Lo difícil es irse cuando querías quedarte
Te voy a amar siempre
Desperté con los ojos pesados de tanto llorar en la noche, sentí un cuerpo sentado a mi lado para que me levante, era mi abuela.
—Sara, amor, levantate, tu amiga te está esperando.—abrí los ojos grandes y me senté como si estuviese asustada.
Me dio unos minutos para que vaya al baño, me lavé los dientes y la cara, me miré en el espejo unos segundos y unas gotitas saladas se resbalaron por mis mejillas.
—Basta, Sara. Dejá de llorar, es mejor que afrontes la realidad de una puta vez y listo.—me dije a mí misma mientras me seguía viendo en el espejo.
Sequé mis lágrimas y volví a mojarme la cara para deshinchar mis ojos.
—Para amar hay que saber perder.
Solté mi pelo porque cuando me levanté lo había hecho un rodete y cayó por mi espalda completamente lacio, con una que otra onda.
Salí del baño y en mi cuarto ya estaba Cassie sentada, al verme se levanta y me abraza.
—Gracias, Sa, gracias por ayudarme.—todavía en medio del abrazo apreté los labios en un intento de sonrisa, gracias al cielo que no podía verme.
Sacó con manos temblorosas el test del bolso y la invité a ir al baño de mi cuarto a hacerlo.
Salió diciendo que tenía que esperar cinco minutos. Yo ya había pasado por ese momento, cuando tenga el resultado, no importa si es negativo o positivo, va a sentir un peso menos.
—Seguramente pensás que yo creo que es un error, en caso de que dé positivo.—comienza diciendo después de que ambas nos hayamos sumergido en un silencio bastante pesado. Estábamos ambas sentadas en los pies de la cama. Negué con los labios apretados.
—Yo no estoy en tu mente para juzgar tu reacción.—comenté. Ninguna miró a la otra.
—Creo que me pone un poco feliz imaginar a un ser creciendo en mi panza, pero no quiero ser un problema para Renzo.—la miro por primera vez.
—¿Por qué decís eso?—fruncí las cejas levemente. Ella sonríe ríe irónica.
—¿Me vas a decir que no te diste cuenta, amiga?—no respondí—. Creo que no me quiere más.—confiesa con la voz quebrada, mis ojos se aguaron, me sentí pésima.
—¿Qué querés decir?—intenté que mi voz no se quebrara.
—Ya me olvidé de la última vez que me dijo “te amo”, ya casi ni me besa, ni me toca, hace dos semanas y medias que vengo sintiéndome así pero no tuve el valor para hacerme ningún test, y algo dentro mío no quería ni enterarse de la verdad, prefería seguir como estaba.—estaba llorando, dudé pero al final puse mi mano en su hombro dándole confort—. Es la primera vez que lo digo en voz alta pero es la verdad; creo que... Que se enamoró de alguien más.—un nudo en mi garganta me dificultó la respiración.
—¿Estás segura?—sonríe melancólica.
—Basta verlo como se comporta conmigo.
Se levanta y va al baño para traer el test.
—¿Lo ves vos primero?—me dice tendiéndomelo con el resultado boca abajo. Extendí mi mano temblorosa y lo agarré.
Cuando vi que la prueba daba positivo mi corazón sintió una enorme presión, hice un poco más de esfuerzo del necesario para no quebrarme frente a ella y que no sospechara. Giré el test para que lo vea con sus propios ojos y con mis labios formé una línea intentando hacer una sonrisa.
Mis ojos se aguaron pero sonreí con los labios cerrados.
—¿Felicidades?—dije un poco dudosa extendiendo mis brazos. Ella notó mi intento por apoyarla y sonrió con los ojos llorosos. Nos abrazamos.
—¿Cómo hago para decírselo a Ren?—pregunta preocupada una vez que nos separamos. Negué como diciéndole que no tenía esa respuesta y apreté los labios.
En ese momento, no sé si hice bien o mal, pero sentí que se lo debía por lo que pasó entre él y yo.
—Si querés lo llamo, le digo que tengo que hablar con él urgente y hablan acá en mi cuarto, nadie los va a interrumpir y no te vas a sentir sola.—ella me abrazó en agradecimiento y salí del cuarto para dejarla sola mientras lo llamaba. En mi pantalla su número estaba listo para ser marcado, suspiré hondo y apreté el botó para llamar.
—Princesa, ¿qué pasa?—una lágrima se derramó por mi mejilla al escucharlo decirme así.
—Necesito que vengas, es urgente.
—¿Pasó algo grave?
—No, solamente...vení.—le corté porque un sollozo se me escapó.
Gina apareció y cuando quiso decirme algo no me contuve y la abracé. En cuanto me envolvió en sus brazos empecé a llorar todo lo que me aguanté desde que empezó este día. No sé cuánto tiempo nos quedamos así, ella acariciaba mi espalda pero no preguntó mucho y eso lo agradecí.
El timbre sonó y me sequé las lágrimas con ligereza. Cuando abrí, Renzo dio un paso hacia delante y puso sus manos en mi cara.
—¿Estás bien? Estabas... llorando.—dice examinándome. Aparté sus manos con dolor y lo guié hasta mi cuarto, antes de entrar nos miramos.
—¿Qué pasa, amor?—le tapé la boca.