Amar o morir 1 || La verdadera historia √

EPÍLOGO - LA VERDADERA HISTORIA

 

 

LA VERDADERA HISTORIA

 

Mantengo los ojos cerrados durante un segundo, esperando a que un rayo de sol, la brisa, el sonido del agua o el tacto de la hierba bajo mi piel me haga sentir que aun sigo en la arena y que tanto Peeta como Cato siguen vivos. Pero en vez de eso no encuentro ningún rayo de sol que me este despertando sino unas sábanas que me arropan.

Al abrir los ojos y mirar a mí alrededor, me encuentro dentro de una habitación en el Edificio de Entrenamiento, en concreto en la habitación que usé antes de entrar en los juegos. Llevo puesto una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos de deporte. No tengo ganas de levantarme pero necesito saber qué es lo que ha pasado. Me levanto con cuidado para no marearme y salgo de la habitación, rumbo al salón para encontrarme con Brutus, Enobaria y Annia. Al verme, los tres se levantan.

—No —hablo la primera antes de que lo haga alguno de ellos—, no quiero aplausos, ni chillidos, ni felicitaciones —digo mientras me falta el aire—. No he ganado nada —hago hincapié—, más bien lo que perdido todo —susurro más para mí misma.

Todos se miran entre sí y Annia se acerca a mí con los brazos abiertos.

—Lo sabemos cielo —es lo único que dice mientras me estrecha contra su cuerpo.

Le devuelvo el abrazo pero no me permito llorar, ya no me quedan más lágrimas que derramar, ya no puedo más con esta situación.

—Clove —pronuncia mi nombre cuando nos separamos—, tenemos que arreglarte para la entrevista y la coronación —cambia de tema lo cual agradezco bastante.

—¿Y Katniss? —pregunto acordándome de ella y con la necesidad de saber que está bien.

—Se reunirá contigo en la entrevista —habla ahora Enobaria diciéndome con esas palabras que está viva—. Ahora lo primordial es la entrevista —insiste.

Suspiro con fuerza al pensar en la entrevista. Se me ponen los vellos de punta solo de pensarlo, de volver a vivir todo, las muertes, las perdidas… Los miro a los tres con ojos implorantes porque no quiero hacerlo, pero ellos no pueden ayudarme, no pueden hacer nada. A fin de cuentas ellos también son peones en estos juegos. Las expresiones de sus caras me dicen que esto aun no ha acabado, que no ha terminado.

De la mano de Annia llego al centro de belleza. Mi equipo se tira encima de mí en cuando aparezco y lloran sobre mis hombros desconsoladamente. Intento no escuchar las palabras que me dicen por si mencionan su nombre y solo me limito a sonreír.

Me peinan, me maquillan y me visten, ni siquiera quiero verme en el espejo, no quiero hacerlo. Todas las heridas causadas en la arena se han convertido en cicatrices. Ninguna de ellas me duele pero la peor herida, la irreparable, es la que tengo en mi corazón y es una herida que jamás se podrá sanar.

Cuando terminan se despiden de mí con unas sonrisas de lástima y entra Cloe. Se acerca a mí, me acomoda el pelo y me sonríe sinceramente.

—Sabía que podías ganar —me dice con una leve sonrisa dibujada en su cara.

—No he ganado, solo he perdido —digo de manera neutra como si fuese una autómata—. No me queda nada por lo que volver a casa —sigo hablando.

—Sí que te queda Clove —me habla Cloe—, te queda tu hermano, tus padres, Laila… —me recuerda y me mira como si quisiera decirme algo más pero no sabe cómo hacerlo—. Todavía te queda un largo camino por recorrer —susurra para que solo yo pueda oírla.

La miro sin entender nada pero me quedo en silencio, sin decir nada, dejando que ella mire mi atuendo y si está todo bien colocado, en su sitio.

—¿No te has mirado en el espejo? —me pregunta—. Estás espectacular Clove —me halaga—, ahora sí que eres una estrella —me sonríe Annia.

Niego con la cabeza y ella me lleva junto a un espejo para que me contemple en él.

Delante de mí hay un precioso vestido largo con algo de cola que arrastro. La tela es transparente pero hay diamantes plateados, como si estuvieran pegados a él, tapando las zonas adecuadas para no verme vulgar. El vestido tiene una caída y una abertura que deja entrever mis piernas brillantes por algún producto que me han echado. 

Me sigo observando y me doy cuenta de que no llevo nada de purpurina, lo que es raro, a la gente del Capitolio les encanta la extravagancia. También llevo puestos unos simples pendientes de lágrimas y el pelo rizado con hermosas ondas que caen sobre mi espalda. Aunque lo más raro de todo y lo que hace que mi corazón se pare, es la corona plateada que llevo en la cabeza. El resto de mi atuendo consta de un maquillaje leve que me gusta mucho y unos tacones plateados calzando mis pies.

—Antes de entrar en la entrevista, pulsa este botón —señala a mi hombro, en concreto al tirante de mi vestido, justo en uno de los diamantes.

—¿Eso no es cosa de Katniss? —pregunto a Cloe sin entender nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.