Amar o morir #2 - Libertad

Capítulo 24 - REVELACIÓN

Unas suaves caricias por mi espalda y mis brazos hacen que me despierte. Abro los ojos y me encuentro con la sonrisa de Cato, que ya está despierto.

  • Buenos días – me dice con la voz ronca.
  • Buenos días – respondo con una sonrisa.

Me medio incorporo y me acerco hasta su boca para dejarle un beso. Mi intención era darle un beso corto, pero eso no entra dentro de los planes de Cato, porque una de sus manos se posa en mi nuca, pegándome más a él, y la otra la deja en mi cintura, aunque después recorre cada parte de mi cuerpo con esa mano.

  • Para ya, Cato – le digo riendo cuando consigo separarme de él para coger aire.
  • ¿Por qué? – me dice agarrándome de la cintura – Se está muy bien así – comienza a darme besos por toda mi cara.

Al final, tras muchos minutos así, y después de que Annia llamara a la puerta varias veces, nos levantamos de la cama y nos vestimos con la ropa de deporte. Cuando estamos listos, salimos de la habitación cogidos de la mano y nos sentamos en la mesa a desayunar con el resto.

Brutus y Enorbia comentan con nosotros lo que hoy tenemos que hacer, aunque la verdad, es que no presto mucha atención. Sé que hoy son las pruebas con los vigilantes, pero va a dar igual lo que hagamos, creo que ya hemos demostrado nuestras habilidades en la arena. Los patrocinadores ya sabrán por quien van a apostar. Así que cuando terminamos de desmayar, subimos al ascensor y nos bajamos en la plata de la sala de entrenamiento, dónde ya están todos, solo faltamos nosotros.

La mañana la pasamos sin ningún incidente. Yo me quedo con Katniss y entrenamos juntas, intentando evitar cualquier situación que altere la paz de Cato, ya tendrá tiempo en la arena de desquitarse con quien quiera. La verdad es que las dos juntas somos un buen dúo, nos compenetramos muy bien. Después de comer, vamos pasando de uno en uno por los vigilantes. Los primeros en pasar son los del Distrito1 y después lo hace Cato, dejándome sola con Peeta y Katniss.

Cuando mi nombre resuena por los altavoces camino hasta llegar a la sala. De ella sale Cato, que se acerca a mí con paso decidido. Lo miro interrogante y me planta un casto beso sobre los labios, después se acerca a mi oído.

  • Revélate – me susurra.

Se aleja de mí y yo no entiendo lo que quiere decir, solo cuando camino y veo la cara de los vigilantes, sé que ha hecho algo que los ha alterado de esa forma. La estancia está completamente destrozada y al fondo leo las palaras escritas de “No soy un peón de los juegos”. Palabras escritas por Cato, dirigidas a los vigilantes y a los que gobiernan el país. Acaba de decirles que él no se va a doblegar a sus deseos. Aparto la mirada y me centro en la galería  donde están los vigilantes, encabezados por el vigilante jefe, Plutarch Heavensbee.

  • Puede comenzar señorita Kentwell – me dice Plutarch.

Simplemente asiento con la cabeza y camino hasta los cuchillos, pero me paro justo ates de cogerlos. Tengo que hacer algo, algo que les haga sentirse culpables por las muertes que ellos han ocasionado. Por lo que actúo con rapidez. Voy hasta los maniquís y coloco todos los que puedo en la zona de lanzamiento. Al terminar voy hasta el stand de pintura y cojo la primera que encuentro. Deshago mis pasos y comienzo a escribir en cada uno de ellos, los nombres de mis antiguos compañeros. Después cojo otro maniquí y lo coloco enfrente de los otros, pero de espalda a los espectadores. Escribo “Vigilante” y seguidamente cojo mis preciados cuchillos. Lanzo cada uno de ellos acertándolos en el corazón. A continuación, coloco un cuchillo en la mano del maniquí del “vigilante” y lo hago girar, para que vean lo que he escrito.

Los murmullos cesan y todos se quedan mirando lo que he hecho. Acabo de decirles a todos ellos, que los culpables de sus muertes son ellos.

  • Gracias por su tiempo – digo en voz alta para que me escuchen bien.

Nadie dice nada y yo aprovecho para caminar hasta la puerta y salir de allí. Me siento tan bien, tan a gusto por haberme desahogado en cierta forma… Paso pasillo tras pasillo hasta que me encuentro con el resto de los tributos que ya han pasado la prueba.

Me acerco hasta Cato y él me recibe con los brazos abiertos. Nos fundimos en un abrazo y él besa mi cabeza. Me alejo un poco de él para mirarlo a los ojos mientras dejo mis manos en su cintura.

  • ¿Qué es lo que has hecho allí dentro? – le pregunto alzado los ojos para mirarlo – Estaban muy alterados, aunque creo que yo los he dejado peor – me sale una risa nerviosa.
  • ¿Qué has liado ahora? – me mira divertido.
  • He colocado a los maniquís en fila, les he escrito los nombres de nuestros antiguos compañeros y después otro enfrente de ellos, haciendo referencia a los vigilantes. A los que hacían de los tributos, les he clavado un cuchillo en el corazón y he colocado uno en la mano del vigilante – le cuento lo que ha ocurrido allí dentro.
  • Eres de lo que no hay – me dice negando la cabeza y besándome en la frente.
  • Tenía que hacerles ver que ellos eran los causantes de sus muertes – le digo encogiendo los hombros, como si no me importara lo más mínimo.
  • Te entiendo – me dice con el semblante serio – Yo les he dejado bastante claro que no soy ningún peón que puedan usar a su antojo.
  • Ya vi, ya – sonrío ampliamente - ¿Pero era necesario hacer ese destrozo? – pregunto intrigada.
  • Sí, así les dejaba bien claro que puedo hacer lo que me dé la gana – alzo las cejas con diversión – Bueno vale, me apetecía destrozar cosas y liberar la tensión y la frustración – pasa una de sus manos por mi mejilla y después vuelve a dejarla en mi cintura.
  • ¿Te sietes mejor? – le digo pasando una de mis manos por su pecho, moviéndola de arriba abajo.
  • Mejor, aunque no tanto como me gustaría. Prefiero estar en cualquier lugar apartado de la civilización, solo contigo – sonrío ante sus palabras y mi mente divaga con esa posibilidad que se nos ha arrebatado.




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