ADMITIR
Los carros tirados por caballos comienzan a andar y nos adentramos en la calle principal del Capitolio. Es de noche por lo que las luces de los focos impactan en nuestras caras, cegándonos por un momento. Los ciudadanos comienzan a corear nuestros nombres en cuanto aparecemos. Para ellos solo es un juego, un reality pero para la mayoría de los distritos, los juegos del hambre son un matadero. La excepción a esa regla son los Distritos 1 y 2, que para ellos es honor y gloria.
Me dedico a mirar a la gente, a saludar y a sonreír. Quiero que me vean letal y también alguien inalcanzable. Desde que hemos salido toda la atención ha recaído sobre nuestros hasta que han aparecido ellos, los tributos del Distrito 12. Este año no van vestidos con buzos de mineros sino que les han diseñado unos monos negros por los que salen llamas de fuego. Eso ocasiona que acaparen la atención de todo el mundo. Nos han eclipsado en un solo segundo.
Tras el saludo y el discurso del Presidente Snow, todos los carros vuelven al Edificio de Entrenamiento. Miro de refilón y veo que Cato está muy tenso y que se está poniendo furioso por momentos. No soporta no ser el centro de atención.
Me bajo del carro y una cabellera rubia aparece de repente a nuestro lado. Glimmer se engancha en el brazo de Cato y comienza a parlotear sin parar. Ruedo los ojos y me alejo de ellos lo más rápido posible, no quiero ser testigo de nada de lo que pueda pasar. Sé que empezaran a coquetear, ella se insinuará, él le sonreirá… y no puedo, no lo soportaría.
Esquivo a la gente que hay mientras ando hacia el ascensor pero alguien se interpone en mi camino. Alzo la mirada y me topo con un chico alto y moreno. Es el tributo masculino del Distrito 1.
—Hola —me saluda el chico.
—Hola —respondo de forma educada porque no me apetece hablar con nadie y mucho menos con él.
—Soy Marvel ¿y tú? —me dice con una amplia sonrisa.
—Clove —contesto algo seca para ver si pilla la indirecta y la conversación se termina aquí.
—Vas muy guapa —me elogia regalándome una sonrisa torcida.
—Gracias —me sonrojo ante el cumplido.
En ese preciso instante aparece Cato de la nada. Lo miro y tiemblo un poco al ver su expresión. La situación se está complicando por momentos.
—Hola, soy Marvel del Distrito 1 —mira a Cato tendiéndole la mano para que se la estreche.
—Cato, Distrito 2 —responde borde y se queda quieto por lo que Marvel baja la mano que le ha tendido despacio.
—Vaya… —dice sorprendido—. Entonces eres el compañero de Clove —me mira y sonríe.
—Así es —respondo acompañado de una sonrisa.
—Nos tenemos que ir —anuncia Cato de forma brusca mientras me coge de la mano y me arrastra sin poder despedirme del chico.
Me lleva de la mano hasta el ascensor, entramos juntos y pulsa el botón del segundo piso, que es el que nos corresponde a nosotros. El edificio consta de doce plantas, una para cada Distrito.
Miro nuestras manos juntas porque aun no me ha soltado. Después lo miro a la cara y veo que está furioso, cabreado con algo pero no sé porqué ni lo más importante, con quién.
—¿Se puede saber qué mosca te ha picado? —pregunto soltando mi mano de su agarre de forma brusca.
—No me pasa nada —me responde seco.
—¿Nada? ¿Eso qué ha pasado antes lo llamas nada? —lo recrimino—. No me has dejado despedirme de Marvel. Solo ha sido simpático conmigo y tú vas y le hablas mal. ¿Qué se te ha pasado por la cabeza? —lo fulmino con la mirada.
—Ese tío no te conviene —suelta de manera abrupta—, estaba coqueteando contigo y tú tan tranquila. Cuando menos te lo esperes te clavará un cuchillo en la arena —me dice tensando la mandíbula.
Inspiro con fuerza intentando tranquilizarme, no quiero decir ahora mismo todo lo que se me está pasando por la cabeza porque la situación puede empeorar más.
—¿Y? —lo miro incrédula—. Si coquetea o liga conmigo no es asunto tuyo —comienzo a enfadarme poco a poco ante su actitud.
—Por supuesto qué es asunto mío, todo lo que a ti te pase me incumbe —me mira enfadado.
—Es del Distrito 1 y va a ser nuestro aliado, así que tendrás que aguantarte porque voy a seguir hablando con él —me enfrento a él.
—Será nuestro aliado pero te prohíbo que pases tiempo con él y mucho menos pasar tiempo a solas con él —me mira a los ojos de forma amenazante, sacándome de mis casillas.
—¿Pero tú de qué vas? —grito cabreada—. Tú no eres nadie para decirme con quién estar y con quién no estar —le doy unos golpes en el pecho.
—Sí que lo soy —me responde gritando también agarrando mis manos para que deje de darle.