Júrame que no es pecado sentir este amor
que rompe con las reglas
Hay sentimientos que no se pueden cambiar
—¿Y al final?—volví a la realidad cuando escuché la voz de Cassie. La miré.
—¿“Al final” qué?—pregunté, ella se dedica una mirada con Cloe y después vuelven a mí.
—¿En qué planeta estás, amiga?—pregunta Cloe con una sonrisa.
«En uno llamado Renzo»
—En la tierra.—respondí obvia.
—¿Y esa tierra a la que te referís vos, tiene nombre y apellido?—pregunta la pelirroja.
«Si supieras...»
Apreté los labios en una sonrisa, o en un intento de sonrisa—. ¿Qué me estaban diciendo antes, “al final” qué?—cambié de tema.
—Si al final vas a volver con Juan. Al menos que estés enamorada de otro.—Cassie me hace sonrisa pícara.
—No lo sé, él me metió los cuernos, sigue intacta esa herida, pero no sé. Por ahí todavía... un poco lo quiero, sí.
—No te olvides que «querer» es una cosa, y «amar» es otra.—responde la rubia.
Asentí a punto de decir algo más pero el timbre sonó.
—Vamos, Clo, tenemos clase particular de matemáticas.—la empuja con ella y nos despedimos.
Ellas tenían clase particular y yo hora libre, había quedado en ensayar con Renzo. Solamente teníamos media hora porque después le tocaba entrenamiento.
Me dirigí al aula de música y él ya estaba ahí tomando agua. Estaba nerviosa, como cada vez que me tocaba quedarme a solas con él.
—Hola.—dice con una sonrisa. Le devolví el saludo y saqué el teléfono para poner la canción que habíamos elegido.
—¿Ensayamos?—asiente mientras se rasca la nuca.
En el aula había un espejo enorme que ocupaba una pared entera y dejé el teléfono apoyado en la esquina de esa pared. Me levanté y cuando fui a girarme para volver a ver a Renzo, lo tenía cerca mío.
—¿Qué... Qué hacés?—pregunté retrocediendo hasta chocar la espalda con el espejo.
—Practicando la escena del beso.—va haciendo su voz cada vez más susurrante a medidas de que se acerca hasta mi boca. Tenía mis manos en un puño y apoyadas en su pecho, debatiéndose si dejar que eso ocurra o empujarlo y seguir a lo que vinimos. Sus labios rozaron los míos y me separé.
—Renzo, tenemos poco tiempo para ensayar, por favor, no hagamos esto más incómodo.
—No lo quiero hacer incómodo.—agarra mi mano y la lleva a su pecho izquierdo—. ¿Todavía no entendés lo que me pasa con vos? Lo que siento es am...—le tapé la boca antes de que dijera la palabra que anhelaba más que nada escuchar de sus preciosos y perfectos labios.
—No lo digas.—le destapé la boca.
—¿Por qué no? Es lo que siento.
—Pero no lo digas así.—se quedó pensativo unos segundos.
—¿Cómo querés que le diga?
—Coso, a partir de ahora, a esa palabra le vamos a decir “coso”.
Coso=amor.
Coso=corazón. Y todo lo que defina a nuestro coso.
—Ensayemos.—sentencié.
Pongo la canción y me acerco a él, le tiendo la mano y tira de ella para acercarme, era una parte de la coreografía, pero no podía concentrarme, la mitad de los pasos los hice mal. Odiaba que me pase eso. Los pasos eran muy sencillos y a mí me costaba horrores poder hacerlos bien.
—¿Qué te pasa?—pregunta en mi oído ya que en uno de los pasos él tenía que estar detrás mío y yo con mi espalda apoyada en su pecho, sus manos estaban en mi cintura. Como para no ponerme nerviosa, tenía mis motivos para estar desconcentrada.
—Nada, sigamos.—otra vez, parecía que tenía dos pies izquierdos.
—¿Segura que estás bien?—asentí.
Aléjate de mí, pues, tú bien sabes que no te merezco
quisiera arrepentirme, ser el mismo y no decirte esto
Me acerca apegándome a él mientras me agarra de la cintura y me acaricia con la yema de sus dedos con una suavidad que enamoraba.
—Mi coso está enamorado de vos.—dice en un susurro, y pese a la música lo escuché demasiado bien. Me mordí el labio inconscientemente mientras lo miraba a los ojos.
—Ren...—se fue acercando pero lo alejé justo a tiempo—. No, sigamos que nos queda poco tiempo.—cuando quise darme la vuelta y alejarme de él me agarra la mano.
—Antes, decime qué siente tu coso por mí. Eso por favor no me lo niegues.—me ruega.
—Mi coso siente de todo por vos. Pero lo que siente tiene que dejar de sentirlo.—respondí al fin. Me di la vuelta y puse la canción desde el principio.
Después del ensayo que tuvimos, él se fue al entrenamiento y yo volví a casa.
Necesitaba pensar, necesitaba sacarme su imagen y la del casi beso..., bueno los casi besos de mi cabeza, nuestro coso me estaba confundiendo demasiado. Me tiré en el sillón boca abajo y me dejé estar por unos minutos, hasta que sonó el timbre. Me levanté y con pesadez fui a abrir la puerta. Cuando abrí, vi a Kev del otro lado, sonreí un poco extrañada por verlo ahí pero lo hice pasar.
—¿Pasa algo, Kev?—nos sentamos en el sillón.
—Sí, y es que necesito hablar con una amiga, y más si esa amiga sabe lo que me pasa y con quién.—sonreí con los labios apretados.
—¿Qué te anda pasando?—puse mi mano en su hombro—. Esperá, voy por unos cafés y hablamos.
Asiente un poco preocupado y voy casi corriendo a la cocina. Pongo el agua para el café y mientras espero suena mi teléfono.
Juan.