MAÑANA, OTRO DÍA
Unos agentes de paz me cogen por el brazo y me llevan hasta una habitación vacía dentro del Edificio de Justicia y después cierran la puerta. Miro a mí alrededor admirando los tapizados y los cuadros expuestos.
Tras unos minutos esperando a que alguien venga a buscarme o me diga algo, oigo unos pasos al otro lado de la puerta. Unos segundos después la puerta se abre. Alzo la mirada y me encuentro de lleno con mis padres y con mi hermano. No espero a que digan nada y corro a abrazar a mi hermano, que le surcan unos lagrimones por su bello rostro.
—No te preocupes enano —susurro en su oído—, estaré bien, te lo prometo —sigo hablándole para intentar tranquilizarlo.
—Tienes que volver Clove —me pide separándose y mirándome a los ojos—. Prométemelo —llora aun más fuerte.
—Lo intentaré enano —lo abrazo de nuevo—, intentaré ganar y volver a casa —intento aguantar las lagrimas porque estoy más que segura de que por mucho que le prometa que voy a volver, sé que no voy a ser capaz de cumplir mi palabra.
—Te quiero Clove —me dice mirándome a los ojos de nuevo.
—Yo también te quiero mucho enano —respondo—. Sé fuerte ¿vale? Y cuida mucho de mamá y papá —acaricio sus mejillas limpiando sus lágrimas.
Cuando me separo de mi hermano, me acerco hasta mi madre, que no ha podido contenerse más y está llorando. La abrazo y ella me lo devuelve, haciéndome sentir otra vez pequeña. Entre sus brazos me siento segura, aunque ¿quién no se siente segura en los brazos de su propia madre? Respiro su aroma e intento retenerlo en mi memoria para que cuando esté sola pueda acordarme.
—Te quiero mucho mi pequeña Clove —me dice aun abrazándome.
—Yo también te quiero mamá —contesto separándome de ella—. Mamá —intento que me presente atención—, ¿me prometes una cosa? —pregunto.
—Claro cielo —me responde con media sonrisa pero aun llorando.
—Prométeme que no te irás —comienzo—, que no estarás ausente, que si muero, porque puede que muera —agarro sus manos entre las mías—, no te vayas, no dejes al enano sin madre ¿vale? ¿Me lo prometes? —la miro suplicando.
—Te… te lo prometo hija —me responde titubeando y llorando a mares ante mis palabras.
Me alejo de mi madre y abrazo con fuerza a mi padre. No necesitamos nada más ninguno de los dos porque con el abrazo nos hemos dicho todo. Me separo de él justo en el momento en que unos agentes de paz entran a la sala y comienzan a sacarlos de allí.
—Os quiero a los tres —digo justo antes de que la puerta se cierre ante mis narices.
Me siento en el sofá que hay en la sala y vuelvo a esperar pero en cuanto lo hago la puerta se vuelve a abrir. Me levanto deprisa y aparece Laila llorando junto a Víctor, que tiene los ojos tristes.
—Prométeme que volverás —me pide Laila aferrándose a mí con todas sus fuerzas.
—Lo intentaré —respondo.
—Vuelve conmigo —me vuelve a decir mientras sale por la puerta llorando.
—No hagas sufrir a Cato —me dice Víctor y me paro a mirarlo sorprendido.
—¿Qué? —digo sin entender nada.
—No comentas ninguna locura en la arena —me pide acariciando mi mejilla—, Cato no lo soportaría —sigue hablando mirándome a los ojos, totalmente serio.
Y así sin más se va, dejándome más confusa de lo que ya lo estoy con respecto a Cato.
La puerta vuelve a abrirse y un agente de la paz entra, me coge del brazo y me saca de la habitación. Me guía por unos pasillos y finalmente salimos a la calle, dónde un coche me está esperando. Me adentro en él y me encuentro que Annia ya está acomodada en el asiento de al lado. Busco fuera pero no encuentro a nadie más por lo que intuyo que Cato, Brutus y Enobaria viajan en otro coche. Al cabo de unos minutos llegamos a la estación de tren. Ambas nos bajamos al mismo tiempo y veo como otro coche se para junto al nuestro. De él salen mis mentores y Cato. Cuando llegan a nuestra altura emprendemos el camino hasta la entrada del tren. Al entrar me quedo alucinada, nunca había visto tanto lujo en una misma estancia, nunca había subido en un tren tan lujoso.
—Muy bien chicos —nos dice Annia—. Clove tu dormitorio se encuentra al fondo del pasillo a mano derecha y el tuyo Cato, al fondo a la izquierda —nos señala el pasillo.
—Nos vemos en dos horas para la cena —habla ahora Brutus y se va junto a Enobaria por el lado contrario del pasillo en el que están nuestros dormitorios.
—Descansad chicos, lo necesitaréis —nos dice Annia con una sonrisa mientras desaparece por el mismo sitio que nuestros mentores.
Me giro para irme a mi cuarto porque este silencio me resulta demasiado incómodo y porque sinceramente no quiero hablar con Cato. No quiero verlo, ni mirar sus ojos porque sé que si lo hago me romperé en mil pedazos. Camino por el pasillo con paso decidido y agarro el pomo de la puerta pero una mano coge la mía y me impide abrir la puerta. Se me eriza el bello cuando siento que esa persona se posiciona tras de mí. Me agarra de la cintura y pega mi espalda contra su pecho. Sin girarme ya sé quién es. Noto su respiración en mi cuello mientras sus brazos me agarran con fuerza para abrazarme. De forma instintiva coloco mis manos sobre sus brazos y me reclino contra su cuerpo.