Amar o morir 1 || La verdadera historia √

Capítulo 23 - SIEMPRE

 

 

SIEMPRE

 

La claridad de la mañana entra por la abertura de la cueva provocando que abra los ojos. Me giro con cuidado ya que no quiero despertar a Cato. No voy a mentir pero me encanta verle dormir y que la primera imagen que vea por las mañana sea su rostro. Pero me sorprendo al ver que no está a mi lado.

¿Dónde está? Está herido con un corte en el abdomen, no puede andar por ahí fuera él solo. Está siendo un irresponsable.

¡GONG!

Resuena un cañonazo por toda la arena indicándonos que un tributo acaba de morir.

No, no, no, por favor, no.

Me levanto con rapidez y salgo corriendo de la cueva con los cuchillos en mano. Alguien acaba de morir y espero, deseo que no sea él, por favor que no sea él.

Aunque haya pasado todo esto entre nosotros, no quiero perderle.

No puedo.

Corro todo lo rápido que puedo llamándolo a gritos pero no obtengo ninguna respuesta. Estoy comenzando a desesperarme y a hiperventilar. Me obligo a parar para recuperar el oxígeno. Esto es malo, muy malo. Las manos me sudan y de esta forma no puedo defenderme si me atacan, el lanzamiento de cuchillos no sería certero. Tengo que calmarme, así no puedo seguir.

En vez de correr, voy andando deprisa para tranquilizar mis pulsaciones, pero sigo llamándole a gritos hasta que me choco contra un cuerpo. Tenso los músculos y levanto la vista encontrándome con sus ojos azules. Me mira preocupado y veo que su boca tiembla, buscando alguna palabra que decirme pero no puedo contenerme y me lazo a sus brazos, rodeando mis piernas en su cintura. Cato me sostiene con fuerza, evitando que caigamos ambos al suelo.

Al estar entre sus brazos intento relajarme, él está a salvo, está salvo. Sentir que está aquí conmigo hace que termine por romperme de nuevo en estos malditos juegos. Lloro contra su cuerpo soltando todo lo que estaba conteniéndome desde que sonó el cañonazo. Sentía que me faltaba el aire, que iba a morirme. No saber si estaba vivo o no me ha hecho pasarlo realmente mal.

Cato me baja con cuidado y separa nuestros cuerpos, aunque no se aleja de mí. Me coge de las manos, las aprieta con suavidad, su cabeza se agacha e intenta buscar mi mirada, ya que tengo la vista clavada en el suelo.

—Pensé que te había perdido —digo como puedo ya que me sigue faltando el aire después de haber llorado.

Cato me mira pero no dice nada ante mis palabras, simplemente me suelta las manos y lleva las suyas hasta mis mejillas. Me acaricia con delicadeza con sus pulgares y levanta mi mentón para mirarme directamente a los ojos.

—Estoy aquí —me dice mirándome preocupado y me indica con su mirada que está bien, que está sano.

—Al despertar y no verte a mi lado… Justo después sonó el cañonazo y pensé… Pensé que eras tú —digo sincera mientras mi cuerpo tiembla.

—¿Tan débil me ves? —me pregunta riéndose para relajar el ambiente y tranquilizarme.

—¡No te rías idiota! —reprocho dándole un golpe en el pecho—. Estás herido —le recuerdo—. ¿Cómo se te ocurre? —le pregunto enfadada.

—Solo quería inspeccionar un poco la zona —me explica mientras posa sus manos en mis hombros y después acaricia mis brazos.

—Podías al menos habérmelo dicho —digo bajando la mirada.

—Estabas cansada por estos días y no quería despertarte, estabas preciosa dormida —me dedica una sonrisa ladeada y no puedo evitar sonrojarme.

—Da igual Cato —cambio de tema rápidamente—. Tú estás herido, tenía que haber ido yo. Tú no estás en condiciones y… —Cato se acerca a mí y tenerlo cerca me hace perder el hilo de lo que estaba diciendo.

—¿Estabas preocupada por mí? —me pregunta sorprendido.

—¿Qué? —le digo nerviosa y después me recompongo de su pregunta.

—Estabas preocupada por mí —afirma con una sonrisa ladeada que me vuelve loca.

Esa sonrisa le hace estar jodidamente sexy. Y él sabe que me vuelve loca, qué es verla y caigo rendida a sus pies.

—Yo… —intento decir algo coherente pero no me sale nada, por lo que agacho la cabeza intentando esconder mi sonrojo.

—Clove —pronuncia suavemente mi nombre.

Lo miro por inercia a sus ojos, a esos ojos azules que ahora me devuelven la mirada de esa forma que tanto había extrañado. La misma mirada de antes de los juegos. Ahora sé que el Cato que tengo delante es del que me enamoré, el Cato que me dijo que me quería. Aún seguía aquí.

Pero a veces con solo eso no basta.

 

Volvemos a la cueva y comienza a llover otra vez. No sé qué les pasa a los vigilantes con la lluvia, les debe de gustar mucho. ¿Qué pretenden conseguir con este tiempo de mierda? ¿Qué nos ahoguemos? Porque de esta forma no vamos a ir a buscar al resto de tributos para matarnos. Aunque a nosotros nos viene de maravilla, ya que a Cato le da una oportunidad para recuperarse de su herida, a descansar y a estar al cien por cien.




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