Si supieras todo lo que haría
para que esto que tenemos ya no sea prohibido
La luna del amor eterno
Ay, papi, me encantaría que estuvieras acá con nosotros, que conozcas a Gina, tu nuera, al chico que me gusta y que considero un amor prohibido, que conozcas todo lo que amo y lo que me duele, aunque creo que me ves desde donde sea que estés y que sabés cada una de las cosas que pasamos.
¿Y si estoy haciendo todo mal? Renzo me gusta mucho, pero él es el novio de una de mis amigas, y ella no se merece que la traicione de esa manera.
Pero cuando lo veo... me olvido hasta de mi nombre. De todo. Es la primera vez que me pasa, porque me acuerdo de cómo era estar con juan, y aunque lo amé mucho, no me acuerdo de haber sentido algo parecido a lo que sentía por Renzo.
Me puse unas medias cancán negras y un short del mismo color y un buzo corto de color marrón , en los pies mis zapatillas Converse blancas y negras con plataforma. Me dejé el pelo suelto que me llegaba a la cintura y me maquillé con un poco de brillo labial rosado y rímel.
Renzo me iba a estar esperando en la plaza frente a una fuente. No me dio muchos detalles de lo que haríamos pero me dijo que no iba a olvidar más esa noche.
Eran las ocho menos veinte y nos veríamos en el punto de encuentro en veinte minutos, la luna se había asomado poco a poco. Gina me había dicho que la luna llena representaba al amor eterno, mientras iba caminando por la calle fui viendo a la luna caminar conmigo, era preciosa.
Cuando llegué al lugar de encuentro lo vi sentado en la fuente con sus manos en los bolsillos de su buzo.
Me acerqué y él se levantó para acortar nuestra distancia.
—Hola.—decimos al unísono. Él agarra mis manos entre las suyas y las besó.
—¿Te acordás la primera vez que bailamos juntos?—pregunta.
Agarra su teléfono y pone «Destino o Casualidad» de Ha*ash y Melendi.
—¿Te acordás la primera vez que bailamos juntos esta canción?—completa, sonreí y asentí, deja el teléfono en la fuente y agarra una de mis manos para atraerme hacia él—. La vez que bailamos juntos, fue cuando descubriste que estabas... Y nada, al mirarte y ver la luna reflejada en tu mirada, supe que no ibas a ser una simple amiga para mí. Que ibas a ser mucho más.
Bailábamos al compás de la canción. Yo estaba con mis manos en su cuello y él en mi cintura. Ambos levantamos la cabeza hacia la luna.
—La luna del amor eterno.—dije más como un pensamiento que para él, pero me escuchó—. Según Gina.—agrego al mirarlo.
—Yo creo en eso.—dice con sus ojos en los míos y una sonrisa de lado.
—¿En la luna?
—En el amor eterno.
Sus palabras me hicieron cosquillas en el estómago, me hizo sentir mil cosas con solo su mirada y aquellas palabras. Se fue acercando con lentitud hasta que sus labios se reencontraron con los míos, nuestro segundo beso.
Acerqué mis manos hasta su nuca y él acarició mi espalda.
Era un beso lento, disfrutando el momento, acariciando nuestros labios, dejando que todo fluya. Dejando que nuestros corazones se enamoren un poco más.
Nos separamos un poco y lo siguiente que escuché hizo que me temblara todo.
—Te amo.—dijo para después besar mi nariz con ternura.
Me mordí el labio—. También te amo, Ren. Te amo demasiado.
Nos abrazamos mientras seguíamos bailando, bajo aquella luna del amor eterno sellamos nuestro amor.
Después me acompañó hasta la esquina de mi casa, le conté que desde hace dos días Juan con sus padres estaban viviendo en casa porque la de ellos se quemó, por eso se ocasionó esa pelea, desde hace dos días que no hablo con juan por lo que pasó y lo que hizo, por la pelea que tuvieron en la escuela y después más tarde en casa.
Subí las escaleras y fui a mi cuarto, estaba en la luna y que nadie se atreva a querer bajarme de ahí. Agarré mi diario y escribí sin pensar, me dejaba llevar por las mil cosas que sentía en ese momento.
«Ni el amor de Romeo y Julieta es tan fuerte como el que siento yo al verte,
sos tan dulce y tierno que tengo miedo de que con una palabra arruine nuestro momento.
Sos tan tranquilo como el mar sin olas, sueño despierta esperando que llegues y me digas que me amás y que no vale la pena llorar por el pasado, que con tu ayuda estoy enterrando.
En un abrazo me sacás los miedos, en una mirada me siento en casa, tu sonrisa seca mis lágrimas, y tu amor, me hace olvidar el dolor.»
Cerré el diario y volví a bajar las escaleras para ir a la cocina por un vaso de jugo, estaban mi mamá, Tere y Juan. Los demás seguramente estaban durmiendo.
Saludé a los tres con un “hola” general y fui servirme un vaso de jugo. Una vez que tenía el vaso y el teléfono en mano, este suena marcando que tenía una llamada entrante de Cassie. Atendí confundida por su llamado.
—¿Hola?—dije sin molestarme en ocultar mi tono confundido.