RENZO
¿Qué tengo que hacer para olvidarte?
Estaba caminando por el parque, necesitaba pensar en todo lo que se me venía encima; el embarazo, lo que siento por Sara. Y lo que me jode es que ella no quiere saber nada que tenga que ver con lo nuestro, prefiere mantenerse a dos metros de mí.
Un mes. Un puto mes que lleva evadiéndome, que me saluda con un simple hola, o a veces ni eso. Y aunque sé que tiene sus motivos para ignorarme, me duele.
Un mes hace que no puedo besarla, ni rozarla, me mira y se me mueve toda la estantería, pero ella piensa que no, piensa que lo nuestro no significó nada, y no es así porque la amo. Si ella pudiera ver a través de mí vería que me estoy muriendo. Muriéndome por no poder decirle todo lo que la amo, muriéndome por tocarle la mano, por sentir su perfume. Muriéndome por ella y sin poder decirlo.
Me senté en un banco y tiré la cabeza para atrás. Suspiré con pesadez mientras miraba el cielo despejado.
—¿Renzo?—una voz masculina a mi costado me hace abrir los ojos y enderezar la cabeza. Era Cam, el hermano de Sara—. Sos vos, ¿no? Te vi un par de veces por casa.
—Hola.—dije incorporándome. Se sentó a mi lado.
—Hace un poco de frío, ¿te venís para casa?—pregunta poniendo su mano en mi hombro y me da una palmada amistosa.
—No creo que sea buena idea...
—Sara no está, si eso es lo que te preocupa.—asentí con un suspiro y empezamos a caminar.
Llegamos a su casa y me tendió la mano con una botella de cerveza.
—No sé qué es lo que pasó entre ustedes para que se peleen pero todo va a mejorar.—sonreí con ironía y negué.
—No, no nos peleamos, pero tampoco podemos seguir frecuentándonos porque nos hace mal.—apoya su espalda baja en la mesada y yo mi cintura. Quedamos frente a frente.
Frunce el ceño, parecía todavía no entender—. ¿Ustedes...?—pregunta señalándome con la mano que tenía la botella.
—Yo estoy enamorado de ella.—sonreí con la mirada clavada en el suelo—. Desde la primera vez que la vi.
—¿Y qué pasó para que eso se corte?—pregunta atento.
—Mi novia está embarazada, no solo eso, es su amiga y ella no quería que pase nada entre nosotros.
Niega con los labios apretados—. Ahora entiendo. Ella está muy mal desde hace ya un tiempo.
—Y me duele verla así.—no pude evitarlo y mi voz se quebró, él se acerca y pone una mano en mi hombro—. Intento fingir que todo está bien para que Cassie no sospeche pero me estoy muriendo por dentro.
—Te entiendo, amigo.—no nos conocíamos mucho, lo vi tres o cuatro veces pero aun así lo abracé. Necesitaba un abrazo y no lo supe hasta que lo hice.
—Perdoname, que tarado soy.—dije al separarme y limpié mis lágrimas.
—Que no te avergüence llorar, Ren, los hombres también lo hacemos. Y somos más sensibles de lo que las mujeres piensan.
—Eso te lo aseguro.—dije con una sonrisa débil.
Escuchamos la puerta y le dije que no se preocupara y que yo me hacía cargo. Al llegar al living la veo a Sara entrar, caminaba rara, me vio y se quedó inmóvil
—¿Qué... Qué hacés vos acá?—pregunta, las palabras se resbalaban en su boca y al toque supe que estaba borracha.
—Me encontré a tu hermano en el parque y me invitó a tomar algo. ¿Estás borracha?—hice una pregunta demasiado obvia. Cuando se acercó tuve que ser rápido y sostenerla por la cintura porque casi se caía.
—¿Quién...? Ah, sos vos, hermanita.—se aparta de mis brazos.
—Por favor, no me toques.—me pide con los ojos llorosos ignorando a su hermano. Me dolía demasiado que me esté pidiendo eso.
—¿Estás borracha?—vuelve a intervenir Cam. Ella no dice nada, se quedó quieta como una nena chiquita indefensa que estaba siendo retada por desobedecer.
—No.—miente y hace puchero. Me dolía verla así de mal, si fuera por mí terminaría con ese dolor inmenso que tiene, porque es el mismo que siento yo.
—¡Carajo! ¡¿Volviste a la misma mierda?!—ella se sobresalta por el grito—. ¡Pensé que estabas mejorando, pero no, pensé que esto de tomar hasta perder la puta conciencia se te había pasado, pero no. Seguís en la misma mierda!—Ella estaba llorando.
—¡Bueno, perdón!—dice ella al fin.
—¿”Perdón”? ¡No hacemos nada con un “perdón”!—suspira para intentar calmarse—. Yo sé que estás mal. Sé que te sigue doliendo lo de papá, la ruptura con Juan, y ahora Renzo...—ella y yo nos miramos. Su hermano se refriega la cara—. Renzo, ¿la podés llevar arriba? Tenés que darte una ducha de agua bien fría así después hablamos.—intento tocar su brazo pero me esquiva.
—No. Vos no sos mi papá para decirme qué puedo o no hacer.
—Pero papá ya no está, vos y mamá son mi responsabilidad, y yo ahora te estoy diciendo que vayas a darte una ducha de agua bien fría así se te acomodan las ideas, ¿está claro?—ella sin decir nada más sube las escaleras con mi ayuda.
Nos paramos en medio del pasillo entre su cuarto y el baño, se pone frente a mí con sus ojos llorosos.