Por qué se me ocurrió quererte,
si ni siquiera puedo tenerte
Uno no sabe que tan enamorado está...
Desperté con fuerte dolor en todo el cuerpo, hice una mueca de dolor mientras agarraba mi cabeza e intenté sentarme en la cama.
—No, hija, no te levantes.—la voz de mi mamá hizo eco en mi cabeza—. Tuviste un golpe fuerte, es lógico que quizás te sientas mareada o algo de eso.
Miré a mi alrededor y después a ella, estaba en la enfermería de la escuela.
—Amiga, ¿cómo estás?—la voz de las chicas hizo girar mi cabeza para el lado contrario al de mi mamá, ahí las vi a ellas, y a los chicos. Principalmente a Ren.
—Estoy bien, gracias, chicas.—intenté levantarme pero me lo impidieron.
Lucy me dio unos antibióticos para el dolor, me dolía todo el cuerpo, y la nuca. Me duele hasta el último pelo de la pestaña. .
Mi mamá y Franco me llevaron hasta la casa, Los chicos fueron también pero en otro auto distinto para que yo pueda tener bastante espacio en la parte trasera. Subí las piernas en el asiento y apoyé mi espalda en la puerta y mi cabeza en la ventanilla.
Cuando llegué Franco me ayudó a llegar hasta el living y ponerme cómoda. Mis amigos se sentaron a mi lado, y hasta parecía a propósito porque estaba en medio de Cassie y Renzo.
—Ahora yo quiero saber la verdad.—dice ella con firmeza. Estábamos nosotros seis más mi hermano y mi cuñada, los demás adultos se fueron a tomar un café a la cocina.
todos clavamos nuestra mirada en ella—. ¿Ustedes dos estaban peleando?—nos señala a Cloe y a mí, ambas nos miramos.
—No—me adelanté—. Solamente me distraje mientras hablábamos y haciéndome la canchera empecé a caminar hacia atrás y no medí la distancia que había hasta el borde de la grada y caí.—expliqué tan rápido que apenas yo me entendí.
Nahuel se levanta con una sonrisa de ganador y se acomoda la remera.
—¿No es obvio?—pregunta y todos nos quedamos viéndolo con una sonrisa confusa—. Estaban peleando por chicos. Típico.—con mi rubia amiga nos miramos—. Igual, no hace falta que se pelee, ha de sobra para las dos.—me mordí el labio divertida y le tiré el almohadón.
—Tarado.—no llegó a pegarle porque lo agarró a medio camino.
—Ya quisieras tener a dos bombas como nosotras muertas por vos.—le dice Cloe mi amiga de forma divertida. Se escucha la risa y los bullicios de los demás, menos de Renzo. Claro.
—¿De verdad no estás muerta por mí?—se le acerca de manera seductora. Ella pone su mano en el pecho de mi amigo alejándolo.
—Ya quisieras.—es obvio que a ella le gusta pero se hace la difícil.
Nosotros reíamos por la escenita.
—¿Vamos? Así Sara descansa.—propone Cloe.
—Renzo, ¿te quedás a tomar unos tragos?—todos miramos al recién nombrado.
¿Desde cuándo Renzo y Camilo son amigos hasta el punto en que lo invita a tomar unos tragos? Mi amigo se lo pensó unos segundos pero al final aceptó. Todos se levantaron menos yo, claramente. Los chicos me saludaron y se fueron, menos Cloe.
—Ahora voy, ¿me esperan en el auto?—Kev, que era el que manejaba asintió con la cabeza y los demás salieron de casa. Mi amiga se sentó a mi lado para quedar a mi altura.
—Perdón, amiga.—sus ojos estaban llorosos.
—¿Por qué debería perdonarte? ¿Por decir la verdad? No hiciste más que eso, amiga. Es la verdad, yo soy una mierda.—mi hermano y Renzo estaban parados cerca de la cocina fingiendo que estaban hablando, pero yo sabía que en realidad estaban escuchando.
—No, no.—pone una mano en mi hombro—. Tenés razón, uno no elije qué sentir.
—Pero sí elige qué hacer con lo que siente. Y yo elegí mal. Pero quiero arreglarlo, volví con Juan y quiero intentar estar bien.
—¿Qué?—interviene mi hermano con una botella en la mano—. ¿Escuché mal?—antes de responderle me despedí de mi amiga porque se tenía que ir—. ¿Volviste con ese pelotudo?
—Los chicos me dijeron, y yo tampoco puedo creerlo.—Renzo se acerca y toma otro sorbo de cerveza.
—A vos no te tiene que importar con quién estoy.—le comenté, y admito que ese comentario me salió muy borde.
Entra Juan a la casa y besa mi frente, lo que hice apenas se separó, fue ver la reacción de Renzo, y juro que estaba por saltarle a la yugular.
—¿Cómo te sentís, mi amor?—pregunta sentándose a mi lado mientras los otros dos individuos tóxicos estaban a punto de matarlo.
—Mejor, ¿vos dónde estabas?—pregunté acariciando su pelo, claramente lo hacía a propósito.
—Acabo de venir de mi casa, ya la terminaron de arreglar así que tengo que empezar a empacar todas mis cosas para volver.
—¿Querés que te ayude?—pregunta mi hermano viéndolo fijamente.
—O yo puedo ayudarte.—Renzo también sacó a relucir sus evidentes celos.
A mi hermano no le caía bien porque sabe que me fue infiel, pero antes de eso también le caía pésimo, y a Renzo... Bueno, todos sabemos por qué.
—¿Te traigo otra, amigo?—Cam le pregunta a Ren refiriéndose a la cerveza. Este asiente.
—Que raro.—comenta Juan irónicamente. Ambos lo miran detenidamente.
—¿Qué es raro?—cuestiona mi hermano levantando los hombros.
—Yo llevo mis dieciocho años de vida intentando caerte bien, y viene este boludo y en dos minutos te cae de diez.—admito que no me gustó como se refirió a Renzo con tanto desprecio.
—Tengo mis motivos.—dice levantándose—. Y si no te doy una paliza es porque respeto a mi mamá, que está en la casa, a mi hermana que no se siente bien, y a mi visita.—pone la mano en el hombro de mi imposible y después se va a la cocina. A Juan lo dejó sin habla.
—Mejor me voy, preciosa, hablamos otro día. Te amo.—dice besando mi frente y yéndose.
Con Renzo, que seguía en la sala, nos miramos. Pero no hacemos más que eso. Lo veo a los ojos y siento miles de cosas; siento ganas de que me abrace, ganas de besarlo, de acariciarlo, ganas de todo. Pero no se puede nada de eso.