Amar Después de Amar I

18

Como te enloqueces por una persona
 si ya van tres meses y tú no reaccionas
y aunque la razón advierte el corazón traiciona.

 

Me muero de celos

 

—¿Vas a salir?—pregunta mi mamá entrando a mi cuarto mientras me ponía las zapatillas.

Me estaba preparando para el partido de los chicos, empezaba en una hora, no quería llegar justo a tiempo porque sino no iba a encontrar un buen lugar, entonces con las chicas quedamos en vernos media hora antes en la cancha.

—Sí, voy al partido de rugby. ¿Por?—pregunté peinándome el pelo.

—Nada, te avisaba que también voy, así que nos vemos allá, ¿o querés que te espere?

—No, ma, andá tranquila, yo salgo en un rato.

Ya eran las tres y media y estaba llegando tarde porque el partido empezaba a las cuatro. Iba vestida con una calza cancán negra y una pollera del mismo color con un buzo rosa que me quedaba corto. En los pies tenía unos borcegos de cuero negros con plataforma.

Me miré en el espejo y me sonreí. Abrí la puerta de mi cuarto y cuando iba a salir lo vi a Juan en la puerta.

—Ahora no puedo, tengo que irme.—dije pasando por su lado pero me paré en seco y me volví a él—¿No tendrías que estar en la cancha entrando en calor?

Asiente—. Debería pero no, me torcí el brazo y el entrenador no me dejó jugar, tengo que ir al médico.—asentí restándole importancia—. Vos... ¿Por qué vas?—pregunta un poco desconfiado.

—Me invitaron las chicas.—no era del todo mentira.

—Y Ken, ¿no?—dice burlándose.

—Su nombre no es así.

Me di la vuelta y fui al baño para ponerme un poco de crema solar en la cara. Mientras abría el pote entra Juan y cierra atrás suyo, me quedé estática.

—¿Qué...?

Me agarró la cara y me besó. Fue un beso demasiado fuerte y necesitado, como si estuviera días en el desierto y yo fuera la primer gota de agua que ve en mucho tiempo. Después de unos segundos lo empujo.

—¡¿Qué hacés, te volviste loco?!

—Lo que siento.—responde volviendo a tomar mi cara entre sus manos.

—¡No lo hagas más! ¡Andate de mi casa!—lo empujé hasta que choco su espalda con la puerta, como intentaba abrirla y no podía, lo apuré.

—¡Dale!

—¡Pero no puedo!—explota él también.

Lo empujé y tiré de la puerta pero no pude. Estábamos encerrados. Empecé a golpearla para que nos abran pero después me acordé que no había nadie en la casa. Saqué mi teléfono y le marqué a mi hermano.

—¿Por qué tanto apuro? No es el fin del mundo porque te hayas quedado encerrada conmigo.—se me acerca y me susurra en el oído—. Hace tres meses te hubiera encantado.—le pegué un codazo para separarlo.

—Hace tres meses fue una historia, ahora, es otra.

—Pero hace unas semanas atrás morías por mis besos, y ahora te alejas como si te quemara, en el mal sentido.—se queja.

—Porque no entendés que lo nuestro ya terminó, es pasado, y lo que es pasado, en el pasado se queda, no lo quieras traer al presente.

—Te gusta el muñeco ese, ¿no?

—Si hablás de Renzo, no, somos amigos, nada más.

Mentí. Sí éramos amigos, pero también me gustaba. Y quería llegar al partido porque se lo prometí y no le quería fallar.

Cam y Gina ya estaban viniendo para la casa, gracias al cielo me llevé el teléfono al baño, era muy raro que lo haga.

Los chicos llegaron porque empezaron a golpear la puerta para saber si todo estaba bien.

—¡Llamen a un cerrajero! ¡Rápido!—grité del otro lado.

Eran las cuatro y media y no habían abierto la puerta. Las cinco, tampoco. Ya no sabía qué hacer. Me sentaba en la parecita de la ducha, me paraba, me sentaba en el inodoro, me paraba. Me apoyé contra la puerta, contra la bacha del baño. Me estaba volviendo loca.

A las cinco y diez ya estábamos fuera, Cam me llevó a la escuela y tardamos diez minutos. Al final del partido.

Corrí hasta llegar a la cancha y no vi a las chicas ni a los jugadores. Otra opción era probar con ir a los vestidores. El equipo iba saliendo y entre ellos Nahu y Kev.

—Hola, perdida.—ríe el primero.

—¿Qué pasó? ¿Por qué no llegaste?—pregunta Kev un poco preocupado.

—Tuve un problema en casa, ¿y Renzo?

—Adentro.—señalan el vestidor. Les di un beso y entré.

Recorrí un par de casilleros y lo vi sentado en un banco, estaba en cuero y con la remera del equipo en las manos. Me acerqué un poco nerviosa.

—Ren...—dije con suavidad. Él no respondió, estaba con la cabeza gacha, me mordí el labio y di otro paso hacia él.

—No llegaste.—dice por primera vez.

—Perdoname, yo...

—Me lo prometiste.—se levanta y me encara.

Me quedé quieta en mi lugar cuando lo vi acercarse, me acaricia la cara pero después retira su mano como si le quemara.

—Perdimos por mi culpa, yo estaba pensando en otra cosa, esperándote a vos, pero nunca llegaste. En vez de enfocarme en la única persona que nunca me falló, que siempre estuvo, te esperaba y necesitaba a vos.—apreté mis ojos para que no caigan mis lágrimas, pero al abrirlos, una de ellas se cayó—. Fui egoísta con Cassie, porque ella estaba apoyándome, alentándome, y yo pensando en vos y amándote a vos.

—Te juro que no quise falla...

—No importa. Da igual.

—No, no da igual. Yo quise llegar. Perdoname...—dije con la voz quebrada.

—Te perdono si me decís la verdadera razón por la que no llegaste.—me quedé callada.

Él pasa su dedo para limpiar mi brillo labial corrido. Mierda, me había olvidado acomodarme el maquillaje después del beso que Juan me dio. Hace una risita irónica.

—Soy un tarado. Ahora lo entiendo.

Intenta irse pero lo agarro del brazo—. Por favor, no es lo que pensás.

—¿Qué me vas a decir? ¿Que estuviste con Juan? Él también tendría que haber venido pero no lo hizo, ¿por eso no llegaste? ¿Porque estabas con él?—seguía sin poder responder. Lo único que podía hacer era retenerlo.




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