Nota aclaratoria: los acontecimientos que se narran en este capítulo ocurren simultáneamente con los narrados por Clove en el noveno capítulo.
Mañana es el día de la Cosecha y estoy realmente nervioso. Ambos lo estamos. Llevo todas estas semanas con el corazón en un puño, presiento que algo malo va a suceder y me aterra la ida de no estar con ella cuando eso suceda. No puedo permitir que vaya a la arena sin que sepa que sigo vivo. Tengo que darle un motivo importante para que siga con vida, para que sobreviva, para que vuelva conmigo.
Peeta y yo llevamos unos días planeando nuestra huida. Desde mi última escapada, las medidas de seguridad en el hangar han aumentado pero aun así hemos conseguido encontrar una vía de escape.
Y aquí estamos, cada uno subido en un aerodeslizador diferente. Peeta rumbo al Distrito 12 para ver a Katniss y yo al Distrito 2 para ver a Clove.
El viaje dura más que la última vez. La seguridad en todo Panem se ha intensificado considerablemente lo que perjudica bastante a la resistencia y a su intento por pasar desapercibidos, sin que nadie los detecte. Al llegar voy hasta su casa y subo hasta su balcón pero al mirar por el cristal veo que su habitación está vacía. ¿Dónde habrá podido ir?
Aterrizo en el suelo unos minutos después y la busco entre los alrededores pero tampoco está. Camino hasta que finalmente se me ocurre que puede estar en el cementerio al recordar las palabras al aire que me dedicaba cuando estuvimos en la playa del Distrito 4.
Me escondo tras unos arbustos para que nadie me vea, escondiéndome de ojos ajenos. Escudriño con la mirada y la encuentro. Está sentada sobre una lápida y aunque no puedo ver desde mi posición de quién se trata, estoy seguro de que se trata de la mía. No quiero acercarme, no aun, quiero dejarla un rato para ella pero comienza a llover y verla ahí, rota, mojada, hace que mi instinto por protegerla despierte. Doy un paso en su dirección provocando que una rama se rompa bajo mis pies. Ella alza la mirada asustada y mira en mi dirección. Sé que me ha visto y sonrío tontamente al saber que voy a tenerla entre mis brazos pronto. Doy más pasos hacia ella pero de repente unos brazos me atrapan con fuerza por la espalda. Intento zafarme pero no puedo, creo que son varias personas las que me sujetan. Finalmente siento un pinchazo en mi cuello y después todo se vuelve negro.
Abro los ojos e intento moverme pero unas cuerdas atan mis brazos tras mi espalda. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en una sala, dentro del Hueso, la fortificación más segura de todo el país. Estoy atado de pies y de manos y aunque intento liberarme no lo consigo. Lo último que recuerdo es a Clove sentada en el cementerio y mirándome, después unos brazos rodeando mi cuerpo, aprensándome.
La puerta se abre y aparece un agente de paz. Un tío grande, imponente y con la mirada más sucia que he visto en mi vida. Es de esos tipos duros que no se andan con rodeos.
Lo miro pero no respondo. No puedo hacerlo, si lo hago todo lo que se ha construido hasta ahora se hundirá y sin ni siquiera haber empezado.
Sigo sin responder y a cambio recibo un puñetazo en mi mejilla izquierda. A ese golpe lo siguen unos cuantos más. No emito ningún sonido, ni una palabra. Pueden golpearme lo que quieran que no pienso abrir la boca.
El agente de paz cansado de perder el tiempo sale de la habitación rabioso y yo intento recuperar el oxígeno de mi cuerpo. La sangre cae por mis mejillas. Debo de tener un ojo morado, una corte en una de las cejas y el labio partido porque cuando escupo sale sangre.
Me dejan ahí solo mucho tiempo, tanto que los ojos comienzan a pesar y termino dando una pequeña cabezadita. El ruido de la puerta abriéndose me despierta completamente y tenso los músculos, esperando más golpes o algo peor.
Levanto la cabeza y me encuentro con la mirada envenenada del Presidente Snow. La sonrisa que me dedica y el olor tan fuerte que emana de él, me provocan unas arcadas que tengo que disimular como puedo aunque sin mucho éxito.