Luego de arreglar papeles, conduzco a casa de mi madre, los gemelos se fueron con ella luego del entierro. No fue una decisión fácil, era un momento delicado y no habría sido bueno separarnos. Pero fue una idea de mamá, que ella cuidara a los niños para asimilar varias cosas y estar fuerte para ellos.
Me negué de inmediato cuando lo sugirió pero ahora entiendo a qué se refería. Pensar que iba a hacer ahora que Fede no estaba tendría que organizarme sola, con dos pequeños, buscar un trabajo para mantenernos y con todas las actividades extracurriculares. Era mucho de golpe pero sé que podría. No iba a ser fácil al principio pero lo lograría.
- Hola, ¿Donde están todos? - dije, mientras entraba a la sala de estar.
- Acá en la cocina.
- Mmm huele super- me acerqué y le di un abrazo.
- Le estoy haciendo galletas de manteca a los chicos.
- Por cierto, ¿donde están?
- Arriba mirando tele en mi cama.
- Bueno, subo a verlos.
Cesó el ruido del batidor y yo la observé. Miraba aún la preparación.
Luego de un momento, me miró. Se veía agotada, no debe haber estado durmiendo bien.
- ¿Como estas cielo?
- Supongo que resistiendo, mami esto es muy abrumador, sigo sin entender porqué.
De nuevo las lágrimas. Mi nueva yo, sin él ya nada era igual, no me reconozco.
Me abrazó por la espalda.
- Quisiera tener una respuesta para eso hija pero sigo acostumbrándome...
- Fue un golpe seguido de otro, se fueron casi a la par.
Papá falleció el año pasado de un ataque al corazón. En mi opinión tenía mucho por vivir, con sesenta y nueve años pero bueno, al menos llegó a conocer a sus nietos.
Era el mejor abuelo que les pudo tocar a mis niños. Aunque era serio y callado, para ellos era pura risa y les dejaba despeinarse su escasa melena blanca. Además de darle plata enrollada sin que yo lo notara o eso pensaba él, ya que descubría en su ropa papeles de golosinas que yo no compraba.
Y los padres de Fede no estaban cerca, viven en España y son muy mayores. Viajábamos cuando estaban los chicos estaban de vacaciones. Pero luego apareció el maldito tumor y ya no pudimos viajar más
- Tranquila mamita hermosa- bese sus manos- subo un ratito y tomamos un café.
Voy al cuarto de mamá y los veo, acostados boca abajo con las manos sosteniendo sus caritas, sumidos en la tele.
Tomy se percata de mi presencia primero y corre a mis brazos. Luego Mateo nos acompaña. El momento más lindo desde varios días.
Sus abrazos me calman.
- ¿Como están mis soles? Los extrañe mucho.
- La Abu nos hizo de todo, milanesas con puré, pastel de papas, tarta de jamón y queso.
- ¡Ah bueno! ¿Y no me guardaron?
- La Abu dijo que vos podías cocinarte.
- ¡¿Perdón?! - agarro una almohada y empieza la pelea.
Golpe va golpe viene y caigo a la cama, junto con el relleno de una almohada.
La guerra de almohadas era algo que hacíamos con los chicos. Si no jugaba Fede era mi turno, sin mencionar la plata que hemos gastado en reemplazar almohadas.
Quedamos ahí tirados los tres recobrando el aliento, mientras el relleno aún flotando por todas partes.
- ¿Quien le pidió galletas a la abuela?
- ¡Él! - dijeron señalándose.
- ¡Ah bien! - los rodeé con los brazos y los atraje a mi.
Besé sus cabellos. Amo su aroma, son mi vitamina.
- Te amo mami. - Dijo Tomás y mis ojos se cristalizaron.
- Yo también te amo mi cielo, los amo a ambos con toda mi alma.
- Extraño a papá. - soltó Mateo, mirando al techo.
Yo igual hijo, yo igual.
¡Que difícil va a ser todo esto!