Amar Después de Amar I

25

Hubiera preferido que ese beso me lo hubieras dado vos

 

—¿Qué?—miramos a nuestro costado y estaban los chicos. Ambos sorprendidos.

Con Kevin volvemos a mirarnos y abrimos la boca sin saber qué hacer o decir.

—¿Qué de qué?—me hice la desentendida, pero mi nerviosismo se notaba a leguas.

—¿Qué dijeron?—volvió a preguntar Renzo—. ¿Vos estás enamorado de Cassie?

Niega nervioso—. Escuchaste mal.

—Escuchamos perfecto.—se mete Nahuel—. Y no sé qué es peor: si que tú no me hayas dicho ni siquiera a mí, o que vosotros dos estéis juntos.—estaba indignado—. Porque que yo sepa era más fácil decirme a mí que yo sí podía ayudarte, y no a este capullo.—Renzo le pega en la nuca por haberlo insultado.

—Es lo mismo, tendrías que habérmelo dicho. Miré de reojo a Kevin.

—Bueno... Nahu, ¿vamos a tomar algo? O a caminar por ahí... Así los dejamos hablar.—agarré a Nahuel de la mano y nos fuimos.

Nos sentamos en las gradas y nos dedicamos a mirar por unos minutos toda la cancha.

—Que suerte tenéis.—lo miré confundido, todavía no me acostumbro a su lenguaje. Intenté armarlo en mi español para poder descifrar qué era lo que esa palabra significaba.

«Tenéis, era plural, proveniente del verbo tener, no creo que sea muy difícil»

Guau, gracias subconsciente. Esto sí que es humillante. Hasta mi propia conciencia me hace quedar como una estúpida.

—¿Quiénes?—pregunté con los ojos entrecerrados por el sol.

—Tú y Ren. Que bonito es que la persona que te gusta sienta lo mismo, pero que putada que él esté por ser papá, eso sí que es tener mala suerte.—fruncí los labios.

—Gracias por recordármelo, que buen amigo sos.—dije con sarcasmo provocando su risa.

—Joder, yo solamente digo las cosas como son, y no es por ti, Sara, tú me caes bien, ¿sabes qué pasa?—negué—. Que esto es una jodida mierda, porque después de esto, solamente van a haber personas destrozadas.—mis ojos se aguaron, él tenía toda la razón, me encantaría enojarme con él por echarme toda la bronca encima, pero no podía porque él tenía razón—. Mira a Kevin, por ejemplo, ¿por qué no me contó nada?—fruncí los hombros sin saber qué responder.

—Quizás temía ser juzgado por vos, no lo sé.

—¿Juzgado? Se supone que somos amigos, tenemos que tener confianza entre nosotros, pero no, y yo debería enojarme con ellos, mandarlos a la mierda a los dos, ¿sabes por qué? Porque ninguno de ellos fue capaz de confiar en mí. ¿Hace cuánto que pasa algo entre vosotros?

Negué y fruncí los hombros—. No sé, dos o tres meses, cuatro, por ahí. No sé. No me acuerdo.—levanté la voz irritada. Él tenía toda la razón para estar encabronado.

—Motivo suficiente para enojarme con él.—señala.

Decidí hablarle un poquito en su idioma, o español, o como sea.

—No te enrolles con el tema.

—Sí, me enrollo porque ellos son mis amigos, y entiendo que quizás Kevin no quería ponerme en el medio porque sabe que no me gusta, pero quizás podría haberle aconsejado, o qué se yo.—frunce los hombros, estaba estresado, y ni siquiera le competía este tema.

—Los chicos confían en vos y te quieren.

—Pues, parece que no lo suficiente.

—No lo creo.

Se quiere ir pero le pongo la mano en el hombro y vuelve a sentarse.

—Ya hablamos suficiente de mí y de los chicos, contame un poco de vos.

Le propuse con una sonrisa amistosa, me mira y sonríe de lado.

—Mi vida amorosa como la general, son una jodida mierda.

—¿Hablás por Cloe?

—Ella no me ama, es hora de aceptarlo, intenté de todo, pero sigue sin registrarme.—se apena y yo puse mi mano en su hombro como consuelo.

—Cloe...—intenté buscar una excusa para que no pensara eso, pero no se me ocurrió nada—. Ella siente algo por vos,—suelta una sonrisa irónica—se nota en sus ojos.

—No me hagas reír, bonita.—dice con sarcasmo.

—Yo te voy a ayudar.

—¿Lo decís por lo que yo ya sé? Tranquila que no voy a decir nada, porque los quiero.—fruncí el ceño y negué.

—No, lo digo porque te quiero ayudar, lo hago de corazón y porque te quiero.—besé su cachete y nos levantamos para volver al vestuario y saber qué pasó entre los otros dos.

Cuando llegamos, Kevin salía, lo abracé y besé su sien en medio del abrazo, después ellos se fueron y yo volví a entrar. Estaba Ren revolviendo su casillero y metiendo ropa.

—¿Cómo fue todo?—pregunté a su espalda. Se da la vuelta y noto la diferencia de estatura.

—Todo bien.—abrí la boca para hablar pero me besa. Lo separo.

—Nos pueden ver, no quiero que vuelva a pasar lo mismo.

Sonríe pícaro, me agarra la mano y empezamos a caminar hacia las duchas, no entendí muy bien qué pretendía, cierra la cortina cuando estamos dentro y me besa.

—Ahora no nos van a encontrar.

—¿Estás loco?

—Por vos.—responde y me besa.

—No pretendo hacer nada en una ducha de un vestuario de una escuela.—lo escucho reír sobre mi cuello.

Me besa la nariz con ternura y me mira—. Yo tampoco, si vamos a tener nuestra primera vez juntos, no quiero que sea acá y así. Quiero algo especial para los dos.

Sonreí y cerré los ojos al sentir su aliento cerca del mío, pero los abrí cuando empecé a sentir el agua fría mojándome por completo.

—¡Renzo!—chillé y él rio a carcajadas. Le pegué en el hombro divertida.

Estaba empapada, ¿cómo hago para decirle a mi mamá y sobre todo a Juan que terminé mojada? La cortina de la ducha se abre y vemos a Nahuel. Esto no podía ser posible.

—¡Joder! ¡Pero que inconscientes sois!—ambos nos miramos y salimos de la ducha.—¿Cómo vais a explicaros lo que pasó?—se cruza de brazos esperando nuestra respuesta.

Rueda los ojos y se mete en la ducha, con Ren nos miramos sin entender cuál era su plan—. Lo que uno tiene que hacer por sus amigos.—se queja y empieza a mojarse. Abro la boca sorprendida por lo que mis ojos veían—. Tú, te vienes conmigo por si vemos a tu familia, y tú, colega, cámbiate y di que te diste una ducha.  




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