Amar o morir #2 - Libertad

Capítulo 25 - GIROS DE LA VIDA

GIROS DE LA VIDA

 

Al entrar en la habitación suelto la mano de Cato y voy directa al baño. Necesito quitarme esta sensación de tensión y agobio del cuerpo. Me quito la ropa de entrenamiento y me meto dentro de la ducha, dejando que los chorros de agua caigan sobre mi piel. Cierro los ojos e intento relajarme, aunque una sensación de mareo, de vértigo me golpea levemente, haciendo que me tambalee. Pero unos brazos me sostienen por la cintura.

  • ¿Estás bien, pequeña? – me pregunta Cato pasando sus manos por mi estómago y dejando un suave beso en la curva de mi cuello.
  • Sí – respondo con voz tenue.
  • ¿Seguro? – vuelve a insistir – Te has mareado y casi te caes – me dice.
  • Creo que ha sido por el día tan tenso que llevamos y porque no he comido muy bien – le digo para tranquilizarle.
  • No es la primera vez que te pasa, Clove – me dice haciéndome girar para mirarle a la cara – No me has dicho nada, pero olvidas que te observo…
  • Estoy bien, tranquilo – sonrío y paso una de mis manos por su pecho desnudo.

Cato busca mis ojos y dejo que los encuentre. Nos quedamos mirándonos unos minutos en silencio, hasta que acorto la distancia y poso mis labios sobre los suyos. Cato me aprieta contra él, recorriendo con sus manos todo mi cuerpo. Cuando sus labios se posan sobre mi cuello yo ya no puedo pensar más y suelto un pequeño jadeo ahogado, provocando que él gruña en mi oído. 

Apaga la ducha y me alza del suelo. Rodeo mis piernas en sus caderas y dejo que cargue conmigo hasta la cama. Me suelta y caigo de espaldas, riendo. Pero corto la risa en cuanto se tumba encima de mí, haciendo que abra las piernas y lo sienta contra mi centro, provocándome un gemido.

Una sonrisa picara aparece en su cara y yo me pongo roja, siempre me pasa lo mismo con él.

  • Eres preciosa – me dice y yo respondo besándolo.

Dejo que sus caricias, sus besos, me dejen la mente en blanco y me dejo llevar por él, por lo que me hace sentir.

 

Unos golpes en la puerta me despiertan. Es Annia, pidiéndonos que nos levantemos ya, hoy es un día muy importante. Me desperezo y siento las manos de Cato por mi cuerpo, acariciándome con delicadeza.

  • Buenos días, pequeña – me susurra depositando un beso sobre mi sien.
  • Buenos días – respondo con una sonrisa y dejo un beso sobre su pecho, lo más cerca que tengo, ya que estoy apoyando mi cabeza allí, escuchando su corazón.

Me aparta el pelo de la cara cuando lo abrazo más fuerte y me coge de la barbilla para que lo mire. Sus ojos azules me abrasan y dejo que me guíe hasta que sus labios besan los míos. Me incorporo y termino encima de él, besándolo.

Al cabo de unos minutos me separo de él y me siento en la cama, tapándome con la sábana.

  • ¿A dónde vas? – me dice sentándose junto a mí y besando mi espalda.
  • Tenemos que levantarnos – respondo sonriendo intentando apartarme de sus labios, que aprovechan para besar cualquier parte de mi piel que encuentra a su paso.
  • ¡Qué les den! – me dice – Nos van a meter en esa arena, que nos dejen disfrutar de los momentos que nos quedan.

Sus palabras me caen como una jarra de agua fría y me levanto de la cama, cogiendo con rapidez mi ropa.

  • ¡Ei! ¿Qué haces? – escucho como se levanta de la cama y se acerca a mí, pero sigo cogiendo mis cosas – Clove – me llama y estoy a punto de entrar en el baño cuando sus manos me detienen y me hacen girar para encararle - ¿Qué ocurre? – me pregunta preocupado al ver mi cara.
  • Es que… - mis ojos se anegan en lágrimas – Lo has dicho tan a la ligera, como si lo hubieras asumido, como si no fueses a volver y yo…
  • Ei, ven aquí – me atrae hasta su cuerpo y me abraza con fuerza – No quería herirte con mis palabras, lo siento – alzo los ojos y lo miro tras las lágrimas.
  • Es que no soportaría la idea de volver a perderte – confieso con la voz entrecortada por las lágrimas, reviviendo todo el dolor que sentí cuando pensé que estaba muerto.
  • No pasará – me dice en voz baja.
  • No estás seguro – rebato – La otra vez me lo prometiste y no pudiste hacer nada para… Aún sigo viendo una y otra vez como esa lanza te atravesaba en el pecho y…
  • Ei, mi amor – me alza la mirada para que lo mire a los ojos – Esta vez va a ser diferente, porque vamos a trabajar unidos para salir de allí – y en sus ojos veía sinceridad, verdad, amor.
  • Te quiero – le digo acariciando su mejilla.
  • Te amo – me responde quitando mis lágrimas de la cara.

Se acerca y me besa dulcemente. Después entramos en el baño y nos damos una ducha rápida. Al salir de nuestra habitación, porque ya es nuestra, vamos hasta el comedor para desayunar, y tras ello llegan nuestros estilistas, acaparando todo nuestro tiempo hasta la noche.

 

Me miro en el espejo grande de la sala donde Cloe ha terminado de vestirme. La persona que tengo frente a mí no se parece nada a mí. Estoy realmente preciosa. El vestido azul marino, con escote palabra de honor, me queda más arriba de las rodillas, haciéndome ver que tengo unas piernas kilométricas, subidas en unas sandalias preciosas. Pero lo que más me gusta es la parte de atrás, ya que la falda del vestido termina siendo una cola. El pelo lo tengo suelto, con ondas y el maquillaje es sutil, haciéndome ver natural, fuerte, sexy y poderosa. Es toda una declaración de intenciones, porque atrás han quedado los vestidos de niña buena, y ante a mí aparece como una mujer con las garras a punto de atacar.

Cuando estoy lista salimos de la planta del edificio donde vivimos hasta entrar a la arena y nos llevan hasta el plató donde se realizan las entrevistas. Al llegar miro a mi alrededor, buscándolo, hasta que la espalda ancha embutida en un traje azul marino acapara toda mi atención. Me acerco hasta él disfrutando de las vistas de su espalda y de lo bien que le sienta ese traje.

  • Podrías quedarte siempre así, en traje – le digo a su oído en un susurro, aunque para llegar hasta él he tenido que ponerme de puntillas y posar mis manos en los costados de su cintura para mantener el equilibrio.




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