EL TIEMPO SE DETIENE
Camino despacio hasta colocarme junto a Caesar mientras oigo como la gente aplaude enloquecida ante mi presencia. Coloco en mi cara la mejor de mis sonrisas, como he estado ensayando con Enobaria. Después me siento en el sillón que han dejado para los tributos.
Todo lo que tengo a mi alrededor me hace sentir cohibida. No me gusta tener que mostrarme al público, pero por esta vez tengo que tragarme mi vergüenza y mostrar de cara al público lo que ellos quieren ver de mí.
Caesar se sienta junto a mí en el sillón contiguo y se gira hacia mí para mirarme. Me sonríe enfundándome ánimos y transmitiéndome confianza.
—¿Preparada para los juegos? —me pregunta con una sonrisa.
—Por supuesto, estoy más que preparada —respondo con seguridad—. Me he entrenado para esto durante toda mi vida —sonrío.
—¡Esa es la actitud! —exclama con alegría—. Cuéntanos algo sobre ti —sigue con la conversación—. ¿Tienes novio? ¿Algún pretendiente? —me aborda con preguntas que ya me imaginaba.
—Cómo eres de cotilla Caesar —contesto mientras me río haciendo que el público se una a mí soltando carcajadas.
—Soy así, qué se le va a hacer —dice riéndose—. Pero no soy el único que quiere saberlo ¿verdad? —pregunta mirando al público y este responde coreando un sí en voz alta.
—No, no tengo novio —contesto sincera intentando controlar mi nerviosismo con una risa.
—No puede ser —me mira sorprendido—, es imposible que una chica tan guapa como tú no tenga —sigue diciendo sin creérselo.
—La verdad Caesar, es que no me ha ido muy bien en el amor. Las cosas no son fáciles —digo con voz queda mientras mi mirada viaja hasta el lugar donde Cato está esperando para salir después de mi entrevista.
—Ya veo ya —me dice alzando las cejas de arriba a abajo al darse cuenta de a dónde se ha dirigido mi mirada— ¿Algún pretendiente? —vuelve a insistir con la pregunta—. Porque según lo que ha llegado a mis oídos, creo que tienes al menos un pretendiente por ahí, por lo que hemos podido deducir —me guiña un ojo.
—¿Hablas de Marvel? —pregunto sorprendida y Caesar asiente—. Creo que estáis equivocados, no soy esa chica —intento quitar hierro al asunto y también que se quiten esa idea de la cabeza—. No tengo ningún pretendiente —digo segura.
—¿Estás segura? —pregunta interesado mientras se inclina un poco hacia mí.
—Antes creía que sí, pero ya no. Le gusta otra chica —contesto mientras llevo mi mirada de nuevo hacia Cato.
Lo observo detenidamente y me doy cuenta de que tiene los puños cerrados. La expresión de su cara es dura, está serio, aunque su mirada está clavada en el suelo y sé que está intentando controlarse. Alza la mirada topándose con la mía. Me mira con intensidad, como si estuviera diciéndome algo pero no consigo averiguar qué es. Caesar vuelve a traerme al mundo real, a la entrevista con sus palabras.
—Seguro que cuando vuelvas a casa Clove, volverá a caer rendido a tus pies —dice convencido apoyando una de sus manos en mi pierna durante unos segundos en muestra de apoyo.
—Lo dudo mucho Caesar —hago una mueca—. Si yo vuelvo él no volverá conmigo —digo esto último en un susurro casi inaudible.
Lo digo tan bajo que los micrófonos no captan mis palabras, el público no se ha percatado de lo que dicho pero sí Cesar. Me mira sorprendido por un instante y después me mira con lástima al entenderme.
—Nos ha dicho un pajarito que tienes un hermano. ¿Es así? —sigue con la entrevista cambiando de tema.
—Sí —contesto algo nostálgica al recordar a mi hermano pequeño.
—¿Cuál fue la última conversación que tuvisteis? —sigue indagando.
—Me hizo prometerle que ganaría, que volvería a casa —intento mantenerme fuerte aunque tengo unas ganas horribles de llorar.
—No te noto muy convencida —me mira algo preocupado—. ¿Es por lo que hemos estado hablando hace unos minutos? —me pregunta con la intención de comprender lo que me pasa.
—Yo… —intento decir algo pero no me salen las palabras.
No puedo, no puedo contar los motivos, tengo que mantenerlo en secreto, nadie puede saberlo. No puedo decir que ya no voy a volver a casa, no delante de las cámaras, ni mucho menos delante de él, de Cato.
De repente suena un gong que indica que el tiempo de la entrevista ha terminado. Suspiro aliviada porque la campana me ha salvado.
—Se nos ha acabado el tiempo —dice algo triste y la gente reclama por más tiempo—. Te has librado de responder —me da un codazo amistoso lo que provoca risas entre los presentes—. Ha sido un placer haberte conocido un poco más —me mira y me tiende la mano para ayudarme a levantar del asiento.