Que gano olvidándote
El invierno ya estaba llegando y los días eran cada vez más fríos, miraba por la ventana y el sol apenas calentaba esta fría ciudad, apoyé mi mano en el vidrio y escuché el llanto de la beba, sonreí y me giré hacia mi amiga, quien tuvo que tomarla en brazos y amamantarla.
—Necesito descansar, Esperanza es lo mejor que me pasó en la vida, pero es agotador ser madre.—me acerqué y me serví un mate.
—Nadie dijo lo contrario, amiga.—respondí con una sonrisa.
Rueda los ojos—. Necesito aire, pero no quiero salir sola, además, si salimos las tres juntas no tengo con quien dejar a la nena.
Cuando iba a responder suena el timbre así que me dirigí a la puerta. Apenas vi a mi amigo del otro lado del umbral sonreí.
Llega en el momento perfecto.
—Buenos días, traje unos churros bañados en chocolate.—Kev sabía perfectamente que esos eran los preferidos de mi amiga aquí presente.
Ella sonríe con los labios apretados.
—Supuse que estaban por desayunar así que quise pasar a verlas, ¿hice mal?—palmeé su espalda y negué mientras lo invitaba a sentarse.
—Hiciste muy bien, amigo. Justo Cass me estaba diciendo que se siente muy encerrada—empecé con una sonrisa—, y quería salir un poco, ¿qué les parece si se van y yo me quedo un rato viendo si mi papel como futura madre sirve de algo?—los incité. Mi amigo ríe nervioso y la mira a ella, yo igual.
Cassie asiente y me tira una mirada donde me deja en claro que sabe de mis intenciones, y cuando se fue a cambiar de ropa me dio a la beba en brazos y empecé a hamacarme con ella para que no se despertara.
—¿Cómo está?—pregunta tocando la nariz de Esperanza.
—¿Mi amiga? Agotada, necesita descansar, salir un poco, justo estábamos hablando de eso antes de que llegaras y por eso te pedí ese favor.—él asiente—. Sé que vas a poder hacer que ella se distraiga.—vuelve a asentir muy seguro. Puse mi mano en su hombro—. Ella te necesita, aunque no lo sepa todavía.
Sonríe dudoso—. Gracias por el apoyo, amiga, pero sé que no es a mí a quien quiere precisamente.—besé su pómulo.
—Claro que sí. Te quiere, y mucho.—ladea la cabeza y sonríe.
—No como me gustaría.
Lo abracé para intentar consolar un poco aunque más no sea a su corazón herido y después me fui a ver a mi amiga al cuarto para ver si necesitaba ayuda. Cuando entré la vi sentada en la cama mientras tenía su mirada puesta en el suelo, me senté a su lado y puse mi mano en su hombro. No me miró, simplemente al sentirme recostó su cabeza en mi hombro.
Estaba mal, y no sabía por qué.
—¿Cómo te sentís?—pregunté mientras acariciaba su espalda.
—Me duele todo el cuerpo, siento que necesito dormir como por mil horas.—dice apartándose y pone un mechón de pelo detrás de su oreja.
—Necesitás despejarte un poco.
—No quiero que cuides a mi hija, no te corresponde.—la callé.
—Lo hago porque quiero. Hace mucho que no salís, necesitás tener un tiempo para vos, salir con Kev te va a hacer bien.—sonríe.
—Tengo miedo de lo que pueda llegar a pasar, no ahora, sino... más adelante.—ladeé la cabeza confundida.
—¿Más... adelante?—repetí arrastrando la pregunta.
—Sé que él me quiere, y no quiero lastimarlo.—intenté buscar su mirada hasta que tuve que obligarla, con mi dedo en su barbilla giré su cabeza para que me mirara.
—No es solamente el miedo a lastimarlo, ¿o sí?—suspira, baja la mirada y después vuelve a mis ojos. Niega.
—Tengo miedo de enamorarme y que me vuelvan a fallar.
Al escucharla decir eso sentí un nudo en la garganta junto con las ganas de llorar. Soy una mierda. La abracé y no pude contener mis lágrimas.
—Perdón, amiga, sé que no te merezco, que soy una mierda, yo nunca quise lastimarte.—estallé en lágrimas.
—Shh, no lo dije para que te sientas mal, todo está bien.—me separa y seca mis lágrimas.
No merezco su amistad, ¿cómo es que sigue queriéndome? Sequé mis lágrimas y salí del cuarto para que pueda cambiarse.
***
Cuanto más pasa el tiempo más empeora todo, mis sentimientos crecen, el dolor sigue, y el miedo está más latente que nunca. Siento que si me entrego a Juan y se va conmigo él va a dejar en paz a mi familia, a mis amigos, y sobre todo a Renzo. Si me voy con él sé que al final las personas a quienes amo van a estar fuera de peligro, y sus amenazan van a desistir.
Pero no sé qué hacer, quiero dejar de causarles dolor a todos, pero también quiero que dejen de estar en constante amenaza por un desequilibrado mental.
Seguía hamacando a Esperanza en mis brazos. Estaba dormida, dormía como un angelito, se veía muy en paz, como si nada en este mundo estuviese mal, y es que para ella era así, tan inocente, un amor, y espero que ella pueda ser feliz. La miré y no pude evitar sentir de nuevo estas interminables ganas de llorar, saqué una de mis manos de su cuerpo mientras la sostenía con la otra, con mi dedo índice acaricié su mejilla con sumo cuidado para no despertarla.
—Te prometo, mi amor, que no voy a dejar de luchar para que vos tengas una infancia preciosa, para que seas feliz, vos y tu familia. Mis amigos.
Volví mi vista a la ventana y después a ella y lo único que me queda por hacer era no perder las esperanzas. Por una beba que no tiene culpa alguna, por mi amiga, me voy a encargar de no volver a fallarle, por todos mis amigos, por mi familia, y por el amor de mi vida.
A veces dejar ir es la mayor prueba de amor.
Algunos dirían que irse es de cobardes, pero yo no lo creo así, y mucho menos si su vida depende de eso, de mí.
Mis amigos volvieron de su cita y yo les sonreí y fui a poner a la beba en la cuna.
—¿Cómo fue todo?—me susurra mi amiga mientras está conmigo en la habitación.
—No podría amarla más.—me sonríe y yo a ella.
—Es un encanto, ¿no te parece?—dice una vez que cerramos la puerta del cuarto y ella prende el aparato para escuchar en caso de que despierte.