Amar Después de Amar: Todavía te quiero

Epílogo

Un amor atemporal

Ya estaba terminando de preparar la canasta para irme de picnic con Ren. La primavera había llegado hace dos semanas y nos quisimos tomar este día única y exclusivamente para nosotros, dijo que me iba a llevar a un lugar donde aquella regla se podría cumplir y yo estaba preparando algunas cosas para el viaje y para hacer un picnic.

Iba vestida con una pollera de jean y una pupera blanca holgada y unas zapatillas negras con plataforma. Mi pelo estaba suelto y Cassie le hizo unas hondas para que se viera diferente. Cloe se encargó de maquillarme natural: base, rímel, rubor rosado y brillo labial rosa. A ellas no les importaba que no iríamos a un lugar formal, solo a un sitio alejado de todos pero igual insistieron en que me viera radiante.

Mientras guardaba lo último en la canasta llega Ren por detrás y me alza provocando que me diera un susto impresionante.

—¿Lista, princesa?—seguía detrás mío y besa mi cachete. Sonreí.

—Ya casi, quiero darme unos retoques de labial.

Cuando estaba por irme atrapa mi mano para acercarme a él.

—No hagas eso, estás preciosa con o sin labial y esas cosas que se ponen ustedes.—sonreí por el gesto que hizo de rodar los ojos.

—Gracias, pero igual, me... siento un poco incómoda.—intenté acomodarme la ropa y él lo notó.

—Sara, no hagas eso. No te sientas insegura. Sos perfecta tal y como sos, no quieras cambiar algo.—agarra mi cara entre sus manos y me besa—. ¿Sabés qué debería hacer?—me la pensé dos segundos y negué—. Debería sacarme los ojos y dártelos, así te podrías ver con ellos y sabrías que no exagero ni miento.

Iba a llorar, lo juro. Me hacía sentir tan bien, tan hermosa y amada que no podía explicar los sentimientos que me generaba en ese momento.

—¿Me seguiría viendo hermosa si por culpa de las lágrimas se me corre el rímel?—finge pensar unos segundos.

—No hay nada que puedas hacer para que yo piense lo contrario.

—nos besamos con ternura mientras él sujeta mi cara entre sus manos.

—Eso déjenlo para cuando estén solos. Mientras tanto, no coman adelante de los pobres.—reí nerviosa ante el comentario de Cloe.

Cuando subimos al auto que Franco nos prestó él empezó a manejar por carretera hasta alejarnos de la ciudad. Nos sonreímos y prendí la música para poner «Cae el Sol» de Airbag.

Yo quiero ir a algún lugar en donde pueda despertar
Yo quiero verte sonreír y que no tengas que mentir
Nos ves que estoy, estoy aquí dejando toda mi verdad
No queda nadie en la ciudad pero por vos me quedo acá
Esperando por ti

Desde hace tiempo supe lo que sentía por él, pero ahora entiendo que lo nuestro es un amor atemporal.

Es un amor atemporal porque no es afectado por el paso del tiempo o las circunstancias, y después de todo lo que pasó creo que nos merecemos este viaje a lo desconocido, al menos para mí, porque él sí sabe a dónde vamos pero quiso mantener lo secreto hasta llegar al sitio. Lo nuestro es un amor profundo que permanece constante sin importar el contexto en el que se encuentra, siempre encontramos el camino a casa, a los brazos del otro.
Y no tengo más que decir salvo que lo amo, no solo por lo que él es, sino por la persona en que me convierto yo cuando estoy con él. Dicen que el amor verdadero no tiene final feliz simplemente porque no hay un fin, y es lo que yo veo para nosotros.
Amor es encontrar en la felicidad del otro tu propia felicidad. Es lo único que veo cuando lo miro a los ojos: felicidad plena y absoluta.
El amor no se trata de cuántos días, meses o años pasás con alguien, sino de cuánto amás cada día.
El amor es la única realidad, no es un simple sentimiento. Es la única verdad que se encuentra al final de todo.
Donde hay amor, hay vida.
El amor no es algo que se encuentra. El amor es algo que te encuentra.
Cada que me besa, que me mira, siempre encuentro un motivo nuevo para amarlo.
El amor no tiene prisa. El verdadero amor se construye con el tiempo.
Para mí todo eso simboliza el amor atemporal, sin principio ni final.
Llegamos a una estancia enorme, no puedo creer en donde estamos, un lugar precioso, apenas llegamos quedé maravillada con la vista. Un campo enorme, caballos, una estancia también preciosa y enorme, un río frente a la casa. Estuvimos en el auto por una hora y media pero aseguro que valió la pena, no podía pedir más.
—Es toda nuestra por el fin de semana.—me susurra al oído por detrás.
Sonreí y me di la vuelta para abrazarlo. No había nadie, solo nosotros dos. Hace tanto que no era así de feliz que temía olvidarme lo que esa palabra significaba. Pero... al mirar sus ojos entendía que la felicidad siempre fue él. Que mi felicidad tenía nombre y apellido.
Enredé mis brazos alrededor de su cuello y nos besamos mientras él se inclinaba para adelante sosteniéndome para que no me caiga.
—Te amo, Renzo Moretti.—pronuncié su nombre con detenimiento.
—Y yo a vos, mi princesa del pelo rojo.—sonreí sobre sus labios para después darle un beso.
—Te parecés a la princesa de Valiente.—dice intentando recordar su nombre, reí por su rara expresión.
—Mérida.—le recordé y él asiente dándome la razón.
—Lo digo por el pelo rojo y... tu valentía.—le di un beso corto y antes de separarme sonreí.
Corrimos un poco sobre el pasto impecablemente limpio, y después nos sentamos al lado del río para comer las cosas del picnic.
Esto era todo lo que había soñado, a él y a mí, juntos, riendo, siendo felices, haciendo un picnic descalzos en un día de campo con un sol radiante y un cielo despejado y perfecto. Mi día era maravilloso. Ya con tenerlo a él lo era. Todo lo demás solo sumaban.
—Tenemos que volver para el domingo al mediodía.—le avisé antes de meterme una frutilla a la boca.
—¿Por?—pregunta decepcionado.
Ladeé la cabeza sin poder creer que no se acordaba de lo que habíamos estado hablando desde hace un mes y medio.
—Amor, el domingo se casan mi hermano y Gina. No puedo faltar porque soy la dama de honor, y la hermana del novio.—respondí obvia aquellas últimas palabras.
—El domingo al mediodía vamos a estar ahí, cielo, te lo prometo.—se inclina hacia mí y me da un beso corto para después añadir en un tono gracioso—: y no le digas a tu hermano que me olvidé, sino el que no va a llegar a su propia boda voy a ser yo.
Lo miré sorprendida por aquello que dijo, levanté las cejas e hice una sonrisa.
—¿Estás insinuando que querés casarte conmigo, Renzo?—pregunté con voz acusatoria.
Niega y se queda a escasos centímetros de mi boca.
—Te estoy preguntando si te querés casar conmigo.
No podía creer lo que me estaba preguntando, sonreí pero no le contesté nada.
—Sé que somos jóvenes, y está bien si no querés y que por ahí así estamos bien, lo entiendo, creéme que lo...—lo callé con un beso.
—Me encantaría.—sonríe aliviado y vuelve a besarme.
Todos los días encuentro un motivo nuevo para amarlo, y también me doy cuenta que aquellos ojos son los que quiero ver por el resto de mi vida al despertar, aquellos ojos son los únicos que quiero que me miren con pasión y ternura, esos labios son los únicos que muero por besar cada vez que lo veo. Y es él, siempre fue y será él. En esta vida y en mil más.



#6437 en Novela romántica

En el texto hay: secuestro, amor, adda

Editado: 03.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.