Mis ojos comienzan a aguarse sin poder evitarlo. Lo miro de arriba a abajo sin saber qué hacer. Está vivo, es de carne y hueso.
Ya no puedo controlarme y comienzo a llorar. Ambos vamos a ir a la arena. Otra vez se va a repetir la misma historia. Otra vez podemos volver a morir. Esto es demasiado para mí.
No puedo moverme, mi cuerpo no reacciona. Solo siento como mi corazón va a un ritmo fuera de lo normal. Quiero caminar hacia él, comprobar por mí misma que es real, pero las instrucciones que manda mi cerebro no llegan a mis piernas.
Cato se acerca lentamente hasta mí, coge una de mis manos entre la suya y deposita un beso en el dorso de mi mano. Su mirada sigue clavada en mis ojos haciéndome estremecer. Después baja nuestras manos y las entrelaza. Así unidas, las levanta mirando al frente, dando un claro mensaje: somos un equipo fuerte, que está unido y que vamos a ir a por todas en la arena.
De repente la gente comienza a gritar y a abalanzarse hacia el escenario. Todo es un caos, comienzan a gritar cosas como que detengan los juegos o cómo es posible que Cato esté vivo. Busco a mi familia y me miran preocupados, intentan acercarse a mí y es entonces cuando reacciono. Suelto la mano de Cato y comienzo a bajar las escaleras en su dirección pero dos agentes de paz se interponen en mi camino. Me cogen de los brazos con fuerza y me llevan hacia dentro del edificio.
No pueden hacerme esto, no pueden. Necesito despedirme de ellos, decirles al menos unas últimas palabras.
Estoy en la puerta del Edificio de Justicia cuando consigo girarme y veo a mis padres y a mi hermano intentando hacerse paso entre la gente. Los miro horrorizada y ellos se dan cuenta de que es demasiado tarde, me voy y puede que nunca más me vuelvan a ver.
La última imagen que veo de ellos me hace saber que me han escuchado, pero ver sus rostros llenos de lágrimas me provoca un dolor fuerte en el pecho.
Los agentes de paz me arrastran entre los innumerables pasillos hasta que salimos por la parte trasera del edificio. Me hacen subir a un coche que sale rápidamente en dirección a la estación. A mi lado se encuentra Annia que me mira consternada, sin saber qué decir y con los ojos como platos.
Miro por la ventanilla y veo pasar con rapidez las casas y los árboles. Al llegar nadie nos está esperando y me obligan a ingresar en el tren con bastante brusquedad.
Entro y voy hasta el comedor sin necesidad de guía, conozco perfectamente este tren. Cuando las puertas se abren veo que todos están allí, Brutus, Enobaria y también Cato. Doy un par de pasos hacia él pero me quedo clavada en el suelo mirándolo. Está tan guapo que parece irreal.
Cato se mueve hacia mí lentamente, mirándome con precaución pero con amor en los ojos. Llega a mi altura y me rodea con sus brazos fuertes mi cuerpo. Mi cabeza se apoya en su pecho y dejo que me abrace. Respiro su aroma y tiemblo ligeramente. No sé cuántas veces había imaginado que esto ocurriese pero está pasando.
Me separo un poco de él y veo que los demás se han alejado de nosotros para darnos algo de intimidad. Las manos de Cato se posan sobre mi cintura y me mira sonriendo.
Mi mirada vuelve a viajar a nuestros acompañantes. Brutus mira a Cato con verdadera sorpresa, está confuso igual que todos. Después poso mi mirada en Enobaria esperando lo mismo pero no es así. Su cuerpo está en tensión y su mirada es dura. Sus ojos conectan con los de Cato y veo preocupación en ellos. Enobaria sabe algo, estoy segura de ello. Pero por ahora lo dejaré pasar, primero necesito hablar con Cato y que me explique qué es lo que está pasando.
Aun me cuesta reaccionar, han sido demasiadas emociones en muy poco tiempo. La mano de Cato se entrelaza con la mía haciéndome reaccionar. Él tira de mi mano y nos guía juntos hacia uno de los sofás. Nos sentamos y posa las manos unidas en su pierna, dejándolas descansar ahí.
Al cabo de un par de horas Cato se levanta del sofá y se gira para mirarme, me tiende una mano y yo la agarro sin dudar. Comienza a caminar y simplemente me dejo llevar. Sus dedos se entrelazan con los míos, como ha hecho desde que nos hemos visto, mientras andamos por los pasillos. Finalmente nos detenemos en una puerta. Lo miro sin entender nada hasta que el tren frena. Cato pulsa un botón y la puerta se abre. Juntos la traspasamos y comenzamos a caminar. Poco a poco nos vamos alejando del tren pero no demasiado como para que nos pierdan de vista.