Amar Después de Amar: Todavía te quiero

8

El corazón nunca olvida el lugar donde dejó sus mejores latidos

Querida Cassie:

Estoy bien, no tanto como me gustaría, pero mejor de lo que esperaba. Ni siquiera sé cuando te va a llegar esta carta, Internet dice que puede tardar un par de días o incluso hasta un mes.

Juan dice que puedo enviarte una carta por semana, no creí que fuera a dejarme, pero lo hizo, así vamos a estar comunicadas y van a tener noticias de mí, aunque debo admitir que siento que estamos en una de esas épocas donde las personas se comunicaban mediante telegramas, y eso me encanta, siempre quise hacerlo.

Amiga, me enteré del desorden que hubo en casa. Me... enteré que Renzo supo que es adoptado, no preguntes cómo lo supe, pero estoy al tanto, por favor amiga, cuidá de él, no lo dejes solo cuando está tan destrozado, no permitas que se derrumbe, te necesita completa, y prometeme amiga que vas a estar para él, sos la persona más fuerte que conozco, no dejes que nada te derrumbe.

No puedo decirte donde estoy, es parte de mi trato con Juan pero sí puedo decirte que estoy en perfecta salud y no teman por mí, voy a estar bien y ustedes también. Y aunque no dije mucho en esta carta y definitivamente es más corta que la primera, quiero que le digas a todos que los amo y ojalá nos volvamos a ver, pero por el momento me queda comunicarme con ustedes mediante cartas como si estuviésemos en el siglo XVII. (Es lo que más me gusta de esta situación, me hace sentir de esa época). Los amo mucho, a todos.

Besos, Sara.

Terminé de escribir la carta y la metí en un sobre con su destinatario, Juan estaba observándome desde el umbral de la puerta.

Le tendí el papel—. Te dije que iba a cumplir, si querés podés chequear lo que le escribí y así me decís si está lista para que la lleve al correo o no.

Sonríe y se acerca—. Por esta vez voy a confiar en vos, no hagas que me arrepienta.—me da un beso en los labios mientras me deja completamente estupefacta.

Se fue para que yo pudiese cambiarme de ropa, iba a irme yo sola y sé que él no es estúpido, sé por qué vinimos a esta ciudad y no más cerca de dónde vivíamos, sabe que acá no sé manejarme muy bien, pero yo tampoco soy estúpida, metí un papel en mi corpiño bien doblado para que no lo vea y ya pediría una lapicera por el camino, no quería ser tan obvia pero iba a arriesgarme un poco.

Quería escribirle una carta a Renzo, decirle que sé por lo que está pasando y pedirle perdón por no haberle dicho la verdad, pero tengo que intentar comunicarme con él. Es lo único que me queda por hacer.

Escribía dos cartas; en una era dónde mi amiga pasaba información de mí para que nadie se preocupe, y la otra era más personal. Para el amor de mi vida.

Salí de la casa después de una mirada interrogativa de su parte. Caminé por las calles con un mapa a mano que se tomó el trabajo de hacer ya que no era tan estúpido como para dejarme llevar un teléfono y como pude me guié hasta el correo. Necesitaba escribirle algo a Renzo, necesitaba comunicarme con él.

Le pedí a la chica del mostrador una lapicera, ni siquiera sé cómo me entendió porque mi nivel de inglés no era tan bueno, le escribí lo más rápido que pude y después empecé a caminar para volver al hotel hasta que vi una cabina telefónica. Respiré hondo para acordarme el número de teléfono.

—¿Hola?—al escuchar su voz me volvió el alma al cuerpo, sonreí y empecé a llorar.

—Ma, soy yo.

—¿Sara? ¿Hija sos vos?—asentí y cuando iba a responder alguien me arrebata el teléfono de las manos y corta la llamada.

—No creíste que el jefe iba a dejarte ir sola al 100%, ¿o sí? Y que bueno que no lo hizo.—me agarró del brazo de manera brusca y me llevó de vuelta al hotel.

Maldito.

Cuando llegué y este imbécil le contó lo que hice me fue muy mal.

—No cumpliste con tu palabra.—me da un golpe en la cara a puño cerrado.

Está bien que le fallé pero no era necesario ser así de bestia. Fui una tarada al pensar que podía si quiera ganarle de mano.

—¡¿Qué mierda tengo que hace con vos?! ¡¿Matarte?! Porque si me dejo llevar por las ganas, eso es lo que debería hacer.—mira al imbécil que me trajo—. Andate de acá.—este asiente y nos deja solos.

Apenas nos quedamos solos lo miré aterrada, Juan me agarra con fuerza del brazo y me tira a la cama sin piedad. Al ver cómo se acercaba retrocedí hasta chocar con la cabecera. Reconocía esa mirada y sonrisa de satisfacción con cinismo, es la expresión que siempre me daba cuando estaba a punto de ser un salvaje.

—No... No.—intenté empujarlo con el pie pero lo apretó con su mano sobre el colchón provocando que me duela el empeine ya que no fue nada bonito.

—Te voy a enseñar de lo que soy capaz cuando me enojo.

—Por favor... ¡No!

Para mi amor eterno:

Dicen que el corazón nunca olvida el lugar donde dejó sus mejores latidos, y es así. Porque siempre que intento no pensar en vos para dejar de sufrir no puedo, cada uno de nuestros momentos lindos, incluso los momentos en los que lloré preguntándome el por qué todo tenía que ser tan difícil cuando se trataba de vos. Estoy bien, mi amor, bueno, creo que lo voy a estar, esta carta te la escribí a escondidas cuando fui a dejar la carta de Cassie al correo, incumplí mi trato y no sé qué va a ser de mí en cuanto Juan se entere.

Renzo yo te juro que esto es para siempre, dicen que hay amores que son para siempre aun sin tocarse, sin verse ni besarse, y te juro que lo nuestro va a quedar tatuado en las estrellas.

Hay veces que me pregunto: ¿Cómo es que esos ojos achocolatados causaron tanto alboroto en mis sentimientos? Y todavía no sé la respuesta, pero vos me enamoraste porque me hiciste sentir especial, porque me viste herida y te quedaste a curarme, remendaste a mi corazón, y eso no se olvida ni en de un día para otro, ni en una noche por más larga que sea al pensar en vos, ni en otra vida.



#6437 en Novela romántica

En el texto hay: secuestro, amor, adda

Editado: 03.08.2024

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