Amar o morir #2 - Libertad

Capítulo 22 - SONRISA LADEADA

Al terminar el desfile volvemos al Edificio de Entrenamiento. La mano de Cato ha sostenido la mía en todo momento, no me ha soltado. No nos cruzamos con ningún tributo más, pero así es mejor. A partir de ahora solo estamos él y yo, nadie más. Aquí no hay amigos, solo enemigos, a fin de cuentas los juegos consisten en matar o morir.

Subimos en el ascensor y llegamos todos a nuestro piso. Al entrar Annia nos envía a nuestras habitaciones para asearnos y ponernos ropa más cómoda para la cena.

Al salir de mi habitación me topo con que Cato también está saliendo de su habitación. Me mira y sonríe ampliamente. Lo veo acercarse a mí, tanto que tengo que dar unos pasos hacia atrás, parando cuando choco contra la pared.

  • ¿Qué haces? – le pregunto riendo.
  • Nada – me mira divertido colocando sus manos apoyadas en la pared.
  • Ya – me río – sé cuáles son tus intenciones – le digo mirándolo.
  • ¿Y piensas hacer algo al respecto? – me pregunta en voz baja, a escasos centímetros de mi cara.
  • No – susurro.

Sus labios rozan los míos y me dejo llevar. Su lengua recorre mis labios y abro más la boca, dándole mayor acceso. Sus manos se posan en mis mejillas y las mías en sus caderas, buscando el bajo de su camiseta. Cuando lo encuentro. Cuelo mis manos bajo su camiseta y toco su piel. Sus manos bajan hasta mis caderas y me pega a su cuerpo.

Nos separamos por falta de aire, pero él sigue su recorrido de besos por mi mejilla y después por la parte sensible de mi cuello. Suelto un suspiro de placer y veo como la espalda de Cato se tensa.

  • Si vuelves a hacer eso no respondo de mis actos – me susurra con voz ronca en el oído.
  • ¿Hacer el qué? – pregunto de forma inocente - ¿Esto? – le digo acercándome a su oído y gimiendo bajito, provocando que se le erice el bello de la nuca.
  • Sí – me responde de manera contundente y le veo tragar con fuerza.

Sus labios van directos a los míos, con efusividad, con pasión, con necesidad. Mis manos vuelven a volar hasta la espalda baja y con un movimiento me muevo, consiguiendo que Cato sea el que esté atrapado entre la pared y yo. Sus manos pasan de mis mejillas a mi espalda, bajando con urgencia hasta que llega a mi culo. Coloca sus manos por debajo y me alza. Mis piernas se enrollan en su cintura y mis manos se colocan en sus hombros mientras le sigo besándolo.

Cato vuelve a colocarme contra la pared y separa su boca de la mía.

  • Olvidémonos de la cena – me pide dejando besos húmedos por mi cuello.
  • No podemos Cato – suspiro con fuerza cerrando los ojos y dejándome llevar por las sensaciones – tenemos que ir a la cena, no podemos saltárnosla – hundo mis dedos en su pelo.
  • Por favor – me ruega mirándome a los ojos.

Esa mirada me desarma por completo y no puedo negarme a su petición. Tomo su rostro entre mis manos y lo beso. Cato comienza a caminar hacia la puerta de su habitación y consigue abrirla. Al entrar cierra la puerta con la pierna y camina conmigo en brazos hasta que termina por tirarme en la cama. Tras la caída nos separamos por lo que me permito sentarme en la cama y lo miro con una sonrisa pintada en la cara. Cato se sube y se acerca a mí, provocando que termine apoyando la espalda sobre la colcha de la cama. Me mira y antes de acercarse a mí se muerde el labio de forma seductora, por lo que acoto la distancia y lo beso.

Seguimos así durante unos minutos, besándonos y acariciándonos hasta que unos golpes en la puerta nos interrumpen.

  • La cena está lista, espero que salgáis en un minuto, no vamos a esperar más por vosotros – oímos la voz potente y autoritaria de Enobaria.
  • Ahora vamos – responde Cato agitado pero enfadado – Son unos corta rollos – bufa y me besa en el cuello.
  • Te dije que teníamos que irnos – le digo sonriendo mientras me incorporo.
  • No te veía muy preocupada hace unos segundos – me mira sentándose en la cama.
  • Nadie ha dicho que no quisiera seguir – me río y me pongo de pie – Anda vamos – cojo una de sus manos y tiro de él para ir hasta la puerta.

Antes de abrirla, Cato me coge de la cintura, me da la vuelta y me da un beso largo y profundo. Después se separa de mí y cogidos de la mano vamos al salón.

 

Me levanto de la cama tras oír los golpes en la puerta y los buenos días de Annia. Me revuelvo entre las sabanas y abrazo con fuerza el cuerpo de Cato que está a mi lado.

Me incorporo en la cama y acaricio su brazo desnudo, después paso a su cara hasta que lo veo fruncir el ceño, entre abre los ojos y me sonríe en cuanto me ve.

  • Buenos días bello durmiente – le digo y lo beso.
  • Buenos días – me responde apartándome el pelo de la cara.
  • ¿Listo para el primer día de entrenamiento? – pregunto.
  • Como si el entrenamiento me importara mucho – se ríe.
  • Lo sé pero hay que ir – digo acariciando su pecho – Además tenemos que buscar aliados, ya nos lo dijeron anoche – sigo con mis movimientos en su pecho y me muerdo el labio antes de besarlo, intentando convencerlo de alguna forma.
  • Está bien – responde suspirando mirando al techo, riéndose y negando con la cabeza.

Me levanto de la cama y voy directa al baño, después de la noche tan movida, necesito una ducha. Al terminar me visto con la ropa que me ha preparado Cloe encima de la cama. Cuando estamos listos vamos hasta el comedor y me siento en una de las sillas vacías.

  • Buenos días – saludo a todos.
  • Buenos días chicos – nos responde Annia con una sonrisa.
  • ¿Habéis dormido bien? – pregunta Brutus alzando las cejas divertido.
  • Sí – responde Cato por mí, ya que me he puesto colorada al pensar en lo que hicimos anoche Cato y yo, y que se debió de escuchar por todo el piso.
  • Tengo que haceros la pregunta – habla Enobaria mientras le doy un sorbo a la taza caliente de chocolate - ¿Queréis que os entrenemos juntos o por separado? – nos pregunta mirándonos.




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