Capítulo 13 - TRAER ARRASTRAS
Nota aclaratoria: los acontecimientos que se narran en este capítulo ocurren simultáneamente con los narrados por Clove en el cuarto capítulo.
Al aterrizar en el Distrito 13, Boss el soldado jefe de la unidad a la que estoy asignado, me espera con los brazos cruzados y con semblante serio. Bajo la rampa y camino hacia él. Me paro frente a él, cuadro la espalda y espero a que me diga algo.
- Sabes que esto te va a ocasionar problemas ¿verdad? – me dice en tono serio.
- No me importa – respondo – Asumiré las consecuencias – sigo diciendo.
- ¿La has visto? – me pregunta.
- Sí – afirmo.
- ¿Ella te ha visto? – me vuelve a preguntar bastante serio.
- No, creo que no. He estado escondido todo el rato, no he dejado que nadie me viera, he estado atento – respondo.
- Muy bien – me dice – La presidenta Coin quiere verte – asiento con la cabeza porque ya me lo esperaba.
Boss se gira y yo lo sigo por los interminables pasillos y plantas. El Distrito 13 se mantiene en pie porque se refugiaron bajo tierra durante los Días Oscuros. Miles y miles de pisos hacia abajo.
Cuando llegamos al alto mando, en la mesa oval se encuentra sentada la Presidenta Coin. Me adentro en la estancia y me siento en una silla libre, frente a ella, que me mira de forma hostil.
- Te has saltado una de las normas más estrictas que tenemos – comienza a hablar – Al llegar aquí te pedimos una simple condición para que pudieras quedarte, que acataras las normas que se han impuesto para establecer el orden. Nadie puede salir de las instalaciones sin permiso de un superior, soldado – me repite las normas que ya me sé.
- Y lo que usted no puede pensar es que me voy a quedar aquí quieto, bajo tierra, sin hacer nada como habéis estado haciendo todos estos años – respondo enfadado - ¿Dónde habéis estado todos estos años en los que los Distritos os han necesitado? – pregunto irónica porque sé la respuesta. Se han escondido bajo tierra como ratas.
- No voy a permitir que me hables así – responde Coin levantándose enfadada del asiento.
- ¿O qué? – digo imitándola poniéndome a su altura – No puede hacerme nada, me necesitas, a los dos – hago referencia a Peeta – Si lo que quieres es que Clove y Katniss se unan a la causa – sonrío cínicamente – No puedes controlarnos – termino por decir mientras me alejo de la mesa con intención de irme de la sala.
- Eso ya lo veremos – me responde haciéndome parar en seco pero tras unos segundos, reanudo la marcha y salgo de la sala.
Desde el primer día que la vi no me dio buena espina y aun sigo manteniéndolo. Pero por ahora me mantendré al margen, solo por ahora. Mi prioridad es Clove, sacarla de ahí lo antes posible y tenerla a mi lado.
Dejo el arma en la mesa con el resto y voy hasta un banco para coger una toalla. Me la paso por la cara para quitar mi sudor y la coloco sobre mis hombros. Después voy hasta una botella de agua y me la bebo casi entera.
- ¿Así eran los entrenamientos en la Academia? – me pregunta Peeta con la respiración agitada sentado en el banco.
- Sí – afirmo mientras sonrío al ver su estado tan lamentable – a veces incluso más duros que estos. No son nada del otro mundo, lo único nuevo es aprender a usar las armas – comento sin más.
- Ya veo – me responde – pero nada como tus espadas ¿eh? – se levanta y me da un codazo divertido.
- Es con lo que más me siento cómodo, llevo usándolas desde los diez años – lo miro con una leve sonrisa.
Un soldado aparece y nos dice que van a retransmitir en directo la gira de la victoria por las pantallas. Peeta y yo nos miramos y rápidamente salimos de la sala de entrenamiento. Caminamos por los pasillos y entramos en el comedor. Nos servimos la comida que nos corresponde y nos sentamos en una mesa para ver a nuestras chicas.
Las vemos aparecer en pantalla y una sonrisa se me dibuja en la cara, Clove está preciosa. Se encuentran en el Distrito 11 y miro a Peeta de reojo. Para Katniss va a ser duro en cuanto veo que enfocan a la familia de la pequeña Rue. Después enfocan a la Thresh y la garganta se me seca. Estuvo a punto de matar a Clove y tuve que matarlo, no podía perderla.
Mis manos se forman un puño al pensar en todas las vidas que los juegos se han llevado e intento tranquilizarme para escuchar detenidamente las palabras de las chicas.
- Es un honor estar hoy aquí con vosotros y con las familias de los tributos caídos – comienza a decir mi chica mientras lee las tarjetas que le han dado – Sinceramente no conocía mucho a Thresh y a Rue pero sé que fueron unos duros adversarios. Siento mucho que mi compañero de Distrito… – inspiro con fuerza ante mi mención y veo que a Clove se le entrecorta la voz – Él intentó acabar con mi vida… Era fuerte y valiente. Una parte de mí quiso que lo hiciera – ante esa confesión siento como mi mundo se viene abajo – solo una persona podía salir con vida y yo… yo solo quería salvar a Cato. Lo siento mucho – se disculpa mi chica mientras mira a la familia de la chica – Tampoco conocía a Rue pero por lo que me han contado era una niña muy dulce y cariñosa. Era un espíritu libre, no se merecía lo que le pasó – la veo dudar y no sé qué es lo que le pasa por la cabeza cuando baja las tarjetas y mira al frente para seguir hablando – Aunque no servirá para compensar vuestras pérdidas, como muestra de agradecimiento, me gustaría darle a cada una de las familias de los tributos del Distrito 11, un mes de nuestras ganancias cada año durante el resto de nuestras vidas – finaliza y me quedo con la boca abierta, sorprendido.
El público ahoga un grito de exclamación y la gente del comedor comienza a hablar. No puedo creerme que haya hecho eso. ¿Se ha vuelto loca? Eso no va a gustar nada al Capitolio y va a tener un ojo puesto en ella a partir de ahora.
- ¿Puede hacerlo? – me pregunta Peeta.
- No, pero lo ha hecho – respondo mirando la pantalla.