Capítulo 23 - PEÓN
Esa sonrisa ladeada que quita la respiración a cualquiera. Y él es muy consciente del efecto que causa en la gente. Llego a su altura y miro hacia arriba, a sus ojos, ya que es más alto que yo, aunque no es difícil, soy bastante baja.
- Hola, preciosa – me saluda aun con la sonrisa Finnick.
- Hola – respondo también con una sonrisa – Me han dicho que eres muy bueno con el tridente – digo de forma desinteresada caminando por su lado y parándome enfrente del arsenal de tridentes.
- Así es – me dice acercándose a mí, colocándose en mi espalda, demasiado cerca, tanto que el pulso se me dispara, como para no hacerlo con semejante hombre – Podría enseñarte si quieres – me dice en un susurro en el oído mientras alarga una de las manos y toca uno de los tridentes, dejándome acorralada entre su cuerpo y las armas.
- Me parece una buen idea – contesto mientras intento parecer entera, ya que a cualquier chica le temblaría las piernas por tenerle tan cerca, desprende sensualidad por cada poro de su piel.
Finnick rodea mi cuerpo y coge uno de los tridentes. Me hace un gesto con la cabeza para que lo siga y le hago caso. Caminamos por la sala y llegamos a la zona de entrenamiento, un lugar lleno de hologramas con los que poder practicar sin hacer daño a la gente. Él entra y yo me quedo fuera, viendo cómo se desenvuelve.
Sus movimientos son perfectos, la postura de los brazos, las piernas… Todo. Es ágil y rápido, sabe cómo asestar los golpes y dónde producir más daño. Es una maquia de matar. Creo que es un perfecto aliado, solamente tengo que asegurarme de que puedo confiar en él.
- ¿Qué? ¿Impresionada? – me dice saliendo de la sala y mirándome divertido.
- No ha estado mal – respondo – aunque no eres mejor que yo con los cuchillos.
- El tridente es más letal – me dice como si intentara convencerme de que su arma es mejor que la mía.
- Puede, pero los cuchillos son más rápidos y certeros – él se ríe por mi contestación y se queda mirándome - ¿Vas a venir a enseñarme o tengo que aprender sola? - lo miro de reojo y entro dentro de la sala.
Finnick entra conmigo y me va dando indicaciones sobre cómo coger el arma, cómo colocarme y qué hacer con ella. Pasamos un buen rato juntos y cuando acabamos me hace enseñarle a usar los cuchillos. La verdad es que es un buen alumno. Las horas pasan sin darnos cuenta y la comida interrumpe nuestro entrenamiento. Me despido de mi compañero durante esta mañana y camino hasta donde están sentados los tributos del distrito 12 y Cato.
Al llegar, me siento junto al rubio y sonrío a los otros dos, que me devuelven la mirada también con una sonrisa.
- ¿Cómo ha ido vuestra mañana? – pregunto mientras cojo un panecillo.
- Yo he estado con Chaff en las lanzas – me dice Peeta.
- Yo con los del tres – responde Katniss.
- ¿Con majara y voltios? – Katniss mira con sorpresa a Peeta.
- ¡No los llames así! – se queja su compañera de distrito – Se llaman Wiress y Beetee.
- Así es que como les llama Johanna – se encoje de hombros como si no tuviera la culpa de eso y yo no puedo evitar reír.
- Y tú Cato, ¿qué has estado haciendo? – le pregunto mientras me giro para mirarlo, ya que no ha hablado de nada desde que he llegado, y eso es bastante inusual viniendo de él.
- ¿Ahora te das cuenta de que existo? – me pregunta fulminándome con la mirada. Está muy molesto conmigo, se le nota a kilómetros.
- Anda – le digo y me acerco más a él – no te pongas celoso – susurro cerca de su oído.
- No lo estoy – me contesta firme, pero veo que sus nudillos se vuelve blancos.
- A mí no me engañas, Cato – le digo con una sonrisa en la cara.
Me acerco aún más a él y dejo un beso suave en su mejilla. Mis manos se quedan rodeando su brazo y lo miro expectante, hasta que se le dibuja una sonrisa en la cara. Yo sonrío también y vuelvo a centrar mi atención e la comida. No puede enfadarse conmigo por mucho tiempo, creo que en eso ha cambiado a mejor, de antes siempre discutíamos por lo mismo, los celos, pero creo que todo lo que nos ha pasado ha servido para que demos prioridad a otras cosas y confiemos más el uno del otro.
El resto de la comida la pasamos charlando de cualquier cosa, era mejor plan que permanecer callados. La tarde, para complacer a Cato, me marcho con Peeta y nos centramos en los puestos de supervivencia. Tras acabar, nos despedimos de la pareja y subimos al ascensor. Durante el corto tiempo que dura, Cato no deja de mirarme y yo me río por los nervios, no me gusta que me miren tan fijamente, y mucho menos él, hace que me cosquillee todo el cuerpo.
Cuando llegamos a nuestra planta voy directa a mi habitación, sin hablar con nadie, y eso que Annia estaba esperándonos para preguntarnos por el entrenamiento, pero no me apetece hablar con ella ahora mismo, lo único que quiero es una ducha, relajarme un poco.
Al salir, me visto con ropa cómoda y voy hasta el comedor, en el que ya están todos sentados esperándome. Me siento en la silla vacía que hay junto a Cato y echo un vistazo a la comida que hay encima de la mesa. Me decido por la carne estofada y me pongo un buen plato, añadiendo una buena ración de patatas. Comienzo a comer, pero todos están en silencio, por lo que dejo el tenedor sobre el plato y los miro con la interrogación puesta en mi cara.
- ¿Qué ocurre? – les pregunto pasando mi vista de uno a otro.
- Estamos esperado a que nos cuentes algo – me responde Annia con una sonrisa.
- ¿Contaros el qué? – no entiendo nada.
- El entrenamiento – me dice Brutus algo brusco, lo que hace que Cato gruña a mi lado y lo fulmine con la mirada. No soporta que nadie me hable así, aunque sabe que sé defenderme perfectamente, pero es adorable cuando lo hace.
- Ha estado bien – respondo sin más – no es que haya aprendido nada nuevo – sigo comiendo tranquilamente, a pesar de que tengo todas las miradas de los presentes puestas en mí.
- ¿Habéis hablado con los tributos? – es ahora Enobaria la que habla - ¿Qué os parecen? – nos mira fijamente.
- He hablado con algunos – respondo – pero necesito un día más al menos, necesito saber en quiénes puedo confiar.
- No puedes confiar en nadie – dice duramente Cato – Cualquiera te dará la puñalada por la espalda en cuanto tenga que decidir si salvar su culo o el tuyo – yo me giro para verle enfadada por lo duras y sinceras que han sido sus palaras. Veo que aprieta los puños, pero no me mira, lo que hace que el enfado se convierta en tristeza.
- ¿Ni siquiera en ti? – pregunto en un susurro y ante mis palaras él se gira rápidamente en mi dirección.
- En mí siempre – me mira serio a los ojos, haciéndome ver que lo está diciendo con sinceridad – Pero sabes que no me refería a eso – su mano se posa encima de la mía y me la agarra con cariño.
- Lo sé – con la otra mano, la que tengo libre, acaricio la piel de su brazo, acercando mi cara contra él, pasando mi nariz por su piel, aspirado su perfume.
- Ni siquiera podemos hacerlo de Peeta y Katniss – me dice en voz baja, como si solo estuviéramos los dos solos, dejando un beso sobre mi pelo.
- Yo de ellos si me fío, los quiero con nosotros allí dentro. Sé que cuando llegue el momento nos separaremos, cada uno mirará por lo suyo, y lo entenderé, pero hasta que llegue ese momento, estarán de nuestra parte – explico lo que pienso – Somos cuatro, somos jóvenes y fuertes, pero no conocemos al resto, necesitamos a más aliados.
- ¿Pero a quién? – me pregunta.
- Podría ser Finnick, sé que no te gusta – levanto la cabeza y lo miro, separándome un poco de él – pero creo que puede adaptarse bien a nosotros, a nuestro ritmo, a nuestra forma de pensar – aprieta la boca y se le endurece la expresión de la cara.
- Finnick es una buena opción – surge la voz de Brutus, sacándonos de la burbuja que habíamos creado.
- No me fío de él – sentencia Cato.
- Te sorprendería mucho – dice ahora Enobaria – Es un chico que ha sufrido mucho, desde muy pequeño le obligaron a permanecer aquí e ir de un sitio a otro, pasando de mano en mano y bueno… Creo que ya sabéis a lo que me refiero, aquí las cosas no son tan bonitas como nos las hacen ver, mucho menos a los vencedores. Vosotros habríais sido carne de cañón aquí. Los juegos nunca terminan – nos mira a los dos, pero yo entrecierro los ojos, aquí está pasando algo y lo voy a averiguar, porque lo que está insinuado, no me gusta un pelo.
- ¿Cato a quién quieres tú? – le pregunta directamente Brutus.
- Johanna – responde con rotundidad.
- ¿Johanna? – lo miro incrédula porque no me lo esperaba.
- ¿Celosa? – me mira divertido.
- ¡No! – respondo con rapidez – Solo que me ha sorprendido, no sabía que la tenías en consideración para que se uniera a nosotros, nada más – explico.