Amar o morir #2 - Libertad

Capítulo 7 - NO PODEMOS ESCAPAR

El viaje en el tren fue una pesadilla, en cuanto entré me fui directa a mi habitación. La rabia, la desolación, la angustia,… recorren mi interior. Los sentimientos se me agolpan y termino por explotar.

Lo primero que pillo es un jarrón que hay encima del mueble y lo arrojo al suelo, haciéndose añicos. La satisfacción que me produce ver el objeto roto en el suelo me anima y comienzo a hacer pedazos toda la habitación. Aviento todo, desarmo la cama, destrozo los cojines, todo, no queda nada a salvo.

Grito y doy puñetazos a la cama, las lágrimas comienzan a surcar mi cara, descontroladas. No soporto sentirme así pero recordar todo lo que ha pasado, tener que hablar de él… Lo he sentido todo más real, ya no hay vuelta atrás.

Cansada de todo me levanto de la cama y voy hasta el baño, abro el grifo del agua y me meto en la ducha sin ningún miramiento. No importa el vestido que llevo, ni el peinado, ni el maquillaje. A estar alturas debo estar horrible ya. El agua fría cae con fuerza sobre mí, relajando mis músculos. Resbalo hasta el suelo y me siento. Agarro mis piernas con mis brazos y me permito llorar nuevamente, tengo que dejarlo ir, dejarlo marchar. Tengo que cumplir su promesa, seguir adelante con mi vida. Tengo que ser fuerte.

 

Unos golpes en la puerta me despiertan. Me incorporo y me doy cuenta de que estoy en la cama acostada. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Lo último que recuerdo es estar tirada en la ducha. Miro a la habitación y está impecable, el desastre que causé ayer ya no está.

Me levanto y me pongo ropa limpia, ni me inmuto por asearme ya que mi grupo de estilistas me cogerá en cuanto acabe de comer algo. Hoy llegamos al Capitolio y tengo que ponerme un vestido de esos largos y pomposos.

Salgo de la habitación y me encuentro que todos están sentados en la mesa  en cuanto paso el umbral de la puerta. Me siento junto a ellos y al verme detienen sus conversaciones. Me miran y me siento cohibida, seguramente oyeron el destrozo que ocasioné anoche.

  • Buenos días – saludo y cojo un panecillo para meterlo en mi boca. Tenía un hambre voraz.
  • ¿Qué tal has dormido? – me pregunta Enobaria en un susurro mientras los demás intentan seguir con sus conversaciones.
  • Bien, creo que bien – respondo de igual forma.

Me mira con preocupación pero no dice nada por lo que devuelvo mi atención a la comida expuesta encima de la mesa.

Cuando termino vuelvo a mi habitación y mi equipo ya está allí esperándome. Me meten directamente en el baño y comienzan a exfoliarme la piel, así como a depilarme todo el bello del cuerpo. Cuando termino con la ducha me secan el cuerpo y me echan una cantidad de potingues por el cuerpo, ni siquiera presto mucha atención a lo que hacen. También secan mi pelo pero no hacen nada más por lo que me colocan una bata y me hacen esperar a Cloe.

Al cabo de unos minutos Cloe aparece por la puerta portando un vestido metido en su funda, así que no consigo ver lo que voy a llevar hoy.

  • Hola preciosa – me saluda - ¿Cómo te encuentras? – me pregunta.
  • Bien – respondo intentando evitar el tema.
  • Muy bien – me responde sonriendo – Voy a terminar de arreglarte el pelo y a maquillarte, después te vestiré con lo que te tengo preparado. Te va a encantar – me responde.

Me dejo hacer lo que ella quiere y cuando estoy lista me miro en el espejo. No me reconozco, estoy… Es como si irradiara luz propia. El vestido azul que llevo se asemeja a las olas del mar y me recuerdan a los ojos con los que siempre sueño.

  • Creo que este color te sienta muy bien – habla Cloe – Además es una bonita forma de recordarlo y mantenerlo presente en un día como hoy – sus palabras me hacen abrir la boca por la sorpresa pero después lo entiendo.

Aun tenemos que seguir haciendo el paripé, tenemos que hacer creer a los Distritos que lo que hicimos en los juegos solo fue por amor. Esa es la realidad, no queríamos vivir sin ellos pero también es cierto que no queríamos seguir siendo peones del Capitolio.

Lo que después ha ocasionado en los Distritos, las revueltas, las insurgencias, la rebelión, no ha sido cosa nuestra. No era nuestra intención que todo  explotara, no teníamos ni idea de que el equilibrio dependa de un hilo tan fino.

El tren se para por lo que salimos de mi habitación y vamos hasta la salida dónde nos esperan todos.

  • Estás preciosa Clove – me dice Annia con una sonrisa enorme.
  • Muchas gracias – respondo algo roja.
  • Muy bien – dice ahora Effie – Las dos estáis hermosas por lo que sonreír y la cabeza alta mis preciosas vencedoras – nos da una pequeña palmadita en la mejilla a cada una.

Katniss y yo nos miramos incrédulas pero seguimos los pasos de nuestras queridas representantes. Al bajar los escalones como puedo, ya que el vestido tiene una cola, los flashes de las cámaras nos aturden. Sonrío como me han dicho y sigo caminando entre la gente.

Aquí no nos escoltan, no hay agentes de la paz, no hay nadie. Nos abrimos paso entre la gente como podemos hasta el coche que nos va a llevar a la residencia del Presidente Snow.

El coche se detiene unos minutos más tarde y la gente nos vuelve a recibir con vítores. Entramos por la verja grande y puedo respirar con tranquilidad. Tanta gente, gritando tanto me ha agobiado.

Enobaria se acerca a mí y me aparta un mechón de pelo que se ha quedado suelto del recogido que me ha hecho Cloe. Sonrío ante el gesto, Enobaria se ha convertido en una hermana mayor para mí, siempre me está cuidando.

  • Respira hondo, todo va ir bien – intenta tranquilizarme.

Asiento con la cabeza y comienzo a subir las escaleras. Cuando llegamos todo el mundo se para a vernos, a las dos. Toda esa atención en mí hace que me ponga nerviosa pero sigo andando.

 

Llevamos aquí casi dos horas y he hablado con muchísima gente de la que no me acuerdo. La cantidad de comida que hay me abruma.

  • Madre mía – dice de repente a mi lado Katniss – No entiendo cómo pueden comer tanto – sigue hablando – Toda esta comida daría de comer a toda la Veta (es la zona más pobre del Distrito 12) durante un mes – aprieta los puños con fuerza de la impotencia.
  • Yo tampoco lo entiendo – le digo comprensiva mientras paso mi mano por su brazo.
  • ¿No coméis más? – nos pregunta Elron acercándose con Sia.
  • No nos entra nada más – responde Katniss.
  • ¿Cómo lo hacéis? – pregunto interesada - ¿Cómo podéis seguir comiendo después de dos horas? – sigo preguntando.
  • Solo tenéis que tomaros esta bebida – nos dice Sia.
  • ¿Y qué hace? – pregunta Katniss.
  • Te hace vomitar – nos explica Elron – Así puedes comer todo lo que quieras – se ríe y se lleva el vaso que sostiene a la boca para beber el líquido ese extraño que nos han ofrecido.




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