plan, que vengan a casa. Hablamos de tonterías, Cassie estaba un poco melancólica porque Renzo estaba distante con ella. Le insistimos a Cloe para que le dé bola al pobre de Nahuel, se notaba a kilómetros lo enamorado que estaba de ella, si Cloe le dice que se tire de un puente, estoy segura que él lo hace. Muerto lo tiene, y ella lo histeriquea todo el tiempo, él me da un poco de pena.

El domingo lo pasé en casa con Juan, hicimos varias cosas, miramos películas, cocinamos, cuando nos quedamos sin qué hacer, ahí sí fuimos a pasear a una plaza preciosa. Mi domingo se puso para el culo cuando en esa misma plaza nos encontramos a Renzo y a Cassie, tres millones de plazas debe de haber en esta ciudad, ¿justo a esta deciden venir un domingo por la tarde? Como si el universo me odiara, pasó, hicimos una especie de “cita doble”, pésima, al menos para mí. Estaba incómoda. De vez en cuando cruzábamos miradas con Renzo y este me sonreía con pena, también la estaba pasando mal, mientras Juan y Cassie hablaban como si fuesen amigos de toda la vida.




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