Amar Después de Amar I

29

El amor es destructivo

 

 

—No puedo creer que haya faltado, ¿vos te das cuenta de lo que hizo?—Franco estaba furioso con Renzo, ya habíamos salido de la escuela y él había ido a mi casa.

Mi mamá había insistido para que él pueda relajarse y que cuando vaya a su casa pueda hablar civilizadamente con su hijo. Kevin y Nahu nos habían acompañado para saber noticias. Las chicas se fueron, le comenté la situación a Cloe y ella se encargó de distraer a Cassie para que no se preocupe.

—Quizás se sentía mal, pudo haber sido eso.—comenta Nahuel.

—¿Qué “mal”?—muestra su teléfono en el chat de su amiga, es decir, la mamá biológica de Renzo—. Martha me dijo que destrozó todo su cuarto y que encima estaba imposible de sostener con la borrachera que tenía encima.—mi mamá acariciaba su hombro, a la cocina entran mi hermano y su prometida. La abuela seguramente estaba durmiendo—. No sé en qué momento se volvió tan rebelde. Él no era así.

Me sentí culpable, ¿y si estaba así por mi culpa? Por lo que hablamos antes de las clases. Me pareció raro que justo después de eso se haya ido.

Volvió a ver su teléfono y me miró a mí. Me extendió su móvil y leí el mensaje de Martha. Tenía a mis dos amigos, uno de cada lado viendo el mensaje conmigo.

«Se puso así porque la chica de la que está enamorado no quiere estar con él. Sara, está en el taller de música, los veía juntos pero no pensé que llegara a pasar algo entre ellos, algo así de fuerte, a tal punto de verlo en ese estado».

Miré a los chicos y después devolví el teléfono a su dueño, un poco nerviosa.

—No te pongas mal, bonita. Sé que a Ren le duele, pero hiciste lo correcto, creo que es lo mejor.—me dice Nahuel.

Asentí. Lamentablemente todos los que estaban ahí presentes estaban enterados de todo, así que podía hablar libremente con los chicos.

—¿Te das cuenta de hasta donde llegó esto, Sara?—mi mamá me lanza una mirada cargada de reprensión.

No respondí. Preferí no hacerlo porque no tenía ganas de volver a pelearme con ella.

—Los chicos son jóvenes, Viviana, Renzo ahora tiene una responsabilidad más grande, y eso hizo que terminara de explotar.—responde Franco, ¿desde cuándo ellos dos hablan como si fueran las personas más insensibles del mundo?

Ladeé la cabeza, y esta vez no me quedé callada.

—¿Qué quiere decir eso? No porque seamos unos pendejos, vamos a olvidar todo más fácil.—me gané la mirada sorprendida de todos. Kev me acaricia la espalda.

—No... No quise decir eso, Sara, sino que...

Lo frené—. Sé perfectamente lo que quisiste decir. Y no, no tengo ni la más puta idea de si en algún momento me voy a olvidar de él, no lo sé, pero ustedes no tienen derecho a decir que por ser unos pendejos, va a ser más fácil, porque no es así.—ahora la que explotaba era yo.

Estaba harta de ser un pan de Dios, la que no dice insultos, la que deja que le manejen la vida a su antojo. Exploté, y quizás era por lo que pasó entre Renzo y yo, pero el punto es que estaba harta.

Salí de ahí encabronada, cuando llegué al living, justo entraba Juan. Como si la casa fuera suya. Eso también era algo de lo que ya estaba harta.

Igual, me venía bien porque necesitaba cortar con él, y ahora. Pero el destino, como siempre, tiene otro planes.

—¡Milagro! Estás en casa.—dice sarcástico. Arqueé una ceja.

—¿Qué bicho te picó?—pregunté irónica.

Agarra su teléfono y empieza a buscar algo.

—El bicho de querer matar a alguien.—dice enseñándome una foto. Una, en la que estábamos Renzo y yo besándonos. Fue nuestro último beso, en la biblioteca.

Me puse derecha y me estremecí.

—¿De... De dónde sacaste esa foto?

—¿Querés saber?—pregunta con una sonrisa que no me gustó nada—. Yo fui el que sacó la maldita foto.—no puedo creerlo. ¿Él? Lo que me parece raro es que se haya quedado callado todo el día. Y lo había visto todo el tiempo con Carolina. Y a él no parecía importarle el que yo los viera.

No dije nada, ¿y qué podía decirle? Las palabras se me fueron por completo, parecía que había perdido la voz.

—Perdón, Juan, intenté terminar lo nuestro pero...

—¿Intentaste termina lo nuestro?—pregunta fingiendo que no escuchó bien.

—Yo...—y en ese momento, no sé si fue la mejor o peor decisión, pero decidí serle honesta—. Perdón, la verdad es que no sé qué decirte.—y era la verdad.

Sonríe irónico—. ¿Sabés qué? Al carajo.

Se va sin decir más nada. No entendí qué quiso decirme con eso. Quería escribirle a Renzo pero pensé que era mejor evitar hablar con él, de la bronca no me contuve y agarré una maceta chiquita que vi en una mesita de decoración, en realidad, fue lo primero que tenía a mano, y lo revoleé al piso.

—¿Qué pasa?—se acercan los chicos, todos menos mi mamá y su nuevo novio.

—¿Quién se fue?—pregunta Kevin.

—Juan. Estaba furioso, sabe todo.

—¡¿Eh?!—dicen todos en coro.

—¿Que es “todo”?—pregunta mi hermano un poco perdido.

Los miré a uno por uno haber si a alguno le caía la ficha.

—Todo, chicos.—responde Nahu con un suspiro de resignación—. Lamento decirlo, bonita, pero estáis cagados por un dinosaurio.—lo fulminé con la mirada.

—¡La puta madre!—dice Kevin frustrado y enojado—. Esto es una mierda, ¿se dan cuenta?—me mira—. ¿Te das cuenta de hasta dónde llegó esta mierda? Yo te adoro, pero ya no puedo más, voy a tener que conseguirme un cuaderno para acordarme de tantas mentiras.—se queja exagerado.

—No seas, chiquillo—le dice su amigo dándole un golpe en la nuca—. Ya está, lo sabe él y vas a tener que contárselo a  Cassie, no tienes otra opción.

—¿Ahora lo entienden, chicos? Las mentiras tienen patas cortas.—habla mi cuñada por primera vez.

Y cuánta razón tenía.

Ya era de noche para ir a su casa o para que ella venga acá, y decírselo por mensaje, claramente no era una opción, así que no me quedaba otra más que esperar hasta mañana. Me esperaba un día largo.




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