Algo que no imaginaba
fue entregarte mi amor con una mirada
Explicale lo que sentís
Juan era ese tipo de chico que no estaba hecho para tener una relación seria, pero nunca le hice caso a mi hermano, él me insistía para que le terminara si no quería sufrir en el futuro pero como toda terca que soy, no le hice caso, ¿por qué? Porque estaba enamorada, lo sigo queriendo, sí, eso no se lo niego a nadie, pero no es amor lo que nos une, lo nuestro dejó de ser amor desde el día en que él me fue infiel, pero ahora... ¿Comodidad? Estuvimos juntos mucho tiempo, fue mi primera vez en muchas cosas, es lógico que esté acostumbrada a él. Pero también sé que es algo tóxico lo que tenemos, no sé si esa sería la palabra pero por el momento es la mejor que se me ocurre.
Llegué a casa después de un día muy productivo, estaba que no doy mas, no solamente ensayé con Renzo, sino que tuvimos educación física. No tuve taller de baile pero como teníamos hora libre así que decidimos ensayar un poco. Estaba agotada.
Era viernes, eso es lo único que me alegraba, fin de semana. Cuando crucé la puerta de entrada, el olor a galletitas recién sacadas del horno llenaron mis fosas nasales, un aroma increíble, entré a la cocina y vi a los dos tórtolos besándose..
—No coman adelante de los pobres. — pedí en tono burlón.
—Envidiosa. —se burla mi hermano.
—Amor, ella no envidia nada porque está con Juan, ¿no?
Asentí acordándome que mejor no hacer ese chiste delante de él porque sino quién lo aguanta. Ella ríe negando y mi hermano va hasta el horno.
Me quedé con ellos un rato y merendamos los tres juntos, entre anécdotas, chistes malos, yo les conté cómo me iba en la escuela y los proyectos para fin de año. Todo muy estresante.
Después de pasar un rato con ellos subí al cuarto, necesitaba bañarme para sacarme todo tipo de contractura del cuerpo porque me dolía todo, como si me hubiesen pasado por encima trescientas veces con un auto.
«¡Que exagerada!» se burla mi subconsciente.
No era así tan exagerado pero me dolía todo.
La coreo con Ren ya casi la teníamos, era fácil de hacer pero a mí me costaba más porque me distraía. El tenerlo cerca, o sentir cómo me toca, nunca me pasó algo así, ni siquiera con Juan, y lo amé demasiado.
Salí del baño y me acosté en la cama, una buena siesta era lo que mi cuerpo necesitaba.
«Vale más estar acá, esperando a que tus lágrimas pasen, si al final después como recompensa, voy a tener tu sonrisa»
«No dejo de pensar en vos. Te juro que lo intento pero todo lo que hago, digo o pienso me llevan a pensar en vos.»
Agarré mi almohada y me la puse en la cara. Grité un poco sobre ella pero nada calmó la revolución que tenía por dentro. Agarré el teléfono y fui directo a su chat, estaba en línea.
¿Qué hago? ¿Le mando?
«Explicale lo que sentís, decile que estás mintiéndole todo el tiempo y mintiéndote a vos, que la realidad es que él vive en tu mente»
Maldita subconsciente. Odio que tenga la razón.
«Hola» escribí al fin.
Mi corazón empezó a acelerarse y salí de su chat porque me estaba empezando a dar un paro cardíaco. Mi teléfono sonó, seguramente era él, cuando lo tomé entre mis manos la puerta se abre. Era Juan. Solté el móvil de nuevo como si me quemara, no supe distinguir si era por la visita o si por el mensaje. Aunque mi actitud era ridícula porque seguramente puso un simple “hola”.
—¿Puedo pasar?—pregunta desde la puerta, aprieto los labios queriendo formar una sonrisa.
—Ya estás adentro.—me senté correctamente y me quedé esperando a que se acercara.
Era como que quería decir algo pero no podía, o simplemente no encontraba las palabras.
—¿Qué somos vos y yo?—su pregunta me tomó desprevenida, me quedé unos segundos analizándolas y después apreté los labios en una línea.
—¿A qué te referís?—no sabía qué responderle.
—Sara, yo te amo. Lo tengo más que claro, y espero que vos también, pero... ¿Vos? ¿Sentís lo mismo?—¿Por qué me ponía en esta situación tan de mierda? No era la primera vez que dudaba de algo, pero sí en decirle que lo amaba, pero ahora... hace tiempo que no soy la misma, cambié, y mis sentimientos también cambiaron. Sobre todo hacia él, y ojalá lo estuviera diciendo solamente por el engaño, pero no.
—Dame tiempo, ¿sí? Todavía no sané del todo.
—Yo te amo, y me muero sin vos.—pone sus manos en mi cara. Las saqué delicadamente y puse mi mano en su rodilla.
—No sé si quiero que volvamos o si quiero que lo nuestro tenga un fin definitivo, no lo sé, y justamente porque no lo sé, no te puedo responder ahora, Necesito tiempo. ¿Sos capaz de darme tiempo?—respondí al fin. No era mentira, pero tampoco era la pura verdad. Asiente, se acerca y me da un beso en la comisura del labio, se levanta y se va.
Parecía un cachorro después de ser retado.
Suspiré con frustración y agarré el teléfono. Pensé mal, no me escribió “hola”, fue directo al grano.
«Decime cómo hago, no salís de mi cabeza»
Renzo...
Me mordí el labio y le clavé el visto. No podía, era mejor así, seguir ignorándolo, aunque parezca un poco infantil, no me importaba, pero era mejor no seguirle la corriente o iba a ser demasiado tarde.
Bajé las escaleras , quería estar un poco rodeada de gente porque si me quedaba sola iba a mandarle un mensaje diciendo que lo amaba.
Y esas dos palabras tan bonitas y poderosas no iban a poder salir nunca de mi boca, por lo menos no hacia él.
Sé que no es fácil decir “te amo”
yo tampoco lo esperaba.