Amar Después de Amar I

26

Como te enloquecés por una persona

 

La siguiente semana fue horrible.

Pero lo más horrible que me pasó en esos días fue el martes; Cassie quiso que Cloe y yo la acompañemos al obstetra. Tener que ver como Renzo y ella veían a su bebé, él agarrándola de la mano, dándole un beso en la frente, viendo como ella era feliz con esa escena, estando con su novio y admirando la pantalla, donde el corazón de su bebé latía.

Las lágrimas me salían en silencio al ver aquella escena delante de mis ojos, con Cloe estábamos atrás de la camilla, Renzo estaba parado  tomando su mano. De todo eso no supe distinguir qué me dolía más.

Y peor fue cuando Renzo se giró y me miró a los ojos, yo los tenía entrecerrados y llorosos, los suyos representaban el dolor. Volvió su vista a la pantalla y miré a Cloe, cuando nuestras miradas se encuentra, me agarra la mano para que sienta confort. Entrelazamos nuestros dedos y me da un apretón. Aunque mis sentimientos a ella no le gustaban, prefería ayudarme y no darme la espalda. Nadie más que ella y Kevin sabían lo que me pasaba, mi amiga porque estaba presenciando todo y Kev porque le pasaba lo mismo.

Cuando esa tortura pasó, Ren y Cass se fueron a tomar algo, antojo de ella, y con Cloe nos fuimos a caminar, nos invitó a ir con ellos pero nosotras nos negamos. No porque no quisiéramos, sino por mi bien, y el de Renzo, y Cloe se negó por acompañarme.

Eran las seis de la tarde y ya quería que el día terminase, acostarme a dormir, y soñar una vida mejor, un amor que no sea imposible. O aunque más no sea, un amor que no duela, o que duela menos. Con eso me alcanzaba. Llegamos a la catedral y nos sentamos en un banco.

—Fue difícil, ¿no?—asentí con la mirada perdida en la iglesia que tenía enfrente—. Yo lo entiendo, linda, lo entiendo y sé que es difícil para vos, pero no es el fin del mundo.—la miré por primera vez.

—No, no es el fin del mundo, lo sé, pero el dolor que siento es una jodida mierda.—dije con los dientes apretados.

Sonríe—. Te juntaste mucho con el español ese, ¿eh?—dice divertida para intentar levantarme el ánimo, y se lo agradecía. Sonreí con un suspiro—. Amor—pone su mano en mi hombro—. Yo quizás sea un poco insensible a veces, pero te quiero mucho y me duele verte así, así como también me va a doler el día en que Cassie venga con el corazón destrozado.—asentí dándole la razón—. Porque ninguna mentira dura para siempre, ¿lo sabés, no?—volví a asentir.

—Sí.—solté un suspiro de resignación.

—Así como que lo lógico sería que quién se lo diga seas vos.—no estaba preparada para enfrentarme a su su mirada de dolor y decepción—. Yo no se lo voy a decir, me jode guardar este secreto pero quiero que se entere por vos y no por terceros. ¿Sí? Ya vas a saber cuándo sería el mejor momento, pero tenés que decirle la verdad. Y sobre todo tenés que tener cuidado, ella está embarazada y le va a afectar mucho.

—¿Creés que tendría que esperar a que tenga al bebé?—niega pensativa.

—No lo sé. pero si se entera por alguien más va a ser peor.—puse mi cabeza en su hombro y ella acaricia mi pelo.

—Es increíble como llegás a enloquecerte por una persona, ya van cinco meses y seguís sin reaccionar, ni caés en la realidad. Y es jodido porque... como siempre, la razón te advierte y el corazón traiciona.

—Sara, el corazón no es tu enemigo.

—No, el amor se está convirtiendo en el enemigo.—ella se aparta para mirarme a los ojos.

—Porque vos decidís que así sea.

—No, porque el amor es una mierda.—dije levantándome del banco. Ella intenta agarrar mi mano. Yo estaba poniéndome nerviosa.

—Sara...

—Es una mierda, yo soy una mierda, la vida es una mierda.—empecé a llorar y ella me abraza.

—Nada de eso es verdad.—intenta consolarme.

—Sí, mirame—dije separándome de ella—: amo a un hombre que está con alguien más, no solo eso, sino que va a ser papá. Estoy de novia con mi ex, el que me puso lo cuernos—dije con las manos temblorosas señalando con mis dedos—. Estuve mucho tiempo enojada porque él me fue infiel con mi supuesta mejor amiga, ¿y ahora? Estoy haciendo exactamente lo mismo.—vuelve a agarrar mis manos.

—Sé que la primera vez que me hablaste sobre vos y Renzo yo reaccioné mal, porque no sabía como hacerlo, pero ahora te digo que vos no sos responsable de lo que sentís.—y ahí hice memoria de lo que Gina me dijo una vez.

—No, pero sí soy responsable de lo que hice con lo que sentía.

Ella me mira con dolor y me abraza.

Parecía una loca llorando y gritando en medio de una catedral, pero no me pude contener.

Estaba volviéndome loca, estaba perdiendo la razón. Hace mucho que no explotaba así, y la única vez que recuerdo fue cuando papá se murió; me acuerdo que llegaba borracha a casa y que mi mamá y mi hermano me querían sermonear y yo les había gritado miles de cosas, una de ellas era que me dejaran de joder y que se compraran una vida.

Después me arrepentí demasiado y les pedí perdón mientras desbordaba en lágrimas.

Llegamos a mi casa y pensamos en subir al cuarto y ver películas desde la computadora, pero después lo pensamos mejor y nos tiramos en el sillón del living, fui a buscar helado al freezer y nos tiramos ahí como si odiáramos la vida. Pusimos una película de amor imposible. Ella la eligió, en mi defensa.

Comí un poco de helado y le dije mientras miraba la pantalla—: Creo que deberías darle bola a Nahuel.—la miro y la veo fruncir el ceño.

—¿Te parece?—asentí.

—En tu vida vas a conocer a uno que te quiera como él lo hace, y encima, europeo.—reímos—. Es chiste, si vas a estar con él, que sea porque tu corazón lo decide.

—Me gusta, sí, pero... No sé.—come un poco de helado de chocolate y me mira.

—¿A qué le tenés miedo?—fui al grano porque sabía que a algo le temía.

—A darlo todo y terminar sufriendo.—me confiesa.




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