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Sentir miedo una vez más

Estaba aterrada, tamborileaba mis piernas con nervios mientras estaba sentada en la sala de espera esperando a que mi familia llegue o a que algún médico me dé noticias de mi hermano. Mis lágrimas caían con lentitud y en silencio mientras estaba con la cabeza gacha esperando frente a la habitación donde estaba Cam con una herida en la espalda baja, incluso los médicos estaban con temor de que pudiese haber dañado el riñón derecho.

Escucho unos pasos a mi lado y veo a Renzo acompañado de mi mamá, Franco y Gina. Me levanté de mi asiento y sin pensarlo lo abracé al primero. Lo abracé con fuerza, él enredó sus brazos en mi espalda y yo alrededor de sus hombros. Estaba espantada, dolida, y sintiéndome culpable por lo que le pasó a Cam. Y Renzo ya debe saberlo, no creo que haya venido hasta acá sin que nadie le haya explicado nada.

—¿Cómo está?—pregunta Gina.

Me separé de él y abracé a mi mamá.

—Todavía no me dicen nada. Pero los médicos tienen miedo de que la daga haya perforado uno de los riñones.—en ese momento abracé a mi cuñada, quien después de decir eso casi se derrumba. Las dos nos sentamos en el banco e intenté consolarla.

Otra vez volvía a pasar lo mismo, alguien a quien amo está en el hospital por culpa de mis errores. Mientras abrazaba a Gina yo también lloraba y me consolaba con ella.

—¡Debí matarlo a ese hijo de puta, no tenerle piedad!—la voz de Cloe se escucha por el pasillo y la veo llegar con mis amigos.

Ella al decir eso, bah, al gritarlo, mejor dicho, llamó la atención de todos, no solamente de los que ya la conocían.

Vi a Cassie con su hija y sonreí. Pero me quedé más conmovida cuando Renzo la tomó en sus brazos, era un título que le quedaba muy bien. Mis ojos se volvieron a aguar sin querer. Cloe se acercó y abrazó a Gina, y mi otra amiga, me consoló a mí.

—Es mi culpa.—susurré a mi amiga.

Ella acaricia mi pelo dándome confort.

Las horas pasaron y nadie nos decía nada. Era una tortura el no saber qué pasó con mi hermano, si él estaba bien, mínimo, es lo que me interesaba. A las seis de la tarde recibimos la primera noticia.

—Pacientes de Camilo Fisz.—llama uno de los médicos, al oírlo nosotros nos ponemos de pie—. El paciente está fuera de peligro, afortunadamente el cuchillo no perforó ningún órgano.—al escucharlo decir eso nos dio una alegría tremenda.

Con Gina nos abrazamos de la felicidad, y cuando el médico nos dijo que podíamos pasar de a uno, ella fue la primera en entrar. Y yo fui por un café.

—Un milagro.—dice Renzo apareciendo a mi lado en la máquina una vez que estábamos alejados de todos, agarré el vaso en mis manos y sonreí con los labios apretados—. ¿Podemos hablar?—me gira hacia él con su mano en mi brazo. Suspiré y me tocó mirarlo.

—Estoy un poco alterada por todo esto, Ren, no creo que pueda ser ahora.—intenté pasar por su lado pero otra vez volvió a frenarme.

—Por favor, creo que después de todo me merezco que me expliques, ¿no?—fingí una sonrisa de “no pasa nada”.

—No entiendo qué necesitás que te explique.

—Muchas cosas.—di un paso hacia él.

—Pero no ahora.—logré darme la vuelta para irme, pero una vez que le di la espalda, lo escucho decir algo más:

—Por lo menos quiero saber lo de tu hermano.—enarqué una ceja y volví a él—. Fue Juan, ¿no? Él le hizo eso.—me quedé callada y acorté la distancia que nos separaba.

—Ren, todo está bien, mi hermano está fuera de peligro y eso es lo único que me interesa.—acuna mi cara entre sus manos. Me encantaba esa sensación que tenía cada vez que él me tocaba, y aunque pasó mucho tiempo, eso es algo que nunca se olvida. Y lo extrañaba, más de lo que podría llegar a admitir alguna vez, o más de lo que quisiese que me pase.

—Pero a mí no. ¿No te das cuenta que pudo haberlo matado? Es peligroso que esté suelto.

—Sí, Renzo, yo lo sé, pero no podemos hacer nada.—me suelta y larga un suspiro.

—Me mentiste.—lo miré con el ceño fruncido sin entender muy bien, hasta que me di cuenta—. Me dijiste que no sabías en dónde estaba, pero sí lo sabés. Y lo fueron a buscar.—suspiré.

—Fuimos e intentamos hacer que se entregue, pero fue en vano.—hace una sonrisa irónica.

—¿Hay algo más?

Moví la cabeza buscando si había algo más para decirle.

—Cloe le robó el arma a su papá y le disparó en la mano para intentar salvarme.—se queda un poco sorprendido y niega.

—No hablo de ahora. Mientras yo estaba en coma, ¿pasó algo? Me interesa saberlo. Y quiero que sea por la chica que amo.

Tragué con fuerza e intenté no ponerme nerviosa.

—N-no, no pasó nada. Fueron meses de búsqueda pero nunca lo encontraron.

—Me encantaría creer en tu palabra. En la de todos. Pero sobre todo me encantaría creer en vos. Pero hay algo que no me están diciendo, y odio el echo de no saber qué pasa, y que no me digan la verdad se siente como la mierda. Principalmente vos, porque sos en quien yo más confío. Y ojalá te odiara, pero no puedo.

—¿Por qué no? Tenés todas las cartas en la mesa para odiarme, y no lo hacés, ¿por q...?

—Por que te amo, por eso no puedo odiarte. Y más que dolerme el pecho, otra cosa no me sale.—me mordí el labio para no llorar y lanzarme a los suyos como si mi vida dependiese de ello, y quizás que no pierda la razón depende de él, porque sin él la pierdo completamente, pero mi vida no lo depende, ni de besarlo una última vez, por más que sus labios me inciten a romper mi promesa, no puedo.

—¿Cómo hago para dejar de quererte?—se me acerca y acuna mi cara—. ¿Cómo hago para sacarte de acá?—con una mano sostiene mi cara, y con la otra toca su pecho izquierdo.

—Sabés qué opino sobre esto.—dije sacando su mano—. Esto está mal. Y no quiero herirte, jamás lo querría...

—¡Bueno, entonces llegaste tarde porque ya lo hiciste!—alza la voz casi convirtiéndola en un grito—. Sos la única persona en el mundo que puede lastimarme porque sos quien tiene mi corazón, y te informo que me lo devolviste completamente hecho añicos.